Dicen que los Papas disponen del mejor sistema de espías del mundo y que toman decisiones al servicio de su misión evangelizadora.
Por eso a veces desconciertan, como ahora el Papa Bergoglio, que quizás por motivos que ignoramos, y no por simple propaganda televisiva como podría parecer, acaba de acoger a tres familias musulmanas sirias en la isla griega de Lesbos para llevarlas como refugiadas al Vaticano.
Sin acompañarlas de alguna cristiana, cuando los cristianos son una minoría tan perseguida que corre peligro de desaparecer de los países árabes.
Los cristianos, que antes del islam formaban gran parte de las poblaciones del oriente próximo, igual que los judíos, están extinguiéndose o reduciéndose donde hay un poder musulmán radicalizándose ahora rápida y violentamente.
Considerados “dhimmies”, seres inferiores, los “infieles” sufrieron exterminios en las perennes guerras islámicas, y fueron sometidos a conversiones forzosas, muchas disfrazadas de voluntarias: unas, para evitar la miseria, otras, como en Turquía, para no entregar a sus hijos como jenízaros, niños soldados.
La práctica de religiones no islámicas, tras esas imposiciones, está restringida o perseguida en todos los países musulmanes, y en algunos puede acarrear la muerte, en especial de los conversos a otra creencia.
Las tres familias acogidas por el Papa suman doce personas, adultos y niños. Varios refugiados sirios de rito católico dijeron a la prensa no comprenden por qué les había olvidado su padre espiritual.
Es posible que el Papa acuda a las enseñanzas de Jesús para justificar este abandono como la de la parábola del hijo pródigo que se gasta el caudal familiar en sus vicios y al que su padre recoge cuando vuelve a casa en detrimento del buen hijo, según justifican algunos teólogos.
Pero el cristianismo también es una religión misionera, por lo que el Papa debería tratar de convertir a sus protegidos, como hizo San Pablo con Onésimo antes de mandárselo a Filemón para que le diera cobijo
De conseguirlo sería noticia de mundial. Y numerosos imanes y otros intérpretes de las teorías mahometanas los condenarían a muerte por apóstatas, lo que los convertiría en mártires, víctimas heroicas ya casi olvidadas por los cristianos, pero que lo serán sus posibles asesinos suicidas musulmanes.
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SALAS