A propósito, cuando los persas derrotaron totalmente a los babilonios gobernados por Nabondio, no destruyeron su capital, Babilonia, sino que la tomaron astutamente, pues desviaron las aguas del Éufrates y los soldados pudieron atravesar así los enormes canales que rodeaban la ciudad y en cierto modo protegían la ciudad. Pero como los babilonios tenían extrema confianza en sus murallas, las cuales consideraban inexpugnables, se dedicaban a celebrar mientras sus ejércitos se desangraban en la campaña. Ni siquiera con gran parte del ejército persa rodeando Babilonia, se preocuparon un poco en la defensa de la misma. De todas maneras no les sorprendió mucho ver que los persas habían superado el obstáculo de los canales astutamente y habían conseguido ingresar a la urbe; la población no ofreció resistencia. Ciro por otro lado, tampoco quería perpetrar un genocidio e hizo que se le entregue el poder de modo civilizado. Babilonia entonces pasó a formar parte del creciente Imperio Persa. Algunas de las poblaciones sometidas también fueron liberadas, siendo los judíos una de ellas, a quienes se les permitió volver a Jerusalén y reconstruir su templo. Quizá este respeto de Ciro por otras culturas y naciones le sirvió para mantener el dominio sobre un imperio vastísimo.
Finalmente este gran rey murió en el año 529 a.n.e. en Afganistán, cuando intentaba seguir con éxitos sus campañas por las zonas norteñas. Se le enterró en Pasagarda donde había establecido la capital de su imperio. Fue sucedido por su hijo Cambises quien también se convirtió en un sediento conquistador, sometiendo Egipto, Libia y Cirenaica. El reinado de este soberano, sin embargo, fue algo breve, pues un mago usurpador llamado Gaumata, se hizo con el poder mientras el rey de reyes andaba de campaña en tierra de faraones. Cambises emprendió el camino de regreso con el fin de poner fin a este golpe de estado, pero murió en extrañas circunstancias. Esmerdis o Gaumata fue más tarde depuesto y asesinado por los nobles persas, los cuales le dieron el poder a Darío, un aristócrata que por igual pertenecía a la familia aquémenida. Otra vez los persas tocarían la gloria con este gran rey que extendió las fronteras del imperio por el Este hasta el mismo río Indo y por el oeste hasta Tracia. Esto quiere decir que los persas tenían planeado lanzarse sobre los griegos. Dando origen con el tiempo a la Primera Guerra Médica.
Las Guerras Médicas
Los persas empezaron a fijarse en las ciudades griegas del Asia Menor, y con el pasar de los años muchas de ellas fueron prácticamente incorporadas al imperio mediante el vasallaje. Sin embargo, en el año 499 a.n.e., la ciudad jonia de Mileto pidió ayuda a sus hermanas griegas. Los atenienses, tanto por conveniencia como por protagonismo, respondieron al llamado y enviaron veinte barcos de guerra. Un año después los jonios ocuparon Sardes, sin embargo, los enfrentamientos siguieron hasta que cuatro años más tarde, los griegos recibieron una apabullante derrota. Mileto fue ocupada y finamente Darío decide acabar con los atenienses, y para ello, debía atacar Grecia entera. Era el 490 a.n.e., se da inicio a la Primera Guerra Médica, y los persas ven frenadas sus ambiciones, pues a pesar de contar con una poderosa flota y un enorme ejercito, son derrotados en la batalla de Maratón, donde los atenienses defendieron occidente con 10 mil de los suyos; más 2 mil que se ofrecieron desde Platea. A pesar de que los persas, según la tradición, superaban a los griegos en varios miles, fueron derrotados totalmente.
la Segunda Guerra Médica, diez años después, fue continuada por el rey persa Jerjes. Esta vez la mayor parte de Grecia se levantó contra el invasor. Célebres actos como los de Leónidas y sus 300 espartanos, así como las victorias en Salamina, Platea y Micala, significaron el fin de las pretensiones persas de hacerse con la Hélade. En efecto, aquel imperio que había sometido a todos sus vecinos, había sido frenado en seco por los griegos, políticamente divididos, inferiores en número, pero que amaban la libertad y eran dueños de la estrategia. Luego de esto, los persas iniciaron una paulatina decadencia. Algunos historiadores inclusive estiman que existió una Tercera Guerra Médica hacia el 468 a.n.e., cuando Atenas buscó expulsar a los persas del Asia Menor. Así Aristides organiza la Liga Ática; Esparta no se unió y formó por separado la Liga del Peloponeso. Los persas del rey de reyes Artajerjes son derrotados por Cimón en la batalla de Euromidonte o Chipre y las hostilidades entre persas y griegos finalizan con la Paz de Calias o Cimón firmada en el año 466 a.n.e.
