Los reyezuelos de las taifas de Navarra, Sanz, y de Murcia, Valcarcel, se han rebelado contra el califato negándose a aplicar una ley votada y aprobada en las Cortes: la nueva ley del aborto. Siguen así el ejemplo que otros reyezuelos taifas del concordato de la gaviota demostraron con otros temas en tiempos no muy lejanos (el emir Camps de Valencia o la madrileña sultana Aguirre, como se recordará).
Esta pequeña crónica no tiene mil años. Es la desgracia que ha de vivir este país, abocado a pasar todas sus leyes por el tamiz del Tribunal Constitucional mientras los miembros del concordato de la gaviota no se aprendan las reglas de la democracia, las asuman como suyas y dejen de intentar cambiar la voluntad política (es decir, la de los ciudadanos) a golpe de martillazo jurídico. Para ellos, lo de las mayorías y lo de la expresión de la representación popular son cosas menores. ¿Qué importa el progreso de los derechos de las mujeres frente al subidón que debe inyectarles el voto más clerical y reaccionario?