Es la decimonovena una de las etapas más interesantes a priori para los amantes del ciclismo y de la media montaña, ya que en su recorrido de camino a Cangas do Morrazo tiene dos puertos puntuables con categoría suficiente como para que se puedan ver cosas interesantes, además de plantear un paseo por la zona costera cercana a Vigo que puede deparar sorpresas en caso de presentarse el viento como invitado.
Hoy te presentamos el alto de Monta da Groba, situado a mitad de esa etapa y donde habría de darse una buena pelea entre los equipos más fuertes bien por coger la escapada del día o bien por poner un ritmo lo suficientemente duro como para poder rematar algún movimiento de cara a la general en el último alto de la jornada.
El Monte da Groba es un puerto relativamente largo, de más de doce kilómetros, con una pendiente media poco apreciable de apenas un 4 por ciento, pero que es tremendamente irregular en su recorrido, por lo que encierra rampas de considerable dureza entre sus curvas.
Bonitas vistas sobre la costa gallega
La localidad de Lourenza es el punto de partida de esta subida, que va incrementando su pendiente paulatinamente desde el dos por ciento inicial hasta superar el seis por ciento al paso por A Aldea, después de tres kilómetros de subida. Es allí donde empieza el tramo más duro de todo el puerto, don otros tres kilómetros donde la media es superior al siete por ciento, y donde existen rampas del doce por ciento. Un tramo realmente duro donde se puede pensar en hacer alguna buena escabechina. La carretera está en perfecto estado y asciende por una pendiente bastante arbolada, por lo que el viento, siempre presente en esta zona tan cercana al mar, no suele molestar demasiado. Eso sí, en los tramos donde entra verdaderamente lo hace con mucha fuerza.
El tramo duro acaba cuando entramos en las calles de Torroña, una aldea donde la pendiente desaparece y se convierte en un falso llano que dura un par de kilómetros. De allí hasta la cima restan otros tres kilómetros de toboganes, con repechos bastante fuertes seguidos de descansillos y llanos, y un último kilómetro más duro, por encima del cinco por ciento, que culmina en una rampa al once por ciento de media que sirve de puntilla para todos aquellos que no hayan sabido regular durante la subida.
El precioso cartel de la cima, hecho por cicloturistas para cicloturistas
Estamos ante el típico puerto que los cicloturistas debemos de afrontar con respeto y tranquilidad, porque aunque sus rampas no asusten a primera vista pueden asfixiar a más de uno si nos empeñamos en seguir un ritmo que no es el nuestro. Así que, sobre todo, prudencia.
Prudencia que también debemos de tener en la bajada, de perfil similar a la subida, aunque algo más inclinada y con mayores rampas máximas, y donde tendremos que extremar la precaución en el caso de que la carretera esté mojada o haya hojarasca en el suelo. Lo mejor es bajar tranquilos y disfrutando de las maravillosas vistas.