Revista Infancia
David ya ha superado los dos años y medio, habla como un lorito y ha entrado de pleno en la fase de los porqués ( en su caso, mas que porqué, su pregunta preferida es ¿¿¿que es eso????).
Aunque estar escuchando constantemente que es eso? que es eso? que es eso? puede llegar a ser cansado y a veces caigamos en la tentación de ignorar sus preguntas (especialmente si nos la ha hecho diez veces en un par de minutos), me esfuerzo por contestarle una y otra vez lo mismo y responder a sus preguntas tantas veces como haga falta.
Está claro que quizas no sea de vital importancia para el que le conteste veinte veces que eso que me está preguntando es una máscara, por ejemplo..quizas con la primera bastaría para que lo comprendiera y no pasaría nada porque no le respondiera el resto de las veces.
Pero quiero responder siempre a todas sus preguntas. Y ya no solo para ayudarle a aclarar conceptos, sino para algo que considero muchísimo más importante.
Quiero alimentar en David la curiosidad, la necesidad de preguntar aquello que desconoce y el que lo haga esperando siempre respuestas.
Creo que sin darnos cuenta, a base de ignorar las repetitivas preguntas de nuestros hijos, les estamos enseñando una lección que seguramente no queremos que aprendan. La lección de que sus preguntas no merecen ser contestadas y que tienen que aceptar que así sea.
Yo no quiero que David se convierta en un adulto conformista, gris y descreido. Quiero que se convierta en un ser humano con curiosidad, con inquietudes y con el suficiente respeto hacia si mismo como para no aceptar una callada por respuesta.
Quiero que no acepte las cosas porque si..quiero que haga preguntas, a si mismo y al mundo y que exija siempre una respuesta.
Porque creo que esa es una de las claves para cambiar el mundo en el que vivimos...criar personitas que planteen muchos porques y que no paren hasta recibir una respuesta. Porque eso es exactamente lo que necesitamos...respuestas que no somos capaces de exigir y que, por lo tanto, nadie va a darnos.
Así que hijo, pregunta... pregunta todo lo que necesites saber, con insistencia, hasta desfallecer.
Y no dejes de hacerlo nunca.