Los peligros de no saber perder JAVIER RIVAS Con absoluta seguridad, ni Jair Bolsonaro ni Donald Trump han leído a Elmer Mendoza. Sin embargo, si se asomasen a la serie de seis novelas del escritor mexicano protagonizadas por el policía de Culiacán Edgar El Zurdo Mendieta, además de disfrutar de muy buena literatura negra, podrían quedarse con una idea repetida en distintos momentos de sus tramas que quizás les invitase a reflexionar (si ello es posible en ambos casos): “Hay veces que uno pierde y otras en que deja de ganar”. 2023 se ha estrenado con un muy preocupante déjà vu del 21; unas turbas inspiradas e instigadas por un político que no acepta su derrota electoral asaltan sedes de la democracia de su país espoleadas por mentiras y por la pretensión de revertir por la fuerza el resultado de las urnas. Un intento de golpe de Estado de manual que refleja lo peor (y más peligroso) de una polarización política y un populismo subidos a la ola del debilitamiento de las reglas del juego democrático y las patrañas difundidas en las redes. En 2021, fue Washington; dos años casi clavados después, Brasilia. Desde el mismo domingo en que se produjo el asalto en la capital brasileña, hemos ido ofreciendo un amplio abanico de análisis (junto a toda la información, que puede repasar en este enlace) sobre lo que, recién iniciado, aspira ya a ser una de las noticias de 2023. Estas son algunas de las ideas que dejan nuestros autores. Daniel Innerarity fija el foco en cuál debe ser la labor de un partido que ha perdido las elecciones. “La oposición es uno de los agujeros negros de la democracia, donde nadie mira, a la que no se dirigen demandas específicas y no sabemos muy bien para qué sirve, pero sin la cual el engranaje de la democracia no puede funcionar correctamente”, reflexiona. El catedrático incide en que lo ocurrido en Brasilia y en Washington sería imposible sin “una perversión de los conceptos y del discurso político. La pretensión de los populistas de hablar en nombre del pueblo les incapacita para aceptar los procedimientos democráticos”. Y remata alertando de que “una oposición que deslegitima al Gobierno sin ninguna moderación puede terminar careciendo de argumentos creíbles para rechazar las formas injustificables de hacerle frente (como la violencia)”. Esta es su tribuna: La oposición, al asalto. Lluís Bassets da la vuelta al lema que orna la bandera brasileña (“Orden y progreso”) y señala que “desorden e involución” son los términos que mejor representan a los asaltantes de Brasilia y Washington, “dos actos idénticos de profanación de las instituciones”. “Ya no funciona ni en Estados Unidos ni en Brasil un mecanismo democrático elemental como es la percepción mayoritaria de una realidad compartida, a partir de una mínima confianza en los datos, las estadísticas o la ciencia”, abunda en su columna Desorden e involución. Puede leerla aquí. Si algo nos enseña lo que ha pasado en Brasil, en EE UU y en otros lugares es que “los populistas son capaces de mantener una presencia destacada en el sistema político incluso después de perder unas elecciones”, considera Yascha Mounk. Y advierte de que la insurrección del domingo “es, aunque no hayan participado más que unos cuantos miles de personas, un presagio inquietante de lo que puede ocurrir en unas elecciones futuras. El país sigue profundamente dividido”. Puede leerlo en El golpe en Brasil. Sergio del Molino pide que seamos más activos: “El único remedio contra la modorra es una militancia que roce el fanatismo. Solo quien asuma la defensa de la democracia como una misión sagrada podrá sobreponerse al sopor que ya atonta a los demás. (…) Las cosas se tienen que poner muy feas para que un demócrata se movilice, y cuando eso sucede, el deterioro es irreversible: los gañanes con cuernos y caras pintadas tienen actas de diputado y aspiran a quedárselas a perpetuidad”. No deje de asomarse a su alegato: Cuando nos curamos de espanto, estamos listos para enfermar de todo lo demás. José Luis Sastre se detiene en lo que Carmela Ríos llama hoy mismo en su Anatomía de Twitter una de las pandemias que se ha apoderado silenciosamente del planeta: la polarización. “Es eso que se deja crecer porque moviliza. O que se azuza porque atrae. Porque de hablar a los gritos y de la incapacidad para reconocer al oponente y sus victorias hay alguien que es responsable, que le interesa y se beneficia”, escribe Sastre en La polarización, ¿qué es? |