Revista Educación

Los refranes

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Los refranes

Uno de los libros favoritos de mi niñez, sobajado hasta el extremo, fue "El libro de los 500 refranes" (Carmen Bravo-Villasante, Editorial Miñón). Cuando me lo regalaron el entusiasmo fue máximo: por fin iba a entender qué significaban esas frases hechas que tanto oía a mi alrededor y que, salvo honrosas excepciones, eran idioma extranjero para mí. Cuando abrí el libro el entusiasmo se vistió de disgusto: los refranes no venían explicados. El libro no era sino un listado de quinientos refranes de todo tipo, algunos de ellos ilustrados. Las ilustraciones tampoco ayudaban mucho, por literales. Sirva de ejemplo la portada: un pez con levita y sombrero de copa sobre la leyenda "Por Enero el besugo es caballero". Igual me quedé. Aun así, llevé el libro conmigo a todos lados durante meses.

Uno de mis refranes favoritos, desconocido hasta entonces, pasó a ser "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". Sobre él, un dibujo de dos señores en un balcón, uno de ellos bien afeitado y a su lado otro con larga barba remojada en una palangana. No sé si el orgullo infantil me impidió preguntar qué significaba el refrán o lo pregunté pero no me supieron responder. Lo que sí sé es que durante mucho tiempo (juraría que hasta hace pocos años) pensé que el refrán en cuestión venía a decir que si ves a alguien hacer algo lo inteligente es hacer lo contrario, no dejarte llevar por la corriente. Para ese niño, remojar una barba era algo así como regar una planta. Para el adulto que vino después tampoco varió mucho el argumento, a pesar de los muchos cortes al afeitarme y la licenciatura en biología. Despierto que es uno.

Viendo hace unos días las imágenes de los residentes del Colegio Mayor masculino Elías Ahuja dando vergüenza ajena asomados a las ventanas, me fijé (tras la angustia y la arcada) en que no todas las ventanas se abrieron al llamado del líder AHÚ-jo. Unas cuantas ventanas permanecieron cerradas, sin sombras neandertales agitando extremidades. Me dio por imaginar a tipos ingenuos como yo que, viendo el percal, prefirieron quedarse en el baño o la cocina, con una palangana llena de agua tibia y la barbilla dentro. Una idiotez. Nadie (o casi nadie) es tan tonto a los dieciocho o diecinueve años para no saber lo que significa el refrán. Muy pocos a esa edad tienen además la personalidad para negarse al rito tribal. Pero sobre todo, y esto es lo más importante, nadie como yo residiría nunca en el Colegio Mayor masculino Elías Ahuja. Porque los que son como yo no forman parte de la élite. No tienen el dinero, los contactos, la familia ni la formación necesarios para habitar esa burbuja de privilegio que permite ser un miserable integral sin que eso afecte en absoluto a tu pasado, tu presente o tu futuro. Burbuja hecha de acero, por otro lado.

En fin, "Gente rica, gente puta", que dice el refrán. Aunque tampoco me hagan mucho caso, porque "Niño refranero, niño puñetero". Y no, estos refranes no aparecían en el libro.

Los refranes


Volver a la Portada de Logo Paperblog