<h2>Persia después de las guerras médicas</h2>
Como sabemos, las Guerras del Peloponeso siguieron a este hecho y Persia trató de entrometerse en la política griega usando un recurso que le sobraba: el oro, una gran debilidad de las polis, y que por cierto necesitaban para financiar el conflicto, según sean de una u otra liga. Los reyes sucesivos persas, a pesar de todo, no estuvieron a la altura de Ciro o Darío y se dedicaron sólo a mantener sus fronteras o incorporar territorios insignificantes. Así permanecieron tanto griegos como persas, en esas mismas relaciones de corrupción y conveniencia, hasta que Macedonia hace su ingreso en la escena histórica. Como sabemos si bien Filipo ya tenía pensado, una vez sometida las ciudades griegas, lanzarse de lleno contra los persas, su muerte hizo que su obra se vea estancada. Pero allí estaba Alejandro, su hijo, quien se encargó de llevar su sueño a límites insospechados. Así entonces, una vez controlado los Balcanes, Alejandro cruza el Helesponto en el año 334 a.n.e. y con un ejército de 35 mil soldados, inicia la conquista del Imperio Persa de los aqueménidas.
Alejandro venció en muchas batallas y se adhirió Asia Menor, Palestina, Siria, las ciudades fenicias, siendo Tiro la que opuso mayor resistencia en un sitio que duró siete meses, y finalmente Egipto donde el macedonio fue coronado como hijo de Ra. Después marchó hacia el mismo corazón de Persia derrotando a sus enemigos en la Batalla de Gaugamela, donde el rey de reyes Darío III termina huyendo y eso fue lo que hizo de ahí en más, aprovechando los largos confines de su imperio. La crisis en la que se vio sumida Persia, que había perdido ciudades importantes como Babilonia y Persépolis, la cual fue incendiada por los griegos y macedonios, ocasionando que la clase sacerdotal, el Consejo de los 7 sabios y los sátrapas en general (los gobernadores regionales), se rebelen contra la autoridad de Darío III quien es finalmente asesinado. De ahí en más, el Imperio Persa aquémenida se cayó a pedazos. Los sátrapas fueron enfrentando a Alejandro Magno independientemente. El macedonio los sometió a todos atravesando las fronteras del mismo imperio persa, para dar inicio a otro nuevo, el Imperio Helenístico, que iba desde los Balcanes hasta el Indo, atravesando Mesopotamia e incluía Egipto. Así, se puso fin a la dinastía aquémenida y al imperio de los persas, el cual fue resucitado en parte por los partos y después por los persas sasánidas, aunque eso, es ya otra historia.
Un poco de la cultura medo-persa
La cultura persa es en ocasiones injustamente llamada la síntesis de una amalgama de culturas de los pueblos que les precedieron o que se hallaban en los territorios que conquistaron. Hasta cierto punto es verdad, pero los persas tenían sus propios rasgos culturales. Antes que nada su organización política estaba basada en un estado monárquico centralista y absoluto, donde el rey de reyes persa era la autoridad máxima; seguida por el Consejo de los 7 sabios; los sátrapas divididos asimismo en uno de tipo general (gobernadores de provincias) y los secretarios reales; hasta finalmente llegar a los Ojos y oídos del rey, también llamados visitadores imperiales, los cuales vigilaban a los funcionarios en cualquier parte de los territorios persas.
Como los caldeos, sumerios, asirios y babilonios, los persas heredaron una fuerte tradición arquitectónica. Los palacios elegantes y majestuosos eran típicos de la tradición medio oriental y Pasargada, Susa y Persepolis fueron embellecidas, exaltando los triunfos, los reyes y dioses de las culturas incorporadas. Los persas también son famosos por sus tumbas de piedra. Por otra parte su escultura destaca por los esmaltados en relieve donde vemos la representación de toros (tal cual los babilonios). Los ladrillos esmaltados también representaron guerras o animales, escenas de la vida diaria, etc. Los grandes palacios tenían siempre una gran sala de audiencias.
En el terreno religioso, los persas rindieron culto a diversas fuerzas naturales, y como hemos mencionado ya, fueron incorporando diversos dioses de pueblos dominados. Hacia el siglo VII a.n.e., empero, surgió un monje reformador llamado Zoroastro o Zaratustra, quién con fuerte tendencias monoteístas intento unificar su país mediante una sola fe. Más tarde sus enseñanzas fueron recogidas por sus seguidores en un libro llamado Zend Avesta. Para Zaratustra, el mundo tiene un dios superior, y el orden está regido por dos principios enfrentados, el Bien y el Mal que definen las acciones, los hechos históricos y la vida de los humanos. El Avesta también tenía normas de conducta moral en cuanto a la educación y las costumbres, que rigieron la vida de los persas y el imperio durante siglos. Muy interesante, y en efecto, el mazdeísmo tuvo mucho éxito durante bastante tiempo por aquellos lares. En cuanto a los ritos religiosos, adoraban el fuego y por lo general hacían sus ofrendas en altares. No era cotidiano erigir grandes templos o imágenes de sus dioses propios.
Esta fue la historia de los persas aqueménidas, una de las naciones que llegó a abarcar un imperio gigantesco, de grandes y variopintos territorios, donde convergieron gran cantidad de culturas que fueron toleradas. Sin embargo, la decadencia de sus últimos gobernantes así como la corrupción de su nobleza y la clase dirigente imperial, se tradujeron en una estrepitosa derrota frente al Helenismo Alejandrino, el cual les devolvió el favor de tolerancia, y permitió que occidente, conozca más de los persas y todos las naciones que alguna vez sometieron.