Avenida de Carlos III
En la Foto: gran Olmo de layos superviviente de la Grafiosis
De los viejos olmos solo quedan en ella, como testigos vivos. los troncos, con alturas aproximadas de 3 metros y diamétros medios entre I y 1 '20 metros, ahuecados y podridos, de tres ejemplares: uno, al final de la avenida, en la margen derecha y dos, en la izquierda, enmarcando las instalaciones de la Venta de Aires; dos de ellos coronados con pequeñas copas globulosas, formadas, como penachos, por los numerosos retoños surgidos de las capas subeorticales del tronco, y el otro, con una copa muy irregular causada por la mayor envergadura de uno de esos retoños. Los sistemas radicales originan gran cantidad de resalvos a sus pies (fotografías números 1, 2, 3 Y 4).
Testigo muerto, pero aún en pie, es un ejemplar seco (fotografía nú- mero 5) en la misma margen izquierda, con un tronco de más de 3 metros de altura y un diámetro de un metro, ahuecado y carcomido, cuyas ramas principales muestran también las cicatrices de abusivas podas, Se conservan otros tres ejemplares, al comienzo del paseo, dos a la derecha y uno enfrente, a la izquierda, con troncos de más altura pero inferiores diámetros, 80 y 90 centímetros y copas amplias y voluminosas pero con ramillas puntisecas (fotografías números 6 y 7), indicio de una incipiente degradación que tal vez pudiera ser pudiera ser controlada con adecuadas podas.
El Paseo ha perdido toda virtualidad y consecuentemente "la belleza y el deleite" de que hablaba ANTONIO PONZ, pues las reposiciones realizadas posteriormente en sustitución de los pies perdidos, localizadas casi exclusivamente frente al Campo Escolar y Parque Arqueológico del Circo Romano, han roto su continuidad y no tienen ni uniformidad ni valor ornamental.
La reposición con olmos de la misma especie, en el pasado siglo, podría haber estado dificultada por la propia "grafiosis", y únicamente se identifican escasos y dispersos pies de diversas edades aislados de Ulmus pumila L. (olmo de Siberia). Las especies más utilizadas han sido: 50- phora japonica L. (acacia del Japón); Robinia pseudacacia L. (falsa acacia) y, Gleditsia triacanthos L. (acacia de tres púas), que presentan generalmente portes aviejados y retorcidos así como dos ejemplares, uno de Celtis australis L. (almez) y otro de MonIs alba L. (morera).
Paseo de Recaredo
En un tramo de 350 metros aproximadamente subsisten quince viejos olmos: diez a la derecha, partiendo desde la Puerta del Cambrón, hacia la Puerta de Bisagra, y cinco a la izquierda. Son todos árboles muy deformados por las traumáticas podas de formación que amputaron todas las ramas principales y en cuyas cicatrices, algunas con diámetro de 0,80 metros, se iniciaron los procesos de pudrición y ahuecamiento que presentan sus troncos (fotografías números 8, 9, 10, II Y 12). Éstos tienen alturas que oscilan entre dos y cinco metros con diámetros medios entre 0,80 y 1, lO metros.
Las copas, muy irregulares, están formadas exclusivamente por las ramas generadas por los gruesos retoños que arrancan de las citadas amputaciones. El ahuecamiento en alguno de ellos está protegido con redes metálicas, para evitar las nidificaciones y vertidos indeseados en su interior (fotografía número 13). El tocón del último pie seco, ya talado a ras del suelo, corresponde a un árbol con un diámetro de un metro (fotografía número 14). La reposición de los pies desaparecidos se ha realizado fundamentalmente, al igual que en la referida Avenida de Carlos I1I, con acacias del Japón, falsas acacias y en menor número con acacias de tres púas. La reposición recientemente realizada en la margen derecha ha dado continuidad a la alineación de árboles pero ha roto su estructura por la diferencia de edades y características físicas.
En la izquierda, la plantación presenta una doble fila, a ambos lados de paseo peatonal, recientemente enlosado con placas de granito, con cinco viejos olmos situados únicamente a la derecha, que se completan con pies envejecidos y tortuosos de las especies citadas. Las copas de ambas márgenes, sin llegar a entrelazarse, permiten intuir la belleza y el confort que ofrecieron a los viandantes.
Paseo de la Rosa
El paseo que, según ANTONIO PONZ, se e~tendía un cuarto de legua hasta el arroyo de la Rosa, ha quedado reducido, víctima del desarrollo urbanístico de la ciudad, a un tramo de menos de 200 metros, colindante con la famosa Huerta del Rey. Todo él tiene como límite el muro de separación con ésta, cuya coronación es una bancada corrida, con respaldo de enrejado metálico muy apreciada por los paseantes.
Se mantienen en ella vivos nueve ejemplares con troncos con alturas entre 3 y 5 metros y diámetros entre I y 1,20 metros, también ahuecados y descortezados, que sufrieron, en la propia cruz, la amputación casi total de sus ramas principales, desde las que se regeneraron retoños muy erectos que conforman copas altas e irregulares pero poco voluminosas (fotografías números 15, 16,17,18 Y 19). Forman dos pequeños grupos: en el primero se integran, sin estar alineados, tres, acompañados por dos acacias del Japón y una acacia de tres púas que ofrecen una sorprendente panorámica con el Puente de Alcántara y el Alcázar al fondo (fotografías números 20 y 21); en el segundo se reúnen, en dos líneas, cinco, junto a dos acacias del Japón. En una zona intermedia, más estrecha, por estar en ella acondiciona una zona de aparcamiento, se encuentran el olmo restante y, tres acacias del Japón. En la margen opuesta, convertida en vía de servicio y zona de aparcamiento, se mantienen en pie únicamente un grupo de sophoras, robineas y gleditsias, alguna de ellas de avanzada edad.
Epílogo
Las observaciones descritas anteriormente fueron realizadas durante los meses del invierno y la primavera pasadas. Detectamos la muerte del olmo que reseñamos en la Avenida de Carlos IIl. muerte silenciosa durante el letargo invernal, así como el tocón referido en el paseo de Recaredo, pero después de escribir estos folios descubrimos la defoliación total de otro ejemplar y la parcial, a modo de "hemiplejía", de otro en la margen derecha del Paseo de Recaredo (fotografía número 22), en un proceso que debe ser achacado a la propia senectud de los ejemplares, confirmando el grave riesgo de desaparición, en un corto espacio de tiempo, de los pocos "viejos olmos", aún supervivientes, y la acertada definición de los árboles como "catedrales de la naturaleza de vida efímera", citada con anterioridad, y cuyo recuerdo en el paisaje toledano queremos perdurar.
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Revista Cultura y Ocio
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