Ana y Joaquín, esposos y judíos ejemplares, vivieron en una época crucial de la historia de la salvación, momentos en los cuales estaba por ser cumplida la promesa de Dios a Abraham y la humanidad estaba lista para recibir la respuesta esperada por los justos del Antiguo Testamento, que esperaban la consolación de Israel…
Y precisamente a ellos les fue dada una tarea especial en la historia de la salvación: fueron escogidos por Dios, para generar a la Inmaculada que, a su vez, es llamada a concebir al Hijo de Dios.
Conocemos los nombres de los padres de la Bienaventurada Virgen a través de un texto no canónico, el Protoevangelio de Tiago. Ellos son citados en la página que precede el anuncio del Ángel a María. Esta su hija no podía dejar de irradiar aquella gracia totalmente especial de su pureza, la plenitud de la gracia que la preparaba para el designio de la maternidad divina.
El nacimiento de María
Según la tradición, Ana nació en Belén, y se casó con Joaquín de Nazaret, ambos descendientes de David. Junto con su marido, Ana crió a María para ser un dechado de virtudes y la confió al templo cuando niña. Parece que Ana murió a una edad avanzada.
La misma tradición nos habla de Joaquín, ganadero rico cuyo matrimonio con Ana tardó veinte años en producir descendencia. La falta de descendencia era considerado como una falta de bendición celestial. Cuando en una fiesta Joaquín se presentó para ofrecer sacrificio en el Templo, fue rechazado por un tal Rubén, bajo el pretexto de que hombres sin descendencia no eran dignos de ser admitidos.
Recordando al hijo concedido a Abraham tarde en la vida, Joaquín resolvió ir al desierto y ayunó durante cuarenta días. Un ángel se le apareció y le dijo del nacimiento de su hija, y que fuera a reunirse con su esposa en Jerusalén. También las oraciones de Ana fueron escuchadas; un ángel visitó a Ana: “Ana, el Señor ha mirado tus lágrimas; concebirás y darás a luz y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo”. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Míriam.
Según una tradición antigua, los padres de la Santísima Virgen, siendo Galileos, se mudaron a Jerusalén. Allí, según la misma tradición, nació y se crió María. Llegado el momento llevaron a María al templo de Jerusalén, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas que moraban en las habitaciones vecinas al templo. Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios. Allí también murieron estos venerables santos.
La cripta
El culto a Santa Ana se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó a la occidental en el siglo X; el culto a San Joaquín es más reciente.
Una iglesia levantada en el barrio de Betzeta, al lado norte del templo, muy probablemente por Santa Elena, la madre del Emperador Constantino autora de las primeras prospecciones arqueológicas realizadas en Tierra Santa, lo consolidó en tiempos tan tempranos como el siglo IV, en el mismo lugar en el que, según la tradición, se hallaba la casa de San Joaquín y Santa Ana y por lo tanto, el lugar en el que nació la Virgen.
La cripta, que originalmente contenía las santas tumbas, fue descubierta el 18 de marzo de 1889. En el curso de unas prospecciones se descubrieron tanto la cripta en la que supuestamente habrían estado enterrados los padres de María, como la piscina probática del milagro del paralítico que relata la Biblia, razón por la que se llama la Iglesia de la Sagrada Probática y de Santa Ana.
Sus tumbas fueron honradas hasta el final del siglo IX, cuando los invasores musulmanes la convirtieron en una escuela shafií por el conquistador de la ciudad, Saladino, según perpetúa una placa de mármol en la propia iglesia, circunstancia que, indudablemente, contribuyó a su supervivencia; y la de volver al culto cristiano al recuperarla el Emperador Luis Napoleón III, casado con la española Eugenia de Montijo, en compensación a la ayuda que le prestara al sultán en la Guerra de Crimea.
En el curso de unas prospecciones a finales del siglo XIX se descubrieron tanto la cripta en la que supuestamente habrían estado enterrados los padres de María, como la piscina probática del milagro del paralítico que relata la Biblia, razón por la que se llama la Iglesia de la Sagrada Probática y de Santa Ana.
Iglesia Santa Ana en JerusalénLa veneración
Muchas leyendas han sido escritas sobre las vidas de San Joaquín y Santa Ana, causando gran confusión entre los fieles. Según una de ellas, Santa Ana concibió a la Virgen Santísima sin concurso de varón, permaneciendo así virgen. Este error fue condenado por la Santa Sede en 1677 por Benedicto XIV.
Se dice que las reliquias atribuidas a Santa Ana fueron traídas de la Tierra Santa a Constantinopla en el 710. Allí estaban en la iglesia de Santa Sofía en 1333. La tradición de la Iglesia de Apt, en el sur de Francia dice que el cuerpo de Santa Ana fue llevado a Apt por San Lázaro, el amigo de Jesucristo, fue escondido por San Auspicio en el año 398 dC y vuelto a encontrar durante el reino de Carlomagno.
