Revista Diario

Los primeros momentos

Por Belen
Los primeros momentosMe gusta ver cómo una pareja se inicia en la aventura de la maternidad/paternidad. Es hermoso ver sus caras de emoción, sus ganas, sus sonrisas y su miedo. La responsabilidad de tener a una pequeña criatura entre sus brazos, saber que depende enteramente de ti y de lo que hagas, seamos honestos, ¡da vértigo!. Pero es tan maravilloso que con miedo, vértigo o incluso terror todos los padres/madres coinciden que es lo más increíble que han experimentado en sus vidas.
Pero, como en todo este tinglado de R-evolución familiar, tenemos muchas cosas que mejorar. Hoy me voy a centrar en cómo podemos ayudar a la mamá. Cuando una mujer está recién parida la costumbre es ir a visitarla, llenar la habitación del hospital de gente, cubrirla de regalos, piropos,...., y molestias. Sí, lo siento, visitar a una recién parida es molestar. O si lo queréis más suave es impedir la intimidad que esa mujer necesita en ese momento con su bebé.
Nada más parir una mujer necesita de silencio, tranquilidad, descanso, mimos. Y ahí en ese espacio solo tienen cabida el bebé y el padre de la criatura. Sé que sonará fatal, que la familia es importante y bla, bla, bla, bla. Pero la realidad es que con tu madre poniéndote bien el camisón para que no se te vea mucho la teta, tu suegra contándote sus cuatro partos a lo vivo y sin epidural, tu suegro mirando con espanto como te despelotas dejando las tetas fuera para que tu bebé se sirva, las visitas de la compañera de habitación (si no tienes la suerte de tener un cuarto para ti sola), y demás, muchas veces es imposible que una madre primeriza atine a hacer las cosas bien con su recién nacido.
En la mayoría de los casos los bebés, que son más listos que el hambre y se dejan llevar por su instinto, logran engancharse a la teta con avidez y les da igual todo lo demás. Pero en otras ocasiones no pueden: la familia gritando, tocándole, separándole de su madre, ...., ¿quién puede iniciar una vida así?, ¡¡qué estrés!!.
Yo sé que la familia nos quiere, que su intención es buena, que están deseando ver y conocer al bebé, pero como ellos quieren lo mejor para la criatura, hay que explicarles que lo mejor es la tranquilidad, las voces bajitas, las visitas muy controladas y la soledad de la nueva familia.
Una mamá tranquila, sin consejos no pedidos, en un ambiente relajado, con su pareja como único testigo es la mejor manera para que un bebé conecte con su madre, con la teta, con la vida. Silencio, penumbra, tranquilidad, estos son los tres requisitos básicos, de entrada.
Ahí papá tiene una labor importante y dura que hacer, dar la cara. Es a él a quien le toca lidiar con familia y amigos, explicar cómo ha ido el parto o cesárea, tranquilizar, informar, atender el teléfono. Mamá solo debe dedicarse a la criatura. Esto es trabajo en equipo y la labor de papá en esos primeros días y semanas es fundamental, pues garantiza la seguridad, tranquilidad y bienestar de mamá y del bebé.
Lo mismo sucede al llegar a casa. Sé, por experiencia propia y por ver muchos casos de amigas y familia, que la casa se te llena de gente que se sienta en el sofá, y algunos para colmo se dan el lujo de regalas consejos poco oportunos. No, no, hay que ser firmes, visitas muy contadas y quien venga que aporte. ¿De verdad queréis ayudar?. Que los amigos y la familia lleven tuppers de comida a los papás recientes, que les ayuden en las tareas domésticas, la compra, o cualquier necesidad que tengan. Por suerte o desgracia muchos huirán despavoridos ante tales propuestas. Pero esa es la ayuda real que se necesita.
Hoy María en su blog Mi pequeño koala nos cuenta su experiencia, nos cuenta cómo inició la lactancia de su hija, lo mucho que su pareja y su madre la ayudaron, permitiendo que ella se dedicara por completo a su hija, pudiendo descansar, pudiendo lactar sin prisas, aprendiendo a conocer a su hija. Os recomiendo su lectura. Es una historia real, cercana de una madre, de una familia que ha triunfado con la lactancia y con una crianza consciente.

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