Políticos: el parlamento se convierte en un espectáculo como un elemento más de consumo para la sociedad de masas. Los representantes políticos españoles, atraídos por esta popularidad chabacana, no dudan en buscar horas de televisión. Si hay que debatir y sacar lo trapos sucios en programas de debate, se hace, y si hay que pasearse por programas como Sálvame, también se hace. De igual manera, las redes sociales se convierten en un espacio de incalculable valor a la hora de captar votos.
Deportistas: Hay deportes con más tirón que otros, pero el fútbol llega a estado de semireligión. Y para muestra, el tiempo dedicado por la televisión. Absorbe el período de deporte de los telediarios, cuenta con maratonianas emisiones específicas en radio, prensa escrita y televisión y hasta canales específicos. Las cuentas de Twitter o las páginas de Facebook de de estos nuevos evangelizadores del consumo son seguidas por legiones de fans deseosos de recibir "instrucciones" de sud ídolos.
Famosetes y
héroes de los chabacano: los hijos de famosos, acostumbrado a vivir de la farándula y sin otro mérito que su pedigree, intentan en muchas ocasiones seguir los pasos de sus progenitores. A ellos se unen una troupe de aspirantes dispuestos a traspasar cualquier código ético o moral con tal de alcanzar el ansiado minuto de gloria. Innumerables realitys y programas de "debates" se encargan de darles este escenario donde desarrollar sus "capacidades".La televisión, medio homogeneizador por excelencia, se adapta a la dimensión transmedia de esta sociedad de pantallas y crea héroes efímeros del siglo XXI.
alfonsovazquez.comciberantropólogo