A nuestro cerebro le gusta usar categorías para organizar la información y nos resultaría muy complicado desenvolvernos sin ellas. Este fenómeno se denomina pensamiento categórico y, aunque no se da por igual en todas las personas ni con la misma intensidad, una de sus áreas de influencia se observa en el contexto social. De hecho, si analizamos las dinámicas de relación entre grupos de individuos veremos que suelen conllevar el uso de criterios categóricos. Hablamos de los desempleados, los empresarios, los votantes de izquierda, los votantes de derecha, los inmigrantes, etc. como si fuesen grupos homogéneos de individuos. El problema que se esconde tras esta simplificación es que el uso de estas categorías sociales puede dar lugar a graves prejuicios. Y ya sabemos lo rápida que es nuestra mente organizando a individuos en base a estos criterios.
Tendemos a olvidarnos de que el uso de estas categorías o etiquetas son un mero recurso linguístico que nos ayuda a simplificar nuestro mundo. Y precisamente por esta simplificación, nos dejamos por el camino muchos matices de la realidad que las palabras no pueden recoger por sí mismas. De hecho, cuando analizamos las cosas más de cerca, las líneas que separan unas categorías de otras se hacen cada vez más borrosas. En realidad, si aplicásemos esta especie de zoom psicológico terminaríamos por darnos cuenta de que solo podemos hablar de gradientes. Por ejemplo, piensa en las categorías vivo/muerto. ¿En qué momento muere realmente la gente? ¿después del último latido de corazón? ¿tras la última exhalación de aire? ¿cuando la sangre deja de circular por nuestras venas? ¿cuando los reflejos dejan de responder? ¿cuando no se observan ondas cerebrales? Pensamos en categorías fijas, discretas e inmutables pero lo cierto es que incluso en este mismo momento en que lees el post, estás vivo en un sentido y muerto en otro (no te asustes, llevas encima un montón de células muertas que también forman parte de ti 😀 ).
En el caso de las categorías sociales, inclusive categorías como femenino/masculino, la línea que las separa también es confusa. Tanto es así que en realidad solo podemos hablar de personas o hechos biológicos en los que ciertos rasgos se manifiestan con mayor o menor intensidad. Desgraciadamente, en nuestro día a día el uso de estas categorías lleva asociado un matiz ideológico que condiciona nuestra percepción acerca de los demás.
Nosotros y los otros
Como comentaba al principio, interpretamos nuestra realidad social organizando a los demás y a nosotros mismos en base a determinadas categorías sociales. Esta distribución se articula sobre dos conceptos, y . En psicología social, el término "endogrupo" se refiere a un grupo del que eres un miembro, y el término "exogrupo" se refiere a un grupo del que no eres miembro. Pues bien, podemos establecer el siguiente correlato: endogrupo es el equivalente a hablar de "nosotros" cuando nos referimos a nuestro grupo de referencia y exogrupo cuando se trata de "los otros". Ten en cuenta un pequeño detalle; todos somos miembros de muchos endogrupos y exogrupos pudiendo incluso llegar a cambiar nuestra pertenencia a ellos con el paso del tiempo.
¿Qué sucede cuando hablamos de "nosotros"? Pues que normalmente aplicamos un sesgo positivo mediante el cual "nosotros" nos convertimos en los buenos de la película y "los otros" en los malos.
Muchas formas de discriminación y prejuicios puede que no se desarrollen porque se odie a los exogrupos, sino porque las emociones positivas como la admiración, la simpatía, y la confianza se reservan para el endogrupo y se minimizan para los exogrupos. Marilyn Brewer
Por otro lado, el sesgo del exogrupo nos hace percibir a sus miembros como más homogéneos de lo que en realidad son reduciéndolos a una única identidad (¿cuántas veces has escuchado eso de que "los hombres son todos iguales", "las mujeres son todas iguales"?). El peligro inherente a esta simplificación es que nos pone a un paso de los estereotipos, los prejuicios y nos precipita hacia determinadas conductas de favoritismo hacia "los nuestros".
Personalmente, mi recomendación es que cuando te encuentres con alguien distinto a ti no lo percibas necesariamente como una amenaza ni le etiquetes antes de haberle conocido. Para ilustrar esta reflexión permíteme que me apoye en el video de una campaña que ha lanzado una conocida marca de refrescos. Saca tus propias conclusiones y recuerda aquel refrán que dice sabiamente "las apariencias engañan".
Para terminar te sugiero la lectura de un interesante post de Carmen Agustín relacionado con este tema.