![Los peores (X): James McCracken Los peores (X): James McCracken](http://m1.paperblog.com/i/31/317666/peores-x-james-mccracken-L-UE4fPQ.jpeg)
La voz de McCracken chocará a cualquiera por poca ópera que haya escuchado, puesto que su audición llega a ser desagradable al oído. La voz era ingrata, con una extraña cualidad "percutiente" y explicaba bien la diferencia entre timbres oscuros y los que son sencillamente mates y sordos por estar emitidos sin enmascarar. Según las crónicas se trataba de un instrumento voluminoso y, siendo él mismo un hombre robusto, esto bastó para clasificarlo como tenor heroico. Desprovisto casi totalmente de técnica, en la zona de pasaje practicaba una especie de parodia de la cobertura en la que la emisión se estrujaba penosamente, a menudo calante y siempre agarrada a la gola, y desde ahí aparecían sonidos que nunca debieron aceptarse como musicales. El extremo agudo, despegado del resto de la voz, causaba angustia por la tensión mortal que sugería y no únicamente por el terrible vibrato stretto. No era un sonido timbrado como debe escucharse en un cantante de ópera sino estentóreo y destemplado. Forzado permanentemente, su línea era rígida, carente de cualquier tipo de modulación (si no en falsete) e inaguantable tanto por el tono monocorde como por la chapucera dicción, que continuamente se distorsionaba para sugerir intensidad dramática. Como sucede a menudo en los malos cantantes, McCracken ejercía su mal gusto con total sinceridad (en esto fue un fiel seguidor de Vinay) lo cual le ganó fama de intérprete "convincente". Como es natural su terreno eran los papeles escritos en la franja central, donde el ímpetu desaforado de su declamación parecía hacer su efecto - siempre que se aceptara la reducción de los personajes a monigotes vociferantes.
El público y la crítica anglosajones, impasibles, aceptaron todo esto e incluso podrá pensarse que McCracken sería una prueba más de la antipatía de estas audiciencias por los timbres genuinos de tenor - nítidos y con squillo. No grabó mucho, puesto que también mantuvo una relación compleja con las discográficas: con la Decca terminó incluso en los juzgados. Un par sus registros mantienen cierto prestigio: "Otello" (Barbirolli) y "Carmen" (Bernstein). Su encarnación del Moro de Venecia es un decálogo de todo lo que se puede hacer frente a un micrófono sin rozar el canto ni por casualidad. Quedan impresos en la memoria auditiva los escalofriantes aullidos del Cuarteto del segundo Acto y una terrorífica dicción de las erres que hace preguntarse sobre la función del productor del registro. Sobre este "Otello" hay que decir también que es representativo de cierto afán de desitalianizar la ópera italiana: dirección cuidada pero morosa y sin chispa teatral, una pareja protagonista desaliñada en lo vocal y un barítono que, aunque cantando muy bien, parece estar leyendo una tesis doctoral en Cambridge. En "Carmen" falla todo o casi todo, y bajo la extravagante dirección de Bernstein tenemos a una eximia vocalista desnortada en las escenas dramáticas y a un Don José del que sorprendentemente se sacaron buenas intenciones pero que nunca dejó de tener la personalidad vocal de Parpignol. Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.