Organización parroquial (parroquias latinas)
Tal vez en los años inmediatamente posteriores a la ocupación de Toledo fue suficiente el templo catedralicio para atender a las necesidades litúrgicas de la entonces todavía reducida población cristiana. Sin embargo, el posterior incesante crecimiento de ésta –llegada de castellanos y francos, a los que también se añadieron mozárabes procedentes del sur–, conllevaría la necesidad de tener que contar con otros templos dispersos por la ciudad.
Al igual que había ocurrido con la catedral, las primeras iglesias que los nuevos ocupantes cristianos de Toledo consagrarían, serían antiguas mezquitas abandonadas por ausencia de los musulmanes que se habrían marchado de la ciudad.
Desconocemos si en algún caso la ocupación fue violenta como parece que ocurrió con la mezquita aljama. De esta manera, no fue necesario, al menos durante bastante tiempo, tener que construir edificios de nueva planta para el culto cristiano. A partir de entonces, desde los alminares ya no se oiría la voz de los almuédanos llamando a la oración, sino las campanas que habrían de regular la vida cotidiana de los vecinos cristianos.
Todo aquel proceso de consagración de mezquitas en templos cristianos estuvo asociado al paralelo fenómeno de organización parroquial de la ciudad, cuya finalidad fundamental era la de encuadrar eclesiásticamente a la creciente población cristiana de la misma. El edificio era la «parroquia» y su demarcación territorial la «collación».
Como en aquellos momentos la Iglesia se encontraba en pleno proceso reformador en esas nuevas iglesias se aplicaría la liturgia romana que ya estaba cada vez más arraigada. A lo largo del siglo XII se fue conformando gradualmente la organización eclesiástica de la ciudad de Toledo que ya en el siglo XIII estaba constituida por veintiuna parroquias latinas, como se denominaban a las que seguían la liturgia romana para diferenciarlas de las mozárabes.
Una más, la de San Pedro, posiblemente desde el siglo XV, estuvo ubicada en la capilla del mismo nombre de la catedral por lo que no tuvo un edificio específico87 . El problema de las parroquias mozárabes Ya hemos señalado anteriormente cómo todo parecería indicar que en vísperas de la ocupación cristiana de Toledo, si nos atenemos al número de lugares de culto cristianos que entonces están documentados, serían muy pocos los mozárabes que seguirían residiendo en la ciudad.
Y lo mismo parece trasmitirnos las fuentes escritas que apenas nos indican nada al respecto88. Con esa comunidad fue con la que el nuevo poder religioso no contó para su participación en la reinstauración de la nueva institución catedralicia. Sin embargo, a pesar de la marginación a la que se vieron sometidos, consiguieron mantener su propia liturgia.
Posiblemente lo hicieron por retener un elemento de diferenciación tan significativo en aquel ambiente de imposición del rito romano. No se conserva ningún escrito al respecto, por lo que se desconocen las auténticas causas que pudieron haber incidido en este hecho, que en aquel contexto no dejaba de ser sorprendente.
En palabras de Ramón Gonzálvez, «no existe un sólo texto documental o cronístico que explique satisfactoriamente los motivos que impulsaron a las autoridades religiosas a permitir esta anomalía litúrgica entre los mozárabes de Toledo»89 .
Los mozárabes renunciarían a tener un obispo propio, aceptando la obediencia del obispo latino, mientras que, a cambio, se les consentiría continuar con la práctica de su liturgia propia para lo que necesitaban contar con un clero específico y con los lugares de culto oportunos, diferenciados de los de culto latino. Así, contaron con sus propias parroquias, que llegaron a ser seis, aunque éstas no tendrían demarcación territorial como las otras. Lo que sí parece que ocurrió es que muy poco tiempo después de la ocupación de Toledo, el número de mozárabes en la ciudad –y posiblemente en el entorno rural– comenzó a aumentar.
El propio Alfonso VI, en el otoño del año 1094 trajo un grupo de mozárabes tras la campaña que realizó por tierras de Guadix. Nuevos contingentes llegarían de otros lugares de al-Andalus, huyendo de la intransigencia de los almorávides y muy especialmente de los almohades en la segunda mitad del siglo XII. Lo cual iba a suponer que el grupo mozárabe iba a contar entonces con una presencia destacada en Toledo90 . ¿Dónde practicaron su culto los mozárabes? Como ya hemos señalado con anterioridad es posible que en los primeros momentos hubiesen seguido utilizando la iglesia de Santa María del Alficén y posteriormente tal vez la de Santa Leocadia.
Sin embargo, Santa María del Alficén fue donada en 1095 por Alfonso VI a los frailes de San Víctor de Marsella a los que unos años antes también había entregado el monasterio de San Servando91. Por tanto solamente quedaba la iglesia de Santa Leocadia, extramuros, la cual no sería muy grande pero posiblemente suficiente para la entonces reducida población mozárabe.
El culto se intensificaría, no sólo por parte de los mozárabes, pues en el lugar, durante el pontificado del arzobispo don Juan, en 1162 se levantó una nueva iglesia de tres naves, en estilo mudéjar, aneja a un convento. El edificio perduró hasta su destrucción en la Guerra de la Independencia, del cual queda el ábside de la actual ermita que tomó el nombre de El Cristo de la Vega92.
Las excavaciones que se han realizado en sus inmediaciones han evidenciado, aparte de tumbas tardorromanas y visigodas, la existencia de enterramientos de finales del siglo XI y del XII93 lo que confirmaría que el lugar se mantenía entonces en culto, no sabemos si propiciado por los mozárabes o por los nuevos repobladores cristianos que estaban llegando a Toledo.Pero el número en aumento de los mismos requería tener que contar con nuevos lugares de culto. Lo lógico es pensar que, al igual que a lo largo del siglo XII las antiguas mezquitas se estaban convirtiendo en iglesias de rito latino, algunas de ellas también se pudiesen adaptar para el culto mozárabe.
Era la manera de reaprovechar aquellos edificios si estaban quedando abandonados por una población musulmana cada vez más residual, mientras que, por el contrario, la comunidad mozárabe iba en aumento por la llegada de nuevos correligionarios procedentes de al-Andalus.
De esta manera irían surgiendo gradualmente las nuevas parroquias, hasta un total de seis, de las que, y tal vez no por casualidad, las primeras referencias documentales que se tienen de todas ellas corresponden a la segunda mitad del siglo XII: Santa Justa en 1156, San Sebastián en 1168, Santa Eulalia en 1181, San Lucas en 1183, San Torcuato en 1187 y San Marcos en 1193. Tal vez ya existiesen antes pero, hasta el presente, no contamos con ningún dato.
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Revista Cultura y Ocio
Los primeros lugares de Culto Cristianos en Toledo: Organización parroquial (parroquias latinas)
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