Edición: Lumen, 2014Páginas: 384ISBN: 9788426401380Precio: 19,90 € (e-book: 11,99 €)
Después del éxito de La vida cuando era nuestra(Lumen, 2013), Marian Izaguirre (Bilbao, 1951) firma una novela que apuesta de nuevo por la narración en dos tiempos, los escenarios convulsos de diversos países, los personajes marcados por la culpa, los fuertes lazos de amor y amistad, y las sutiles referencias artísticas. Al más puro estilo Kate Morton, aunque con un tono más sereno y sosegado, Los pasos que nos separan conecta un romance apasionado del pasado con la frescura de una generación más joven que busca respuestas, sin saberlo, en esos tiempos lejanos. En esta ocasión no hay librerías de viejo ni se respira la angustia de la posguerra española, pero la elegancia de la autora y su habilidad para penetrar en el desasosiego de los protagonistas se mantienen intactas.¿Qué más dan las mentiras sobre uno mismo cuando todo está aún por inventar?*En 1920, Salvador, un joven catalán burgués, pasa una temporada en Trieste para formarse como escultor al lado de un artista italiano. Sin embargo, el aprendizaje más importante no lo encuentra en el taller, sino en los brazos de Edita, una mujer nacida en Liubliana de la que se enamora de inmediato. Ella le corresponde, pero hay un problema: está casada y tiene una hija. Su romance, además, está inmerso en los conflictos entre los italianos que reivindican la ciudad como territorio propio y los eslavos que se resisten al régimen fascista. De forma paralela, en la Barcelona de 1979, Marina, una chica de veinte años, regresa de unas vacaciones de desenfreno que le han dejado una huella inesperada: un embarazo no deseado. Mientras medita lo que va a hacer, encuentra un trabajo que le permite evadirse unos días, un trabajo que consiste en acompañar a un anciano que quiere viajar por última vez a los lugares que marcaron su vida. El anciano se llama Salvador y necesita hacer este viaje por Edita.Casi todos nuestros pecados nos acompañan desde mucho antes de que los cometamosIzaguirre escribe con una aparente sencillez que esconde mensajes más profundos de lo que sugiere la trama. La vida cuando era nuestra, esa historia de libros y libreros, de una señora inglesa que disfrutó de la fastuosidad de las grandes ciudades europeas a principios del siglo XX, era ante todo una novela sobre la generosidad, sobre la valentía de atreverse a vivir cuando se ha perdido casi todo y sobre la lectura como resistencia. Los pasos que nos separanhabla de un romance apasionado y de una chica que sufre las consecuencias de querer vivir demasiado rápido; aun así, el fondo de la obra plantea un tema mucho más lúcido: la maternidad y las diferentes formas de renunciar a ella. El embarazo de Marina no es anecdótico, como tampoco lo es el hecho de que Edita, la amante de Salvador, sea madre. La autora, no obstante, no se refiere a la cuestión con el tópico de «tener hijos es lo mejor que me ha pasado en la vida». En un gran ejercicio de delicadeza y empatía, Izaguirre reflexiona sobre el aborto y no elude las decisiones complicadas a las que se debe enfrentar una mujer.La vida se les echó encima como un desprendimiento de tierras en las laderas del Carso
L'Annunziata, Messina (1475).
Las relaciones intergeneracionales, por otro lado, constituyen un punto destacable gracias a la amistad entre el Salvador anciano y Marina. Comienzan su trato como dos extraños, dos personas de edades y sexos diferentes que a primera vista no tienen nada en común. Con todo, poco a poco sacan a la luz lo que callan y la distancia se reduce. Esta camaradería muestra cómo dos generaciones, dos formas distintas de ver el mundo, pueden enriquecerse mutuamente, tal y como ocurría con Alice y Lola en La vida cuando era nuestra. Izaguirre domina el diálogo, esos momentos de interacción (y de silencios) en los que se descubre al otro. Sucede algo parecido con Salvador y Edita, en su caso por no compartir origen. Él debe aprender, y aprende, el agitado ambiente en el que se ha criado su amada, que determina de manera inevitable su futuro.Ahora que la vida iba en serio podía, a pesar de todo, imaginar que le ocurrirían otras cosas y que no todas iban a ser malasMás allá de estas interpretaciones, Los pasan que nos separan es también una interesante inmersión en dos épocas y sus manifestaciones culturales. En los años veinte, Trieste, el arte pictórico y escultórico de los maestros italianos (el cuadro L’Annunziata, de Antonello da Messina, protagoniza un misterio ligado al destino de los amantes), las manifestaciones lideradas por Gabriele D’Annunzio y los movimientos secretos de los eslavos. En los setenta, en una Barcelona moderna, la liberación de costumbres de la juventud («cuando había que ser inconsciente y despreocupada por obligación», pág. 99), acompañada de la música de la Companyia Elèctrica Dharmay las salidas a la sala Zeleste. Escenarios que laten en Salvador y Edita, en Marina y sus amigos. La autora introduce los datos históricos con perspicacia, siempre al servicio del relato y nunca como descripciones farragosas.Hay cosas que tienen que suceder para que podamos crecer después del batacazoMarian Izaguirre
La narración, por su parte, depara alguna que otra sorpresa. La mayoría del texto se asemeja a una tercera persona convencional; ahora bien, en algunos párrafos los personajes (Salvador, Marina y alguien más) ponen su propia voz, expresan lo que sienten con sus palabras, un recurso que añade intensidad, como en los continuos «Me llamo Marina y estoy embarazada», y que conforma un pequeño juego que culmina en el último capítulo. Por lo demás, Izaguirre sigue en su línea, con un estilo pulcro y depurado, un ritmo ágil, un equilibrio perfecto entre tranquilidad e intriga, entre placidez y conmoción. En cinco palabras: una novela escrita para disfrutar. Y para no perdérsela.*Las citas en cursiva se encuentran en las páginas 32, 34, 82, 109 y 152.