Ya había comentado algo similar y lo percibo habitualmente en la consulta. Un nuevo estudio lo corrobora; muchos papás, especialmente cuando su hijo es pequeño, no se dan cuenta de que su hijo está gordo e incluso les gusta o, por lo menos, no muestran ninguna preocupación por ese motivo. Es más, las golosinas, chuches, bebidas azucaradas y el sedentarismo son habituales en sus casas. Lo curioso es que lo observo en todas las clases sociales pero lo que más me llama la atención es que los padres se ven incapaces de frenar la voracidad de sus vástagos.
A muchos padres, abuelos y cuidadores les digo que tienen un nuevo trastorno de la visión y de la imagen corporal que describo como percepción invertida = ven normales a los gordos y delgados a los normales.
A pesar de la información y recomendaciones de los expertos en nutrición no logran hacer cambios en su percepción y no modifican los hábitos.