Concebidos y elaborados durante esas semanas que nos transformaron en náufragos domésticos, cuando tu propia vivienda era tu mayor enemigo, estos textos pugnaron por abrirse camino como soluciones esmeriladas entre las grietas de unos días esencialmente opacos, existencialmente herméticos. Y aparecen además de modo anárquico para plasmar
con la mayor fidelidad posible algunas de las anárquicas vivencias de un narrador desterrado en los confines de una cuarentena anacrónica. De ahí las variaciones en la extensión y el tono de cada cuento.
Se trata, pues, de relatos simultáneos para un tiempo detenido, animados por el afán de lograr un sentido literario dentro de unas jornadas aliñadas con seducciones de alquitrán.
Nº de páginas: 154
Formato: Tapa blanda
Sobre el autor: Francisco Javier Rodríguez Barranco
Las reseñas literarias nunca son objetivas. Deberían serlo, pero quien las realiza no es una máquina, un robot. Si a ello se une la pasión, la identificación con el texto... En fin, que se puede recomendar un libro sin tener información alguna acerca del autor, de la editorial, etc.
Es el caso que traigo a colación. Ediciones Azimut, gran desconocida para mí hasta el momento, ha tenido a bien regalarme un ejemplar de Los perfiles olvidados, de Francisco Javier Rodríguez Barranco. No es un libro que vaya a ser expuesto en los escaparates (aunque me gustaría que no fuera así) pero sin embargo es un libro que cumple con los objetos marcados desde el principio, está bien escrito y destila un humor negro, un sarcasmo y una ironía con la que me siento identificado, incluso cuando me pongo a escribir.
Se trata de un compendio de relatos que tienen como nexo común el confinamiento asociado a la pandemia. Son muchos los títulos que rondan el tema, y no es para menos, que juego estamos teniendo. Yo mismo, sin ir más lejos, he abordado las distintas fases en una trilogía de la que hasta ahora solo se ha publicado el primer volumen.
Pero vamos a lo que vamos. Rodríguez Barranco, madrileño afincado en Málaga, ha sido capaz de sacarse de la manga un sello editorial propio en el que publica títulos bastante interesantes (ya he indagado) entre los que introduce algunos de cuño propio. No sé qué fue lo que más me llamó la atención para tomar este y no otro volumen de los que abarrotan mi mesa de trabajo (disputa eterna con la que mi mujer terminará echándome de casa o haciendo una hoguera), pero lo cierto es que en dos sentadas he podido dar cuenta de esta afable forma de narrar que tiene el autor, historias de ficción que bien se pudieran haber materializado delante de sus ojos, a través de los cristales, de los "aplausitos" o de los prismáticos, que todas las posibilidades caben es este cajón.
Los protagonistas de sus historias, breves por lo general, son personas corrientes pero que tiene cierta retranca, y eso es precisamente lo que más me gusta de su estilo. Lo kafkiano se convierte en corriente, y si ello es posible, algo no anda bien del todo.
Claro que se hace referencia a conspiraciones, igual que a miles de preguntas que nos seguimos haciendo mucho después de que este libro fuera publicado en 2020. Pero ¿acaso es posible no formularse ciertas preguntas?
Ante la desazón siempre es bienvenido el humor, que suple los huecos de la nostalgia y la falta de seres queridos, el exilio del contacto íntimo y hasta el de las relaciones sexuales, si nos ponemos serios.
Como médico que soy, doy fe que es buena terapia refugiarse en las letras, ya sea leyéndolas o encadenándolas para que otros las gocen. Los premios literarios de este año deberían recaer sobre todos aquellos escritores, anónimos que han escrito su primer libro, no importa la calidad, pero que han vencido sus miedos para dar ese paso adelante que les hacía falta, o a otros, también valientes, como Francisco Javier, que con títulos interesantes en su haber particular ( El cine que no se ve, La vía láctea, Venus...) han querido y sabido compartir un poquito de su alma con todos nosotros, sus lectores. Es justo, pues, leerlos y llegar a conocerlos, y hablar de ellos y permitir que los medios puedan ser su voz, tan necesaria en estos tiempos.
Rodríguez Barranco es valiente, qué duda cabe y solo me queda pedir un voto de confianza en su buen hacer literario. Hasta estoy pensando en enviarle uno de los manuscritos que duermen en mi cajón...
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez
Si quieres hacerte con un ejemplar lo puedes hacer desde el siguiente enlace: Los perfiles olvidades