Varios son los puntos en los que se fundamenta la supuesta apuesta del PP por la educación pública. Los veíamos ayer en palabras de la presidenta de la Comisión de Educación de la Asamblea de Madrid, María M. Irañeta: “La C. d Madrid ya apuesta d hecho x l edu pública: bililngüismo, libre elecc de centro, autoridad d prof, bchto d excelen, premios“. En el artículo de ayer (http://impensando.wordpress.com/2011/07/25/89-el-que-rie-el-ultimo/) simplemente recogía la soberbia, tanto de los planteamientos como de las personas, que dirigen la política educativa del PP. Hoy, por tanto, queda entrar en la otra lucha, en la de los argumentos de qué educación pública queremos, y cuál quieren ell@s.
Vamos a ello, pues:
- el PP no aboga por una educación pública de calidad, ni siquiera entendida en los términos empresariales que esa palabra denota. Eso que llaman libertad de elección de centro no es más que derivar dinero público hacia los centros privados y privados-concertados en nombre de un supuesto derecho de los padres a adoctrinar a los niños en connivencia (mayoritariamente) con unos presupuestos que les marcarán de por vida, basados en la irracionalidad y en otros principios (¿morales?) que poco o nada tienen que ver con lo que es la educación racional, científica y formadora de conciencias pensantes, críticas y ciudadanas. Lo podéis ver, majestuosamente explicado por J. L. Sampedro en “Educados para no pensar”: no estamos educados para pensar. La gente no piensa. Estamos condicionados para no pensar. (http://www.youtube.com/watch?v=2nLAhBu1feM)
Cuando se habla de “calidad” se hace en términos de creación de futuros clientes y usuarios, y no ciudadanos. De ahí que al concepto de calidad (entendido en su acepción más estricta) haya que sumarle también el de educación “de calidez”, que suma esa otra parte fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje que la educación también exige.
- bilingüismo: o, mejor, supuesto bilingüismo, puesto que no es el término no es real. Me parece bueno que mejoremos el conocimiento de otras lenguas, pero no va a hacerse solamente aplicando medidas en la escuela. Es una labor que requiere tiempo y cuestiones que rebasan ese marco para llegar a otros intereses que, parece ser, nuestros políticos no se atreven a tocar: películas en versión original, programas de lenguas en televisión, políticos que dominen idiomas (a fin de dar ejemplo, al menos)… y otras medidas que afectan al conjunto de la sociedad.
En realidad, lo que está ocurriendo en la mayoría de estos centros es que el alumnado, al final, sale sin saber inglés y sin saber tampoco la materia.
Hay que potenciar los idiomas pero a través de otras vías también, y en un proceso más lento. Por no hablar de lo que supone para un profesorado no formado el que estos centros hayan aparecido, generando un profesorado “de primera” y otro “de segunda”, que se va trasladando también al alumnado: ¿cómo podría un padre conformarse con que su hijo vaya a un instituto “normal”, habiendo uno “bilingüe”? ¿Y qué criterios se tomarán de aquí a muy poco para seleccionar el alumnado de unos y otros?
- autoridad del profesorado: parece ser que la gran medida que venden. ¡Vaya un logro! Una de las líneas maestras del programa electoral del PP en lo referente a educación (en la Comunidad de Madrid, al menos). ¿Y qué ocurre con quienes, como yo, no queremos serlo?
En un plano más estricto, además, nuestros “muy bien educados dirigentes” confunden los términos. En realidad, olvidan la distinción etimológica de las palabras. Cuando hablan de “auctoritas” en realidad se están refiriendo a “potestas”. La autoridad, en su sentido más puro, se la gana la persona en el ejercicio de su trabajo, en su actuación cotidiana, en su posicionamiento ético y moral y en su comportamiento en general. Esa es la auctoritas, la autoridad “moral”.
La potestas es la autoridad que se ejerce mediante la fuerza. Esa es la que parece que nos han dado, ya que necesitamos una ley para conseguirla….
No entiendo nada. Yo, por mi parte, seguiré tratando de ganarme el respeto a mi auctoritas sin ejercer la potestas.
[no sé si utilizo exactamente los términos latinos, así que si alguien ve que están errados, por favor, corregidme]
- bachillerato de excelencia: es este un concepto que vende bien, que la mayoría de la gente da por bueno. ¡Cómo no se va a tratar de que haya estudiantes excelentes!
Por resumir, alumnado excelente ¿en qué? ¿en qué tipo de inteligencia? ¿y a cambio de qué?
Y mientras, los otros 39 niñas y niños del ejemplo de la foto, además, pierden…
- premios: los únicos premios deben ser los que permitan estudiar a aquellos que no pueden y profundizar más en sus estudios para aquellos que pueden más. Y eso se consigue con becas, que, por cierto, son otra de esas cuestiones a extinguir según la ideología dominante, y a ser sustituidos por préstamos… (hipotecados antes de empezar a trabajar)
- como véis, hay una lucha que tiene varios fondos. El primero es el del concepto que se tiene de educación. Mientras para unos debe remitir a poco más que instrucción y a llenar el recipiente vacío que es el alumno con conocimientos, pero no con ningún tipo de valores ni de capacidad crítica, a fin de poder ser una pieza más del engranaje del mercado (laboral, pero también del resto), para otros, creemos que es otra cosa. Permitidme que recurra de nuevo a Pilar, que lo explica de manera precisa en El casco y la regadera, que podéis ver en http://impensando.wordpress.com/2011/07/14/84-el-casco-y-la-regadera/. ¿Instruir o educar?
Yo, por mi parte, también entré “al trapo” teórico e ideológico de lo que está detrás. La pretensión de degradación de la educación pública tiene un componente ideológico claro que debemos derribar para apostar por otras cosas. Podéis ver cómo me planteaba esa necesidad de impensar la educación en http://impensando.wordpress.com/2011/07/16/86-impensar-la-educacion/.
En definitiva, y por no extenderme más, que tenemos que dar la batalla por la educación que queremos. Tenemos que defendernos de los intentos de privatización de la educación pública para generar una simple guardería (o un ghetto, en los peores casos) donde sólo acudan aquéllos alumnos que no puedan pagar una enseñanza “de calidad”. Y para ello tenemos que dar la batalla en todos los ámbitos: en el laboral, en el de la defensa global de lo público… y también en lo ideológico.
Y no es sólo un planteamiento de “defensa del puesto de trabajo”, es mucho más. La educación crea (o no, si se imponen los criterios que van aplicándose) los ciudadados del futuro. De su educación dependerá la sociedad del mañana… Si no habéis visto el vídeo de la entrevista a J. L. Sampedro que he enlazado más arriba, quizá sea un buen momento para hacerlo. Simplemente nos estamos jugando el futuro.