Revista Cultura y Ocio

Los procesos de Moscú, ¿supusieron algún cambio en la conciencia del mundo obrero?

Publicado el 24 octubre 2015 por Academiacruellas

De 1930 a 1934, la URSS vivió cuatro años terribles. Pero logró sobrevivir y salió de la pesadilla. Los campesinos tienen menos presión. Se pone fin al racionamiento y se consolidan los progresos de la industria pesada. La ambición comunista de transformar el mundo parece encontrar su justificación en este cambio de ciclo. A partir de 1935, el plan quinquenal ya no tiene como objetivo fundamental la construcción de altos hornos, fundiciones y presas, sino que prevé también la producción de bienes de consumo. La grandiosa construcción del metro de Moscú, con sus mármoles y esculturas, parece ser el símbolo de este cambio.

A estos índices de empuje material se unen ciertas muestras de distensión. Algunas iglesias vuelven a abrir sus puertas. Son abolidas algunas medidas contra personas de origen burgués o noble. Los campesinos ricos, los kulkas deportados durante la época de la colectivización, son amnistiados después de años de trabajo “correctivo”. Este optimismo también se refleja con el anuncio de una nueva Constitución que terminará con las medidas de discriminación en materia electoral, al instaurar el sufragio universal, indiscriminado, directo y secreto.

Sin embargo, pronto se impondrá una imagen muy diferente: el 14 de agosto, un comunicado oficial anuncia el comienzo de lo que será la era de los “procesos de Moscú”. En agosto de 1936, en enero de 1937, en marzo de 1938, van a tener lugar en público idénticas escenas ante el colegio militar de la Corte Suprema de la URSS; acusados que habían sido compañeros y colaboradores de Lenin, dirigentes revolucionarios mundialmente conocidos, se acusan de los peores crímenes, se proclaman asesinos, saboteadores, traidores y espías; todos afirman su odio hacia Trotsky y todos cantan alabanzas de Stalin, el jefe que “guía al país con mano firme”.

De un proceso a otro, la gente parece acostumbrarse a lo inverosímil e incluso a lo sórdido, renuncia a hacerse preguntas y a veces a comprender. Los procesos no provocan ninguna crisis de conciencia en el movimiento obrero. Será necesaria la crisis del mundo estalinista de la postguerra, el conflicto con Yugoslavia, los grandes procesos de Budapest, Sofia y Praga, para sacudir de nuevo las conciencias, plantear interrogantes y desenterrar el cadáver de los procesos de Moscú.


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