Revista Educación

Los refranes de mi madre

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Los refranes de mi madreMi madre, supongo que como muchas otras, tenía un refrán casi para cada ocasión. Hubo una época, sobre todo en la adolescencia, en que esa costumbre suya me sacaba de quicio porque era como tener un pepito grillo que apostillaba con una moraleja muchos de mis inconscientes actos de entonces. Más tarde, cuando pedía su consejo, esperaba con fruición esos refranes que, por lo general, solían serme de utilidad ante disyuntivas o problemas.

Ahora que no la tengo, además de añorarlos, intento imaginar cuál utilizaría cuando me planteo distintas situaciones y compruebo sin asombro que copio su costumbre con frecuencia y sentencio con refranes.

De entre todos los que le escuché siempre me acuerdo de ‘Más vale un minuto de león que cien años de cordero’, un refrán que, según decía, le escuchaba con frecuencia a su padre, léase mi abuelo. Quizá porque, durante los insuficientes años que compartí con ella comprobé que ese refrán constituía su máxima vital, a lo largo de mi existencia he intentado aplicarlo con más o menos éxito.

Le debo a mi madre muchas cosas, para empezar que tuviera la valentía, teniendo en cuenta su enfermedad, de traerme a este mundo. Le debo que me enseñara a respetarme y a quererme para que lo pudieran hacer otros, le debo mi gusto por los libros y por los ratos con mis amigos, el deleite que siento por lo que cuentan los mayores de otras épocas o detalles nimios como el placer que me proporciona (nos proporcionaba) desayunar las sardinas frías sobrantes del día anterior. Pero hoy por hoy le agradezco sus refranes, esas frases que me iluminan el oscuro camino de la vida y que me hacen sentirla más cerca.


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