Cuando era pequeña a mi hermana y a mí nos regalaron una pareja de pájaros muy bonita, de una raza conocida con el nombre de diamante mandarín, proveniente de las lejanas tierras de Australia. Nuestros pájaros nos cautivaron de inmediato con sus bonitos colores, su hermoso canto y sus alegres juegos, así que cuidarlos se convirtió en nuestro pasatiempo favorito. Compramos una amplia jaula, donde tenían suficiente espacio para vivir y jugar y leímos varios libros sobre su especie, para informarnos de su modo de vida. Algunas tardes nos entreteníamos contemplando su balanceo en el columpio y les aplaudíamos cuando aprendían un salto nuevo. Colocamos la jaula en el lugar más luminoso del salón, cerca de un gran ventanal que comunicaba con el jardín.
Una mañana, antes de marcharnos al colegio llenamos los recipientes de la jaula de agua y comida y no nos percatamos que uno de ellos estaba mal colocado, por lo que quedaba un espacio por el que podían escapar los pájaros y así fue cómo sucedió en nuestra ausencia. Cuando regresamos a la hora de comer, nos disgustó ver que la jaula estaba completamente vacía y nos pusimos a llorar desconsoladas, sin embargo, pronto descubrimos que los pájaros no se habían marchado demasiado lejos, estaban posados encima de la mesa del salón esperando tranquilamente nuestro regreso para que pudiéramos devolverles al interior de la jaula. Cuando nos vieron, no salieron volando ni se asustaron y fue muy fácil devolverles al interior de la jaula. Esto nos sorprendió. Nos extrañó que no se hubiesen escapado al jardín, pues la ventana estaba abierta de par en par y entonces comprendimos que nuestros pájaros sólo conocían la vida dentro de su jaula y allí era donde ellos pensaban que se encontraba su verdadera libertad, mientras que la ventana representaba para ellos la incertidumbre y el miedo a lo desconocido, por lo que no sabían que sus alas podían llevarles a los hermosos árboles del jardín, donde habitaban otros pájaros y una nueva felicidad que desconocían. Asi, ellos estaban prisioneros, pero en realidad no lo sabían y eran felices en el único mundo que conocían: su jaula.
¿Cuántas veces a lo largo de tu vida te has sentido como estos pájaros? Crees tenerlo todo para ser feliz, piensas que eres libre, que has elegido tu forma de vida y que puedes hacer lo que deseas, pero un día te das cuenta que estás como ellos, atrapado en la jaula de tu existencia, de la que no puedes escapar fácilmente porque ya te has adaptado a ella y no sabes vivir de otra manera, tienes una falsa sensación de felicidad producida por la seguridad que te proporciona lo conocido y esto te impide descubrir nuevas formas de felicidad. Así es como tu miedo a salir de tu zona de confort, te impide explorar otras posibilidades y encontrar nuevos caminos que te lleven a un nuevo punto de partida de tu vida.
Dicen que el hombre es un animal de costumbres, pero ¿por qué nos acostumbramos a vivir en la infelicidad? ¿por qué creemos que salir de la rutina es peligroso?. Nos pasamos la vida pensando que la felicidad va y viene y que no depende de nosotros, creemos que siempre existe alguna circunstancia externa que nos aleja de ella, como la falta de dinero, la dificultad para encontrar un trabajo, la falta de salud o la soledad en la que vivimos y así vamos construyendo barrotes invisibles que nos rodean y que nos mantienen prisioneros en jaulas que hemos construido nosotros mismos y nos alejan de la verdadera felicidad, pero no lo sabemos porque pensamos que los barrotes que nos atrapan provienen de los momentos difíciles que por sí solos se producen en nuestra vida y que nada tienen que ver con nosotros, cuando en realidad son nuestras propias limitaciones las que nos impiden ver el horizonte con perspectiva, sentirnos libres y hacer lo que realmente desearíamos.
Pero no te sientas atado a tu propia infelicidad y usa los medios que están a tu alcance. Me dirás que uno no puede escapar fácilmente de aquello que no le gusta, pero aunque no lo creas, todos tenemos alas que nos permiten dejar atrás los paisajes de infelicidad. Las alas son nuestra actitud ante la vida y los recursos de los que disponemos y éstos aparecen cuando confiamos en nosotros mismos y en nuestras propias posibilidades. Creer en ti mismo con una actitud positiva, es la fuerza más poderosa para poder emprender tu propio vuelo hacia donde quiera que se encuentren tus sueños. Pero debes atreverte y tener convicción, no basta con mirar a través de la ventana una bella puesta de sol que se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Si siempre permaneces en el mismo lugar, te perderás la posibilidad de conocer nuevos paisajes. Rompe la jaula que te impide avanzar y dirígete hacia el paisaje de tus sueños, pero no te conformes sólo con soñar y haz que ese paisaje forme parte de tu vida, recórrelo sin convertirte en mero espectador, sino siendo el verdadero protagonista. Puede que tu infelicidad actual te impida ver el horizonte, pero sólo tú tienes la llave para abrir la puerta de la jaula en la que vives atrapado. No esperes a que cambie alguna circunstancia de tu vida, porque sólo tú puedes ser impulsor de ese cambio y si tienes una actitud positiva lo conseguirás.
Quizá los pájaros eran felices en su jaula, pero esto era debido a que no conocían otro modo de vida. De haber sabido que a tan sólo unos pasos se encontraba el jardín y su verdadera libertad, los pájaros habrían intentado escapar cada día de su existencia y seguramente, su persistencia y motivación les habría ayudado a conseguirlo. ¿Quieres ser como los pájaros de la jaula y vivir una felicidad limitada o te gustaría conocer la verdadera felicidad, ésa que se escribe en letras mayúsculas? De ti depende. Sólo debes ser optimista, escucharte a ti mismo, creer en tus sueños y no abandonarlos nunca, así podrás salir de ése lugar donde piensas que no hay escapatoria posible y dirigirte hacia la vida que siempre has deseado vivir. Recuerda que ningún pájaro nació sabiendo volar, lo aprendió con el tiempo, de la misma manera que la felicidad se alcanza a través del aprendizaje y conocimiento de uno mismo.
Ha llegado la primavera y después de un frío invierno, tu jardín comienza a florecer y a mostrar sus bellos colores, ¿te lo pensabas perder?. Ninguna circunstancia o persona pueden impedir tu propia felicidad, no olvides que tus alas pueden llevarte a donde desees. No te dejes atrapar por tus límites, rompe la jaula en la que vives y descubre las maravillas del mundo que te rodea.
Cuando vueles al lugar en el que se encuentran tus sueños, verás tu vida con una nueva perspectiva y descubrirás posibilidades de felicidad que desconocías.