Los padres del niño muerto

Todos debemos afrontar nuestras responsabilidades, incluida la de provocarle la muerte a un hijo de seis años, como hizo una familia de Olot, Gerona, que no quiso vacunar al suyo contra la difteria de la que ha fallecido tras casi un mes de dolorosa agonía.

Son ejemplo de la necedad de quienes luchan contra la medicina basada en la evidencia científica y hacen proselitismo por la que llaman “medicina no convencional” y la “sanación espiritual”, derivada de la magia y la chalatanería.

Son los magonios, nigromantes y mentes simples que en Cataluña proliferan entre los antisistema y los independentistas, como ellos, supuestos progresistas lectores de libros de autoayuda.

Algunos se inventan títulos pseudocientíficos y aparecen en bata blanca en sus consultas de charlatanes para curar con piedras místicas y flores, aunque cuando se sienten mal acuden urgentemente a médicos y piden medicamentos; huyen de sus ungüentos prodigiosos.

Como penitencia los padres del niño muerto deberán cargar con su remordimiento y ofrecerse a los medios informativos para aparecer como el mal ejemplo que fueron, y del que debe huirse.

Y reconocer, además, que pudieron haberle contagiado igual difteria asesina a innumerables niños menores de seis meses, pues hasta esa edad no se les inmuniza contra la enfermedad.

“La casta” que denuncia Podemos –partido enemigo de las farmacéuticas que descubren medicinas--, que son las autoridades sanitarias, vacunan desde su nacimiento contra terribles enfermedades mortales a los niños cuyos padres lo permiten.

Primero, hepatitis B, y antes de cumplir cuatro meses siguen difteria, tétanos, tosferina, haemophilus, poliomielitis, meningococo y neumococo.

Que los padres del niño muerto recuerden que cuando cumplió seis meses “la casta de los médicos y farmacéuticos” les advirtió que había que vacunarlo contra la difteria.

Al negarse lo condenaron a muerte, como hacen con lo que tocan los falsos profetas de la progresía.

 ----

SALAS