En la Wasabi Manor, ciertamente, había mucha expectación por ver Los Ojos sin Rostro. Lo que ahora se denomina hype, vamos.
Habíamos reservado esta película pensando que verla sería como degustar un buen Dom Pérignon, y la cosa ha resultado ser un vulgar Don Simón.
Y es precisamente por ese aura de película de culto que seré inmisericorde con esta supuesta obra maestra del cine de terror.
En 1960 el francés Georges Franju dirigió este influyente film, en el que pueden verse reflejadas algunas de las que posteriormente serían las señas de identidad adoptadas por cineastas españoles como Pedro Almodóvar e incluso Alex de la Iglesia.
Veamos qué es capaz de hacer un sanguinario doctor con tal de remediar el horror que sufre su desesperada hija...
Christianne, en un tiempo una bella muchacha, se ve obligada a llevar una máscara para ocultar su rostro, terriblemente desfigurado a causa de un accidente que casi acaba con su vida.
Su padre, el eminente doctor Génessier, hará todo lo posible para reconstruír su otrora hermoso rostro. Aunque sus planes incluyan utilizar la piel de inocentes jóvenes.
No sé cómo enfrentarme a esta crítica.
Los Ojos sin Rostro... La presunta obra maestra tantas veces alabada no apareció por ningún sitio, y eso es para mí una mala película: la que no cumple con lo prometido.
Si una peli de terror no me da miedo, ni me inquieta, y ni siquiera me incomoda, es irremediablemente mala.
El tan loado lirismo tenebroso brilló por su ausencia a lo largo y ancho de los 88 interminables minutos de metraje, al término de los cuales apenas sucede nada destacable.
No existe la atmósfera de pesadilla por la que tantos se han deshecho en elogios. No hay unos personajes mínimamente perfilados (ya no digamos carismáticos). No hay un final que concluya de forma solvente la obra. No hay espíritu, todo está hecho con desgana.
Para rematar la faena, tenemos una única y machacona cancioncita martirizándonos prácticamente a cada escena (y eso que es ni más ni menos que de Maurice Jarre).
Lo único destacable de toda la función es la actuación de Edith Scob en la piel de Christianne Génessier, que consigue dotar a su hierática máscara de una notable expresividad, emparentada con el teatro japonés.
Según se dice, Los Ojos sin Rostro, basada en la novela de Jean Redon, fue algo más que la fuente de inspiración para la reciente película La Piel que Habito de Pedro Almodóvar (es apreciable el intento de terror costumbrista).
Visto el resultado de esta, y habida cuenta de que Pedro no es precisamente santo de mi devoción, prefiero ahorrarme la experiencia.
No hay mucho más que decir sobre una película que deambula torpemente entre el drama y el thriller, pero que en ningún momento resulta mínimamente terrorífica.
Lenta, ambiciosa y muy pedante, no recomiendo Los Ojos sin Rostro sino a completistas o cinéfilos empedernidos.
En fin... No pienso extenderme más. Podéis ir en paz, hermanos wasabitas.
Puntuación: 3 wasabis decepcionados.