Por qué causa tanto desasosiego la contemplación de nuestra clase política? ¿Por qué en España sólo suben a la cumbre los peores? ¿Porqué los mejores nunca están en el poder? Hay tres respuestas para estas tres incógnitas: la primera es que la política es un estercolero donde sólo se sienten a gusto los peores; la segunda es que el camino de los buenos está bloqueado por los miserables; la última es que el pueblo español, que es el que tiene la llave para elegir a gente decente para que ejerzan el poder, prefiere a ineptos, corruptos y sinvergüenzas. ---
La clase política española es tan inepta que da miedo y grima. Cualquiera de nosotros conoce a personas con valores y preparación, cien veces más dignas y con mayores méritos para gobernar que tipos como Rajoy, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias.
El tiempo transcurrido desde las elecciones del 20 de diciembre ha sido tan rico en bajezas que ha demostrado ante los ojos de toda España la pésima calidad de nuestra democracia y la profunda degradación moral y humana de la clase política española.
El desfile de los miserables ante las cámaras de televisión, exhibiendo odio, arrogancia, incapacidad para dialogar, rencores, mentiras, ambiciones y codicia, ha sido nauseabundo. Un Rajoy falso, incumplidor de sus promesas, indolente, débil, incapaz de dialogar hasta con su propio partido y culpable por su mal gobierno, de haber desaprovechado la mayoría absoluta que le regaló el pueblo español para acabar con la corrupción, adelgazar el Estado monstruoso, la regenerar la política y adecentar la vida pública, es merecedor de haber perdido millones de votos y de encontrarse ahora en bancarrota.
Pero muchos españoles contemplamos atónitos y angustiados que los repuestos disponibles son tan decepcionantes y peligrosos, ambiciosos y arrogantes, ineptos y codiciosos. El espectáculo de Pedro Sánchez, dispuesto a todo con tal de ser presidente, incluso de arrojar a España en manos de bellacos, traicionar sus ideas y aplastar a su propio partido, es aterrador, como no lo es menos la ambición desmedida del imitador del coronel Hugo Chavez, toda una amenaza de tiranía y liberticidio para una España que, tras haber vivido una guerra entre hermanos y cuatro décadas de dictadura, no merece otro calvario totalitario.
¿O sí lo merece? porque los principales culpables del drama español del presente no son únicamente la deplorable y desesperante clase política, hundida en la basura, sino la propia sociedad española, tan envilecida que sólo es capaz de elegir bandas y piaras en las urnas.
España está postrada por culpa de la bajeza del poder, de políticos culpables principales del deterioro y envilecimiento de una sociedad a la que se empuja hacia la pobreza mental y el vicio a través de la baja calidad de la enseñanza y el veneno de la televisión basura, del independentismo que amenaza con despedazar el país, del desempleo masivo, del avance de la pobreza, del endeudamiento atroz, del desprestigio de la clase política, de la desigualdad hiriente, de la injusticia reinante, del asesinato de la democracia y de muchos otros daños y estragos, todos ellos causados por una clase dirigente sin valores ni méritos, que ha demostrado que ni siquiera merece regentar una tienda.
Hoy, la sociedad española, desarmada de valores y acobardada, ofrece un espectáculo todavía más patético que su clase dirigente porque no sólo es incapaz de ejercer su derecho a reblarse contra la vergüenza española imponiendo cordura y decencia en la vida pública, sino que cada vez que acude a las urnas, en lugar de remediar la tragedia española eligiendo a personas de mérito y valor, capaces de sacar el país adelante con entrega, servicio y ejemplo, elige a auténticas piltrafas, sembradoras de inquietud, dirigentes sin valor ni grandeza moral, llenos de mediocridad y peligro.
Los españoles, acobardados y sin ilusión, parecen haberse entregado a la desesperación y haber renunciado al impulso regenerador al aceptar que sólo pueden elegir entre corruptos y totalitarios, cuando hay otra opción, que es la única salvadora, consistente en elegir a partidos nuevos con limpieza, votar en blanco o abstenerse masivamente, debilitando así a los depredadores y expresando con claridad que queremos mas democracia y limpieza, no a esas manadas llamadas "partidos políticos", donde hay decenas de miles de miserables que destrozan el país y que, en una verdadera democracia, harían cola en las puertas de los juzgados y prisiones.
Revista Opinión
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