Revista Cultura y Ocio

Los personajillos y las señoras

Publicado el 23 marzo 2021 por Molinos @molinos1282
Los personajillos y las señorasHace muchísimos años, dieciséis para ser exactos, un tipo entró en mi despacho. Me levanté para saludarle y nada más verme de pie me dijo: «¿pero dónde tienes tú el niño? ¿En las tetas? Porque vaya tetazas se te han puesto.»

Han pasado dieciséis años y todavía recuerdo la sensación de indignación y bochorno que me provocaron aquellas palabras. ¿Qué tipo de personajillo de mierda eres para hacer ese comentario? ¿Qué falla en tus conexiones neuronales para que tu cerebro piense esas palabras y nada en tu mente te haga echar el freno? 

Recordé estas palabras y estas sensaciones al ver, ayer, a otro personajillo, pequeño, minúsculo, diminuto en su capacidad cerebral, un Tiñoso en toda regla leyendo en unos papelitos una supuesta ocurrencia machista dirigida a la ministra Yolanda Diaz. A mi personajillo le puedo reconocer que, por lo menos, improvisó. Su imbecilidad, mala educación y falta de respeto fueron improvisadas. Él era siempre así y le salía solo. El personajillo de ayer tuvo que apuntarse la gracieta machista porque ni siquiera era capaz de improvisarla. Se puede ser machista, pero ser machista a propósito, habiendo estudiado para serlo y encima tener que leerlo es de una incompetencia suprema. Apuesto a que cuando sale del baño, ese personajillo, muchas veces se echa mano a la bragueta porque no se acuerda de si se ha cerrado la cremallera. No puede dejar nada al azar, bastante tiene con respirar sin atorarse. 

Mi personajillo y el de ayer esperaban éxito después de sus intervenciones. ¿Qué éxito?  Mi personajillo probablemente una sonrisa por mi parte o, quién sabe, quizás una carcajada y un «Ay, como eres». El personajillo de ayer esperaba un coro de risas, un «José Luis, qué ocurrente», en sus más locos sueños imaginó que la Ministra se enfadara y en sus fantasías más lujuriosas que la Ministra llorara. El personajillo de ayer quería la fama, sus minutitos de gloria que para eso se había pasado el domingo sentadito delante del ordenador escribiendo con dos dedos, imprimiendo y subrayando en fosforito sacando la lengua para no torcerse. Casi me enternece pensar como se acostó con los folios metiditos en su folder, y al cerrar los ojos, con sus manitas sobre su edredón y el pijamita de botoncitos y cuello,  pensó: mañana me van a felicitar todos. Angelito. 

Mi personajillo se encontró con que yo me giré, le miré y le dije: sal de aquí ahora mismo. Se sorprendió mucho, vociferó algo sobre que iba a hablar con mi jefe y le cerré la puerta en las narices. Nunca más volví a dirigirle la palabra. Si llamaba a mi teléfono, al descolgar y escuchar su voz, le colgaba. Si, por una casualidad me lo cruzaba por un pasillo o en su ciudad, miraba a través de él, como si fuera transparente. Aún hoy, lo sigo haciendo. 

El personajillo de ayer se encontró con la Ministra tratándole como si tuviera once años y fuera el gracioso de la clase. «Manolito, pide perdón porque eso no tiene maldita la gracia». Y cuando Manolito pidió perdón pero su pequeño orgullo testicular le hizo acompañarlo de un «pero», la Ministra le volvió a tratar como si necesitara que le cogieran la manita para pintar palotes: «Manolito, puedes hacerlo mejor, tus amiguitos y tus padres se merecen que seas mejor»

Yo estoy muy orgullosa de mi reacción con aquel personajillo y aplaudo a dos manos, en pie, a la ministra por la suya. Lo que se merecían ambos era un sonoro insulto, uno contundente y poderoso, ese que sonaba en nuestras cabezas, en la mía y en la de la ministra, a gritos y con luces de colores, pero a un personajillo lo que más le revienta es el desprecio ,que subrayes su insignificancia, su patetismo, su pequeñez. 

Pero como yo no soy la ministra voy a decirlo: el personajillo de ayer es un gilipollas integral. 


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