La cabeza de Santa Ana se mantuvo en Mainz hasta el 1510, cuando fue robada y llevada a Düren, Alemania. Lamentablemente, no hay sólidos fundamentos para asegurar la autenticidad de estas reliquias.
Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa es venerada en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes. También en Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Quebec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso. Santa Ana es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.
La festividad
Por lo que hace a la festividad de los padres de María, ésta se celebró antes en las iglesias orientales que en las occidentales. Su fecha ha sufrido constantes cambios hasta aterrizar en el 26 de julio en que se celebra hoy día. Producto probablemente de su origen apócrifo, llegó a estar suprimida del santoral por el Papa León X entre los años 1513 y 1521 hasta que Clemente XII la reinstaura en 1738.
San Joaquín era venerado por los griegos desde muy temprano. En el Occidente su fiesta fue admitida al calendario mas tarde, algunas veces el 16 de septiembre, otras el 9 de diciembre. Julius II la puso en el 20 de marzo; mas tarde suprimida fue restaurada por Gregorio XV (1622). Clemente XII (1738) la fijó en el Domingo después de la Asunción.
Con la reforma del calendario después del Concilio Vaticano II, San Joaquín se celebra junto con su esposa, Santa Ana, el 26 de Julio. Ellos son los patrones de los abuelos.
Las visiones
La religiosa Anna Catalina Emmerich nacida en Alemania en 1774, llevó en su cuerpo los estigmas de Jesús durante doce años. Anna tuvo revelaciones y visiones sobre Jesús, María y del futuro de la humanidad. También en España, Sor María de Jesús de Ágreda recibe en pleno siglo XVII revelaciones de María. El libro Ciudad Mística de Dios es la obra cúlmine de este instrumento del Señor. Ellas nos revelan más datos de los abuelos de Jesús mediante sus visiones.
Joaquín y Ana vivían junto a Eliud, el padre de Ana. Reinaba en su casa la estricta vida y costumbres de los Esenios. Eran muy piadosos, reservados, caritativos, sencillos y rectos. Ana, tenía la firme convicción interior que ella pertenecía a la familia dentro de la cual debía encarnarse el Redentor.
Joaquín (ó Helí) y Ana eran los señores padres de la Virgen María, Abuelos de Jesús Nazaret y suegros de José de Nazaret, cuyo padre se llamaba Jacob. Matat, fue el padre de Joaquín. El Abuelo de Ana se llamaba Estolano (Garesha o Sarziri). La Abuela de Ana era de Mara, y se llamaba Emorún. Ismeria fué la segunda hija de Estolano y Emorún. Ismeria se casó con Eliud, de la tribu de Leví, de condición noble y vivían en Séforis.
Ismeria e Eliud, vieron a un ángel que escribía en la pared la letra “M”. Por espacio de dieciocho años después de que nació su hija Sobe no pudieron tener más hijos, hasta que tuvieron a Ana.
La aparición del ángel a Joaquín le mandó llevar las ofrendas al templo y le prometió que sería escuchada su oración. Esto sucedía en tiempo de la fiesta de los tabernáculos. Al cuarto día de fiesta dirigióse a Jerusalén. Dos sacerdotes llevaron a Joaquín a través de las cámaras laterales, hasta el Sancta Sanctorum, ante el altar del incienso. Joaquín quedó hincado de rodillas, con los brazos levantados, mientras se consumía el incienso. Permaneció encerrado en el templo toda la noche, rezando con gran devoción.
El ángel habló entonces: “Ana tendrá una Niña Inmaculada y de ella saldrá la salud del mundo. Lo que tendrá Ana no será de Joaquín sino que por medio de él, será un fruto de Dios y la culminación de la bendición dada a Abrahán”.
Estaban en éxtasis cuando se abrazaban Joaquín y Ana en el Templo de Jerusalén. Estaban rodeados de numerosos ángeles, que flotaban sobre ellos, sosteniendo una torre luminosa y recordando la torre de marfil, la torre de David y otros títulos de las letanías lauretanas
Desapareció la Torre entre Joaquín y Ana: ambos estaban llenos de gloria y resplandor. Al mismo tiempo, el cielo se abrió sobre ellos y vi la alegría de los ángeles y de la Santísima Trinidad y la relación de todo esto con la concepción de María Santísima. Cuando se abrazaron, rodeados por el resplandor, entendí que era la ‘concepción de María’ en ese instante, y que María fué concebida como hubiera sido la concepción de todos sin el pecado original.
Mucha gente se congratulaba con Joaquín por haber sido recibida su ofrenda en el Templo y después de cuatro meses y medio, menos tres días, de haber concebido Ana bajo la puerta dorada, empezó a formarse el alma de María por la Santísima Trinidad. Ana, rodeada de luz, vió en el resplandor una luminosa Virgen de donde salía toda la salud para la humanidad. En ese momento María se movió por primera vez dentro del seno materno. Ana se levantó al punto y le comunicó todo a Joaquín.
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