Es casi tradición que todos los años una primera novela haga que la crítica y los lectores se fijen en ella y acaben nominándola a premios y siendo el descubrimiento sonado. Y también lo es que yo me la compre corriendo por si acaso todo el mundo la lee y la cuenta y me canso y decido no leerla. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Los profetas.
Conocemos a Samuel e Isaías, dos esclavos negros que e enamoran siendo muy jóvenes pero que, por su condición de jóvenes y sanos son considerados por su amo como buenos sementales para procrear y ampliar el número de esclavos. Se negarán a hacerlo. Esta es una historia de amor en tiempos de esclavitud.
Con esa minisinopsis he querido remarcar la parte más llamativa de una novela a la que, si os dirigís pensando que va a ser sencilla o fácil, que va a ser amable o simplemente romántica, os quedaréis muy cortos. Jones destaca por su lirismo que va desde los títulos de las partes del libro hasta las descripciones que realiza sin que ello sirva de excusa o escudo para no reflejar ante el lector los horrores de la esclavitud. Precisamente es ese lirismo imperante en la novela lo que hará más impactantes unas escenas que, en otro caso, se sumarían a la lista de las vistas y leídas hasta el momento. La novela cuenta, como ya he dicho, la historia de dos esclavos del amo Paul pero más allá de eso habla de una revolución, porque estamos ante una novela de personajes y todos ellos tienen cabida para tener su propia historia. Hay un personaje que viendo que su amo viola a la mujer que ama se acerca a él para terminar leyendo la Biblia a los esclavos y generando un cambio. Están los Kosongo, una tribu de un lugar perdido que tienen menos ataduras sociales de las que existen incluso en nuestra época y también los profetas, esa versión semimágica que empieza a ser más común en las novelas y que termina por resultarme fascinante. Cada vez. También la esposa de Paul de apariencia caprichosa, el hijo, el capataz... como decía todos son personajes importantes para el relato de Jones que abarca un desarrollo histórico tremendo hasta llegar al momento de la narración. Y en todos esos momentos, existe el amor o la atracción, llámalo x. O no lo llames.
La novela, endiabladamente complicada de escribir y relativamente sencilla de leer, aborda un tema complicado, de esos que parece que no existieron hace varios siglos pero que en realidad es tan antiguo como la propia existencia. Y es que el amor es un tema universal pero cuando se trata de un amor libre que es refugio y lucha, la novela se engrandece por momentos. Y uno de algún modo tiene la sensación de estar ante algo distinto.
Estamos en febrero y Los profetas ya parece que será una de mis lecturas del año.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.