Revista Cultura y Ocio

Los Peores (VII): Louis Quilico

Publicado el 12 octubre 2009 por Gino
Los Peores (VII): Louis Quilico
El interés en determinadas grabaciones privadas de funciones operísticas suele centrarse en uno o dos de los intérpretes principales, pero naturalmente es también deseable que el resto del reparto tenga cierto nivel. Por ello el coleccionista tiene motivos para desesperarse con numerosos registros, provenientes de teatros norteamericanos la mayoría, que incluyen un indeseado regalo sorpresa: la presencia de Mr. Louis Quilico.
Quilico ciertamente tenía voz de barítono, potente dicen las crónicas, pero basada en una emisión desaseada y grosera. Desconocedor de los mínimos rudimentos del canto a pesar de haber estudiado incluso con Stracciari, producía sonidos de los que suelen llamarse "cerrados": gruesos y estentóreos pero sin timbre verdadero, ya que estaban colocados en pleno esófago. Eran por tanto más propios de un ventrílocuo que de un cantante de ópera. El timbre era de una monotonía insufrible, perfectamente mate y áspero de arriba abajo. Hablar de algo parecido a la media voz es ciencia ficción. No se puede negar que era un instrumento extenso, pero el registro agudo era típicamente fibroso y duro, como por desgracia ha terminado aceptándose entre las voces graves. La dicción, para colmo, además de pésima tenía el inconfundible dejo gutural de los borrachos (al efecto, escúchese el recitativo "Alzati, la tuo figlio" del aria de "Un Ballo in maschera" que hay en Youtube) El intérprete, como si no hubiese pasado el tiempo, era fiel a todos los recursos veristas en boga durante los años cincuenta: sollozos, declamados, gruñidos y por supuesto el famoso birignao nasal, que como es sabido caracteriza siempre a los villanos (al igual que las miradas aviesas o las carcajadas satánicas). Nuestro hombre era en definitiva una síntesis de la peor fonación anglosajona y la escuela italiana más declinante.
Quilico pisó el MET ya siendo veterano, sólo tras la marcha de Rudolph Bing en 1972, pero se mantuvo como artista de la casa hasta 1995 alcanzando casi las trescientas actuaciones. A modo de mentís y escarnio lanzados contra todo lo que queramos reprocharle, el hecho es que conservó su vozarrón en buena forma durante más tiempo que la mayoría de cantantes que se molestaban en cantar bien. Su repertorio incluyó todos los grandes papeles de barítono italiano que en décadas anteriores habían cantado gentes como Warren o MacNeil. De esta forma desaparecía (¿para siempre?) la verdadera imagen del barítono verdiano, heredando los sucesores de Quilico (entre ellos, su propio hijo Gino) su incompetencia técnica mientras además se perdían incluso sus pocas cualidades naturales. Puede que algunos aún ni hayan notado la diferencia.Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.

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