Desde el Dómine Cabra a César Bona las cosas han cambiado mucho. Estos son algunos ejemplos de los maestros y profesores que nos merecemos.
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Cada año, cuando comenzaba el curso escolar, nos preguntábamos cómo serían nuestros nuevos profesores, si responderían a lo que nos habían contado de ellos, para bien o para mal, o cuánto de aburridas o interesantes serían sus clases.
De una forma u otra dejaron su impronta: desataron vocaciones, provocaron fobias, demostraron su vocación educadora o dejaron constancia de su incompetencia. Seguramente también nosotros dejamos nuestra huella en ellos en forma de nostalgia, de fracaso o de satisfacción por un trabajo bien hecho.
La labor de un educador va mucho más allá de impartir unas determinadas materias o exigir unos resultados académidos. Cumplir con un temario permanentemente sometido a las veliedades del gobierno de turno es un mínimo no un fin en sí mismo. El objetivo es conseguir que los educandos se conviertan en personas libres e independientes, con capacidad de analizar, juzgar y concluir con criterio y espíritu crítico, a salvo de manipulaciones, seguidismos o modas.
Cierto es que la realidad y la ficción no están necesariamente unidas; pero no por ello debemos dejar de aspirar a la excelencia que nos ha mostrado la literatura o el cine.
Desde el Dómine Cabra a César Bona las cosas han cambiado mucho. Estos son algunos ejemplos de los maestros y profesores que nos merecemos.
• Pigmalion.
La obra original de George Bernard Shaw fue daptada primero como musical en Broadway, y después al cine, como My fair lady.
Un profesor de fonética, convencido de que el lenguaje y maneras de una persona condicionan defintivamente sus posiblidades de ascenso y reconocimiento social, se entrega a la tarea de transformar a una modesta florista de origen humilde en una dama de alta sociedad. Y apuesta a que lo consigue en seis meses.
Como supongo que han visto la película, o al menos han oido hablar de ella, excuso decirles que la malhablada florista consigue sorpender a todos cuando sus modales barriobajeros devienen en un cultivado acento estándard de la clase alta.
En realidad, el desenlace de la novela no es todo lo feliz que quedó plasmado en el producto de Hollywood. Y las motivaciones de los protagonistas distan mucho de ser altriustas, pero lo interesante de la fórmula es la afirmación de que la educación es un instrumento necesario para tener un acceso amplio a la realidad.
Seguramente les suene esta manida frase:
La lluvia en Sevilla es pura maravillaque no es otra cosas que la traducción al castellano de uno de los ejercicios de aprendizaje de la protagonista.
The rain in Spain stays mainly in the plainGeorge Bernard Shaw ganó el Nobel de Literatura en 1925 y un Óscar en 1938
• The wire.
En la cuarta temporada de la aclamada serie de TV la trama se centra en el sistema educativo y en las bolsas de violencia y analfabetismo que provoca el tráfico de drogas. Roland 'Prez' Pryzbylewski ha abandonado la Unidad de Delitos Mayores de la policía y aparece en esta temporada entregado a su labor como profesor de matemáticas de un instituto de la zona más conflictiva de la ciudad.
Pryzbylewski se entrega a la labor de rescartar del mundo de la delincuencia a sus alumnos. Y lo hace a base de mostrarles cómo una buena formación integral permite situar al mundo criminal como un callejón sin salida, sin perspectivas.
Su objetivo no es obligar, no sin dificultades, a sus alumnos a superar unas pruebas de evaluación sino que se centra en educar. Según sus propias palabras: "Cada niño se merece una oportunidad".
• Mentes peligrosas. Dangerous minds.
Película estrenada en 1995 se basa en la obra My Posse Don't Do Homework, autobiografía de LouAnne Johnson, marine retirada y profesora de educación secundaria en un entorno con graves problemas raciales y económicos.
