Hace
dos semanas recordábamos el Manifiesto de los Persas, refiriéndonos el modo
omnímodo en el que ejercen algunos
presidentes cuando logran que sus aficionados se postren a su pies, con aquella
nefasta proclama del “aquí nos tienes, señor, lejos de nosotros la funesta
manía de pensar”.
En
la actualidad, el máximo exponente de tal dictadura es Florentino Pérez. Aunque ya empieza a tener alguna contestación en
algunos sectores del madridismo, lo cierto es que durante demasiados años ha
ejercido con carta blanca para lo que se le antojara. Recordábamos sus primeros
seis años, en los que tuvo luces al principio respetando
el legado de su antecesor, Sanz, que
había ganado dos copas de Europa y una Liga en medio de ellas; incorporando en
el inicio del ‘galactismo’ a Figo, Ronaldo y Zidane, para hacer otro triplete sucesivo con dos Ligas y una
Champions. Después, con su tabla rasa ‘manu militari’ de Del Bosque, Hierro, e
incluso del mismo Valdano, inició su
caída; no ganando nada relevante más hasta su huida por la gatera mallorquina,
tras haber hecho un club ingobernable donde se tenían más en cuenta los
contratos publicitarios de sus estrellas que los criterios meramente
futbolísticos.
Sus
objetivos reales ya los había conseguido a esas alturas, pasando de ser un
señor al que nadie conocía fuera de su familia y círculo de influencia en
Madrid – antes del año 2.000- a ser un empresario de referencia en España y en
buena parte de Europa – año 2.006-.
Tras
dos años largos en sus cuarteles de invierno, dedicado a rentabilizar en sus
empresas las excelentes relaciones cosechadas en su presidencia, y dejando el
club en manos de un ingenuo, efímero e inoperante Fernando Martín – Martinsa-; volvió a la presidencia con ansias
renovadas. Las dos temporadas anteriores había presidido el club un
controvertido Ramón Calderón, que a pesar de ganar dos
Ligas seguidas nunca contó con las simpatías de la masa madridista ni de la
prensa afín. Seguramente sus maneras, pero sobre todo los chanchullos barriobajeros
detectados en alguna asamblea, lograron que el madridismo pidiera a gritos un
cambio en la presidencia blanca.
Esa
marea ‘anticalderoniana’, manejada habilmente por el ‘florentinismo’ emboscado,
con Eduardo
Inda al frente del diario Marca como máximo exponente del mismo, logró su
sibilino propósito. Dicen que tal cruzada le costó el puesto, por su descaro,
al periodista balear – el incombustible José
María García llegó a llamarle jefe de prensa de Florentino en un programa
de Mundo TV con Pedro Jota Ramírez
de testigo -, volviendo al periodismo de investigación donde es todo un
especialista de éxito.
Así,
volvió al club en olor de santidad y multitudes faltándole sólo entrar bajo
palio al Bernabéu, e inició una nueva era de presidencialismo agudo. Y lo hizo
acompañado de nuevo por su escudero Valdano, quien al poco tuvo que coger de
nuevo el olivo cuando en un ataque de protagonismo presidencial, Pérez cometió
el despropósito de fichar al ínclito Mourinho
porque el año anterior, con más suerte y ayuda arbitral que gloria, había
eliminado al todopoderoso Barça de Guardiola
en Europa con un Inter con Eto’o de
lateral izquierdo en el Nou Camp. Y para tal desgobierno, largó a un excelente
técnico como Pellegrini, que había
fichado con criterios meramente futbolísticos su ayuda de cámara argentino, con
la excusa del ‘alcorconazo’ en la Copa del Rey de esa temporada.
Más
tarde, con el paupérrimo bagaje de una Liga y una Copa en el palmarés del luso
‘metedetodo’ en tres temporadas, contando con la plantilla más cara en la larga
historia blanca, se cobró también la cabellera del lusitano y fichó a un
técnico italiano más educado y elegante, pero también más manejable.
Si
primero fue lo de ‘Zidanes y Pavones’, ahora es aquello de que los técnicos se
ocupan de los fichajes menores – Isco,
Illarra, Carvajal y Cía – ocupándose
él de los grandes – Kaká, Benzema o Bale ( y tienen que jugar, sí o sí) -, porque el que realmente ha sido el mejor fichaje del Madrid
en los últimos tiempos, Cristiano
Ronaldo, fue la grandiosa herencia que dejó Calderón, pese a los intentos
de Pérez de aparecer como protagonista.
Ha hecho fortuna que la desgracia de don Florentino ha sido el mejor Barça de todos los tiempos. Pero,
como decía el excelente técnico asturiano Pasieguito,
tras un buen partido del Murcia ganando a su enorme Gijón de Quini en la Condomina: “contra los
buenos marcajes existen los mejores desmarcajes”. (Continuará, sDq)