El desarrollo tecnológico en lo que a procesamiento de información se refiere está permitiendo que máquinas "inteligentes" sean capaces de reemplazarnos en algunas de las tareas que realizamos en el ecosistema digital. Un claro ejemplo lo encontramos en las redes sociales, donde ciertas herramientas pueden tomar el control de nuestros perfiles a la hora de publicar contenido. ¿Recuerdas a los replicantes de la película Blade Runner? pues en el ecosistema digital, una versión muy temprana de estos autómatas que intentaban imitar al ser humano, ya están entre nosotros.
Hasta hace relativamente poco, el proceso de compartir enlaces en las redes se tenía que realizar de manera "artesanal". Ahora, gracias a la automatización de procesos, el acto de curar contenido y compartirlo se puede mecanizar, ya sea con supervisión o sin supervisión del usuario. Herramientas como Ready4social y otras tantas, ya te permiten hacerlo.
¿Es una estrategia inteligente? Pues depende de que lo que el usuario se plantee conseguir. Por ejemplo, en el caso de Twitter, es cierto que configurar un software para indicarle sobre qué temáticas debe publicar, el número de tweets debe lanzar al día y a qué horas tiene que hacerlo puede ahorrar mucho trabajo pero ¿eso es lo que realmente aporta valor a las redes sociales? ¿acaso no se trata únicamente de ruido? Paradójicamente, la robotización de perfiles en las redes sociales puede ser la antesala de su desaparición tal como las concebimos actualmente. ¿Habrá que rebautizar el concepto red "social"? ¿las personas y las máquinas actuarán como capas superpuestas? Quien sabe si en un futuro la relación persona-máquina sea tan estrecha que puedan suplantarnos en nuestras interacciones con los demás...
Diferencias según redes sociales
Hablar de redes sociales y considerar que todas funcionan de la misma forma es un error de bulto. No publicamos lo mismo ni de la misma manera en Twitter, Facebook, Pinterest, etc. Cada una de ellas tiene sus propias particularidades. En cualquier caso, que un robot se encargue de publicar por nosotros es técnicamente viable y de hecho se trata de una realidad. Ahora bien, en redes como Facebook, donde habitualmente los usuarios suelen tener una relación previa (ya sea por amistad, familia, trabajo, etc.) que luego trasciende al ámbito digital, la dinámica conversacional suele ser a priori más natural, intensa y cercana. Esta circunstancia limita las posibilidades de que un robot pueda suplantar nuestra actividad. No es el caso de Twitter, donde la actividad principal que se aprecia en un gran número de perfiles (personas y marcas) consiste únicamente en compartir enlaces. Puestos a señalar diferencias entre Twitter y Facebook, esto hace que, incluso desde un punto de vista semiótico, el comportamiento de los usuarios sea distinto en uno y otro entorno. En el caso de la red de microblogging es habitual que sus usuarios salten hacia fuentes externas de contenido a partir de los enlaces que se comparten, mientras que en Facebook, por el contrario, su inercia suele ser centrípeta (los usuarios no necesitan salir de este entorno porque todo sucede dentro).
Personas que parecen replicantes
Quizá por ser psicólogo cuando analizo el comportamiento en redes sociales tiendo a fijarme no solo en el contenido de lo que se publica sino en la forma en la que lo hacemos. Los comentarios que publicamos y los contenidos que compartimos pueden revelar cierta información acerca de nosotros (áreas de interés, modelos de pensamiento, etc.). En cuanto a la forma en la que publicamos (estilos de comunicación, estructura del mensaje, etc.) sucede algo parecido. Por ejemplo, hay usuarios que publican de manera similar a como lo hacen los replicantes. Comparten enlaces sin más y no aportan valor en sus interacciones a través de las redes. Algunos incluso ni llegan a leer los artículos que enlazan. Lo hacen simplemente por darle movimiento a sus perfiles. Dicho sea de paso, este comportamiento es uno de los motivos por los que poner un buen titular a tus post aumentará el número de veces que se comparta. Y es que en este frenesí informativo gobernado por el aquí y el ahora, un titular impactante es el reclamo perfecto.
Precisamente porque la atención se ha convertido en la moneda de cambio de las redes sociales, otros usuarios buscan la polémica como forma de lograr cierta notoriedad (los llamados trolls). En cualquiera de los casos, en nuestra tendencia a ser cada vez más narcisistas, tal como señala esta investigación, las redes sociales se han convertido en un canal gratificante que aporta inmediatez y ayuda a satisfacer determinadas necesidades sociales y de estima. Así las cosas, parece que en la búsqueda del refuerzo social, algunos están dispuestos a adulterar o maquillar la imagen que proyectan hacia los demás. De hecho, en este interminable juego de seducción (social, sexual, profesional, etc.), las redes sociales son un espacio ideal para exhibir nuestros mejores "plumajes" y ofrecer la mejor versión de uno mismo, real o no.
Los replicantes y la inteligencia artificial
Antes comentaba que una de las variables que se puede analizar en los usuarios de redes sociales es el manejo del lenguaje. En este punto en el que estos incipientes replicantes empiezan a tomar el control de lo que publicamos en las redes, alguien podría pensar que es fácil discernir cuando se trata de la acción automática de un robot o cuando es una acción humana. Al fin y al cabo, la forma de usar el lenguaje es distinto en uno y otro caso, ¿verdad? Si la máquina emplea un lenguaje aséptico y carente de tono emocional, las personas tenemos la capacidad de enriquecer el mensaje, plantear nuevos significados y jugar con las palabras. Pero la realidad nos demuestra que no es tan fácil. Ya existen programas capaces de suplantar a un humano no solo en el aspecto más mecánico de la curación de contenido sino también en el uso más o menos inteligente del lenguaje. De hecho, el lenguaje es precisamente uno de los primeros aspectos en los que se empezó a trabajar en inteligencia artificial. Por ejemplo, al científico informático Joseph Weizenbaum, que fue de los pioneros en investigar sobre inteligencia artificial (IA), se le recuerda sobre todo por el programa Eliza. Con este programa hizo pensar erróneamente a la gente que el ordenador conversaba con ellos, cuando en realidad no hacía más que expulsar frases enlatadas.
Así las cosas, parece que con estos autómatas digitales resultará cada vez más fácil adulterar nuestra "identidad" digital. Por lo pronto ya podemos intentar dar la sensación de que somos más activos en las redes sociales de lo que realmente somos. Ten en cuenta que en esta economía de la atención en la que vamos saltando de una fuente a otra y recibimos numerosos inputs de datos, son pocas las personas que se paran a analizar si quien publica es un humano o una máquina.
¿Qué opinas acerca del uso de estos autómatas digitales? ¿Cómo te imaginas la relación persona máquina dentro de 10 años? Comparte tu opinión en los comentarios, por favor.