El papel de LouAnne Johnson fue interpretado por Michelle Pfeiffer. A través de sus dificultades con las desestructuradas realidades de sus alumnos, supimos que Dylan no es lo único que tienen en común Bob Dylan y Dylan Thomas.
De nuevo las autoridades educativas se van a interponer en sus métodos educativos, más tendentes a la integración social de sus alumnos que a los resultados académicos.
Si ha visto la película, ustedes dirán si les parece que tiene o no final feliz, pero al final tiene lugar uno de esas escenas que dignifican la labor de todo profesor: el homenaje y reconocimiento explícito de sus alumnos.
También esta película nos enseñó que de una "insulsa" melodía de Stevie Wonder se podía sacar una potentísima adaptación.
• El club de los poetas muertos.
Si de escenas de reconocimiento hacia el maestro hablamos no queda más remedio que recurrir a la película de Peter Weir de 1989 y a su desenlace.
Robin Williams, profesor de literatura en los exclusivos ambientes británicos de los años 50, utiliza la poesía como arma cargada de futuro.
"Aquí aprenderán a pensar por sí mismos".
Al éxito de este filme debemos seguramente la extensión de la expresión altina carpe diem, la reivindicación de uno de los poetas malditos de la literatura norteamericana, Walt Whitman, y el redescubrimiento del poema que le dedicó al presidente Abraham Lincoln tras su asesinato, y que comienza así:
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!las mismas palabras con las que los alumnos homenajean a su profesor cuando es despedido.
• Adiós muchachos. Au revoir les enfants.
Película de Loui Malle de 1987 que narra sus propias experiencias como alumno de un internado católico de la Francia de la segunda guerra mundial. En un contexto bélico uno de los alumnos, judío por más señas, es ocultado en el centro para salvaguardarlo de los horrores que seguro le esperan si cae en determinadas manos.
Amistad y traición forman un cóctel de final dramático, como el propio Malle explicó en el estreno de la película:
“Han pasado más de 40 años, pero hasta el día que me muera recordaré cada segundo de aquella mañana de enero”.La figura del sacerdote "apela siempre a la caridad, a compartir y a ayudar a los desvalidos" y cuando al final es detenido y su destino es inexorable, se despide con un elocuente:
Adiós, muchachos. Hasta pronto.
• Los chicos del coro.
Christophe Barratier, 2004.
Esta vez es la música el vehículo catalizador del rescate de los niños difíciles de un internado. De nuevo el maestro acabará por ser despedido por saltarse las reglas no sin antes haber consiguido motivar y reconducir a unos alumnos sometidos a los absurdos rigores de un sistema educativo represor.
El homenaje de su alumnado, que tiene prohibido despedirse de su tutor, se realiza en forma de mensajes de despedida y solidaridad arrojados con aviones de papel desde las aulas.
La película pone de relieve sin demasiados edulcorantes artificiales la delicada y comprometida relación entre profesor y alumno.
Apuesto a que recuerdan algunas de las piezas que formaban parte de la banda sonora.
La lista es larga pero no caben todos. A su curiosidad dejo investigar sobre:
El pequeño salvaje de François Truffaut;
Hoy empieza todo de Bertrand Tabernier;
La clase de Laurent Cantet;
La profesora de historia de Mention-Schaar;
El maestro de Giacomo Campiotti;
Hijos de un dios menor de Randa Haines;
La sonrisa de Mona Lisa de Mike Newell;
El profesor de Tony Kaye…
Estos días comienza un nuevo curso escolar. Este apunte va dedicado a todos los decentes, educadores, maestros, profesores: a los que luchan día día por sacar lo mejor de sí mismos y de sus alumnos y también a los que algún día tuvieron vocación.
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Bibliografía:
• George Bernard Show; Pigmalion.
• “The Wire” o cómo ser profesor y no morir en el intento.
• “Au Revoir Les Enfants (Adios Muchachos)” (1987), de Louis Malle (Francia).
• Si quieren saber más encontrarán muchos más ejemplos en 45 películas basadas en la figura del docente