Eso sí, aunque el PSOE (por ocupar el gobierno provisional y por tener más diputados) tenga más responsabilidad, los demás grupos parlamentarios tampoco estuvieron especialmente constructivos y aguardaban en estas elecciones mejorar sus resultados. Pese a que ha habido cambios, en esencia, se mantiene la correlación de fuerzas agrupadas en los dos bloques, de izquierda y de derecha. Por lo tanto, estamos ante un escenario muy parecido en la práctica y, lo único que seguramente hará alcanzar un acuerdo, es que la idea de unas terceras elecciones resulta descabellada. Por consiguiente, hay que hacer una crítica a la clase política: ¿cuánto dinero se han gastado para que al final todo siga casi igual?, ¿qué les hacía pensar que en menos de un año iba a producirse una variación significativa en el espectro ideológico de la población?, ¿por qué no se apuesta por la celebración de elecciones a presidente del gobierno, en vez de proponer un montón de métodos caciques para que gobierne la lista más votada o que ésta obtenga una prima extra porque sí?
Con todo, primeramente deben observarse las distorsiones de turno producidas en estas elecciones por la regla D´Hondt, es decir, el sistema que se encarga de convertir los votos en escaños. Así pues, Vox ha pasado de los 24 diputados de abril hasta los 52. Ha sido una subida espectacular, el partido verde podría considerarse el ganador de las elecciones. Ahora bien, este aumento de 28 escaños se corresponde con una subida de un poco menos de un millón de votos. Este dato es interesante porque el PSOE ha perdido casi 800.000 apoyos y solo tiene 3 escaños menos que en abril, mientras que UP ha perdido un poco más de 600.000 votos y le ha costado 7 diputados. ¿Y al PP cuántos votos le han hecho falta para subir esos 22 diputados? “Solo” 646.216. Es injustificable cómo la regla D´Hondt premia los partidos que sobrepasan un determinado porcentaje de votos. ¿Qué porcentaje? Vox ha pasado del 10% de los sufragios al 15%, puede deducirse que ahí está la clave. Evidentemente, es la combinación de este sistema con la circunscripción provincial lo que hace que muchos votos de partidos estatales se pierdan, a la vez que los partidos que concentran su electorado en unas pocas circunscripciones se vean beneficiados.
En lo relativo a los aspectos más relevantes de estas elecciones, uno de ellos es el hecho de que más de 3 millones y medio de personas han decidido votar a una opción claramente de extrema derecha. No tendría sentido pensar que toda esta masa social es nueva, dado que una parte de esta población antes se encontraba integrada en el Partido Popular, quien otrora, con sus 10 millones de votos, aglutinaba desde el centro-derecha hasta la derecha más extrema. Eso sí, ¿cómo se explica el casi millón de personas que no votó a Vox en abril y ahora sí? Una parte proviene, sin ninguna duda, de Ciudadanos, pero ¿y el resto? Es razonable pensar que los conflictos ocurridos en Cataluña, a consecuencia de la sentencia del procés, e incluso la reciente exhumación de Franco, hayan podido contribuir a movilizar o incluso a polarizar cierta parte de la sociedad. A esas circunstancias, hay que sumar el atractivo que está ejerciendo Vox sobre la gente joven que quizá haya votado por primera vez en estos comicios. En cualquier caso, Vox ha venido a ocupar un espacio que mayoritariamente ya existía en la sociedad española, y entiende que Vox le representa mejor.
El otro gran protagonista de la jornada electoral ha sido Ciudadanos, aunque en este caso para mal. La formación naranja ha perdido más de dos millones y medio de votos, rebajando sus escaños de 57 a los 10. ¿Cómo puede explicarse semejante fuga de sufragios en tan solo 7 meses? Ciudadanos ha llevado hasta las últimas consecuencias su indefinición. Inicialmente se postuló como un partido de “centro” (derecha), moderno y liberal, un espacio que en España no estaba suficientemente representado por el Partido Popular. Pero recientemente evolucionó hacia posturas más radicales y conservadoras. Ese cambio estaba motivado por su afán de abarcarlo todo, aunque paradójicamente se quedó sin abarcar casi nada. Esa indefinición terminó por dejarle sin un espacio que ocupar, porque el electorado más conservador probablemente prefirió al PP o VOX, y los más moderados debieron pensar que Ciudadanos se había escorado mucho a la derecha, quizá una parte de estos últimos se hayan abstenido en estas elecciones. Pese a ello, hay otros elementos que contribuyeron a su rápido desgaste como su negativa a considerar pactar con el PSOE.
Asimismo, habría que considerar que Podemos (o ahora UP) no ha dejado paulatinamente de perder votos, precisamente porque no deja de hacer algo parecido a lo de Ciudadanos. Ni siquiera su alianza con Izquierda Unida consiguió frenar esa tendencia. El recurso al partido catch-all o “atrapalotodo” es más habitual de lo recomendable, porque no siempre se rentabiliza igual que lo hacen el PSOE y el PP, los cuales poseen demasiado poder institucional y también han tejido ciertas redes clientelares que se mantienen a día de hoy. Es destacable que VOX rechazara esta táctica y sean los únicos que han mejorado. De hecho, este partido ha aumentado su poder institucional, puesto que, y esto es importante, al alcanzar los 50 diputados va a poder presentar recursos de inconstitucionalidad, algo que podría hacer con la Ley de Violencia de Género, ya que la ha criticado en numerosas ocasiones. Además, podrá tener su correspondiente cuota cuando se renueve el Tribunal Constitucional o el CGPJ.
En definitiva, en lo concerniente a la formación de gobierno, los cambios mencionados solo han afectado a las distintas formaciones, pero no a los dos bloques en liza. Dichos bloques se mantienen casi iguales. Así pues, el bloque de la izquierda (PSOE, UP y Más País) cuenta con 158 escaños, perdiendo 7; mientras que el de la derecha (PP, VOX y Cs) ganó unos 3, por lo que ahora tiene 150. Los cambios son mínimos, aunque en este caso la derecha no tiene ninguna posibilidad de alcanzar acuerdo alguno, por ejemplo, con ERC y Junts per Catalunya, mientras que el bloque de la izquierda podría llegar a conseguir algo. La mayoría absoluta que se exige en una primera votación parece inalcanzable para ambos bloques, pero la mayoría simple (más votos a favor que en contra) que se pide 48 horas después, sí puede lograrse porque aquí las abstenciones tienen un valor muy alto. En cualquier caso, estas posibilidades también estaban sobre la mesa tras las elecciones de abril, pero los partidos hicieron prevalecer sus intereses sobre los generales. Algo que a estas alturas no debería sorprendernos.
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