España lleva décadas retrocediendo y perdiendo oportunidades, riqueza, energía, prestigio y futuro. En manos de los políticos que sustituyeron a Franco, el país se está volviendo cada día más indecente, injusto, pobre y desgraciado. La llegada al poder del trio de la muerte (Zapatero, Rajoy y Sánchez) ha significado para España una sobredosis de droga dura opresiva, insalubre, desquiciante y ruinosa. Con Zapatero se aceleró el desastre y la demolición de España; con Rajoy se agregó al coctel la vagancia, la desidia, la torpeza y la traición a sus votantes y a las ideas que le llevaron hasta el poder; con Sánchez, un tipo que ha batido todos los records de la ignominia, la falsedad, el mal gobierno y el abuso corrupto de poder, España ha acelerado su alocada carrera hacia el caos, el fracaso y la muerte, ---
La conversión del socialismo español en un sanchismo podrido sin democracia, valores ni principios, demuestra que el mayor peligro para España y sus ciudadanos no es, como creíamos, que un gobierno alcance el poder y nos gobierne mal, sino que llegue al poder un canalla enfermo que sea capaz de destruir impunemente la nación con todos sus miembros.
Miren la figura maltrecha y carente de grandeza de un Pedro Sánchez al que la ambición condujo a la ignominia y verán también la imagen sucia de la España política degradada. Sánchez pudo haber pasado a la Historia como el reconstructor de su partido, dejando en ridículo a un PP débil y desmoralizado por el fracaso de Rajoy, al que habría podido imponer reformas y cambios buenos para España, pero ha perecido como un imbécil, alzando banderas que nadie entendía y que todos confundían con el odio y la ambición. Pudo haber sido protagonista generoso de un gobierno capaz de regenerar España y de imponer autoridad en el caos, generando respeto internacional y autoridad, pero sólo ha sido capaz de sembrar el territorio político de recuerdos oscuros, rencores, fracasos, cuchilladas y minas.
Urge limitar los poderes de los políticos e incrementar esos controles, frenos y contrapesos que son la esencia de las democracia y que el sistema español no los estableció porque lo que instauró la Constitución de 1978 no fue una democracia, como nos dijeron, sino una peligrosa y descontrolada dictadura de partidos políticos.
En consecuencia, todavía más urgente que regenerar la política, gravemente enferma de corrupción, es limitar los poderes de la clase política y de los partidos, porque hoy constituyen un peligro mortal para la supervivencia del país.
España ha padecido ya estragos causados por sus políticos que nunca debieron haberse admitido. El independentismo catalán, que está a punto de destrozar la unidad de la nación, ha sido sucia e irresponsablemente alimentado por el PSOE y el PP, dos partidos que han pactado con el nacionalismo porque necesitaban sus votos, pagando el favor con impunidad y con la cobarde y rastrera tolerancia ante la corrupción, el abuso y hasta el delito. El endeudamiento desbocado que han protagonizado Zapatero, Rajoy y, sobre todo, Sánchez, ha dejado hipotecado el futuro de varias generaciones de españoles, es también un abuso intolerable que el ciudadano nunca debió haber admitido y que hemos tenido que soportar porque la miserable osadía de los poderosos no tiene límites y porque el país carece de leyes que castiguen a los que destruyen la nación de manera irresponsable.
Pero, aunque hay en la política reciente más ejemplos de traiciones y abusos de un poder tan ilimitado y descontrolado que nada tiene que ver con la democracia, lo escalofriante es que ya sabemos que España está indefensa ante un potencial canalla o criminal que alcance el poder "democráticamente" y que, una vez en la Moncloa, controlando todos los recursos del Estado, decida hundir el país y aplastar a sus ciudadanos.
Antes que regenerar el país hay que limitar el poder de los políticos y de sus partidos, que es la gran prioridad parra cerrar el paso a los canallas. Los poderes básicos del Estado tienen que funcionar con independencia y el Parlamento tiene que ser un templo del debate libre, no como ahora, que es una cuadra donde los potros domesticados de los distintos partidos no hacen otra cosa que obedecer a sus líderes, sin ni siquiera imaginar qué quieren los ciudadanos o que necesita España.
El actual sistema español es una hipócrita e indecente basura porque no tiene ningún rasgo democrático , aunque se proclame con desfachatez "democracia".
Antes que regenerar a las personas y a los partidos, hay que crear un sistema que haga pagar caro el delito y el abuso y que, ante la ausencia de virtud y de valores en su clase dirigente, que por lo menos disponga del saludable miedo a la ley para que los canallas no puedan adueñarse de nuestro destino y nos envíen al matadero.
Francisco Rubiales