Revista Libros
Luciano Gauna tiene el prontuario de un personaje de Woody Allen: es hipocondríaco, toma ansiolíticos, fuma como una chimenea, rumia desde hace años con un guión de cine que nunca termina y se gana la vida con un traje de peluche animando fiestas infantiles (o, más bien, desanimándolas porque dos por tres se queda dormido en medio del show con el disfraz puesto).Las cosas con el mundo no están mucho mejor, lo persiguen, lo estafan, lo pasan por encima, lo dejan de lado. Es un perdedor, una víctima, es eso que el cine norteamericano post Woody Allen llamo, a mediados de los años noventa, un slanker, una especie de paria cool que no tolera las reglas sociales y vive siempre por debajo de sus posibilidades.Los paranoicos, la ópera prima de Gabriel Medina, da de entrada con el tono justo para retratar a este héroe de la fuga, que se la pasa haciendo equilibrio en el borde de las cosas. La película es una comedia, naturalmente, es una comedia tramada con situaciones perfectamente verosímiles y perfectamente descabelladas; pero el hallazgo de Medina es haber permitido que la energía del personaje se apodere, de algún modo, de toda la película; y esa energía es cualquier cosa menos un chiste.Es una energía intensa- ensimismada- que se reprime y estalla de golpe, capaz de pasar en un segundo de la ligerez a la densidad, del candor luminoso a la oscuridad, del paso de comedia más risueño a la explosión más amenazante. Los paranoicos es una comedia sombría, traicionera, de una rara inteligencia. Un film que más allá de celebrar el calvario tragicómico de su protagonista parecen parece plantear una pregunta nada frívola ¿y si eso que llamamos paras “taras” fueran en realidad estrategias, los métodos ridículos, extravagantes o lunáticos con que los otros se las ingenian siempre para hacer, exactamente, lo que tienen ganas de hacer?
Presentación realizada por Alan Pauls el 7 de julio de 2010 en el ciclo Indie love en Primer Plano I.Sat.
Transcripción del siguiente enlace audiovisual: https://vimeo.com/13041348