La Feria de Sevilla, además de universal, tiene el pequeño inconveniente de la ingente locuacidad y la desmedida verborrea que provoca el abuso del fino y de la manzanilla. Si a ello se le suma el rencor y la soberbia por no haberse salido con la suya, no resulta difícil comprender la combativa actitud del ya ex vicepresidente de Tussam Guillermo Gutiérrez, bombardeando como un kamikaze desesperado algo que ya no tiene vuelta atrás y que lo único que ha dejado claro es su manifiesta inutilidad para conducir un conflicto donde la negociación y la búsqueda de acuerdos se han demostrado como imprescindibles.
A quienes conocen los métodos ancestrales de este político, que tiene la cualidad de salir siempre por la puerta falsa de los sucesivos cargos que ha ido ocupando, no les sorprenderá en absoluto su debilidad por la política de tierra quemada, anteponiendo sus intereses personales al bien general por sistema, aunque para ello tenga que arrastrar hasta enfangarlos los intereses de la ciudadanía. Su afán posterior por aparentar lo contrario rara vez le ha dado resultado, de ahí que su currículum esté permanentemente salpicado de beligerancias como en las que se haya inmerso en la actualidad.
Lo cierto es que, mientras en Tussam se trabaja con normalidad, este señor se encuentra enfrascado en una guerra contra su propio partido cuya finalidad es difícil comprender. Resulta cuanto menos contradictorio que alguien que debe casi todo lo que es al partido que lo cobija bajo su sombra protectora, se sumerja en una guerra sin cuartel contra los suyos atacando sin piedad a la estructura orgánica que ha sido capaz de poner un poco de orden en el desaguisado que él mismo ha creado con su actitud y su proverbial incompetencia. Es lo que tiene la soberbia, que al final te hace temer más a los de tu propio bando que al enemigo.
Mientras en Tussam se espera el nombramiento de un nuevo vicepresidente y el establecimiento de un nuevo marco de negociación que pueda ser calificado de normal, hay otra espera que resulta más enigmática y también patética. Y ésta no es otra que la salida del propio alcalde, presumiblemente previa entrega por parte del partido de la embajada de Turquía o de la presidencia de la Sociedad Andaluza de Rentas e Inversiones, motivo éste que ha sido determinante para que el conflicto se produjera. Algo debe haberse avanzado al respecto cuando Monteseirín ya incluso lanza alabanzas públicas al que se presupone será candidato a la alcaldía en 2011.
Mal asunto cuando la incompetencia y la falta de una visión realista sobre lo que está sucediendo se disfraza de críticas mordaces hacia quien sí ha sabido ver la verdadera realidad en sus justos términos y ha asumido la responsabilidad de no quedarse quieto. Él merito del Psoe-A ha sido comprender desde el primer momento que el conflicto estaba encallado a causa de la actitud intransigente y cerrada al diálogo de una persona, que en ese momento capitalizaba el movimiento interno de toda una corriente dando sus últimos coletazos tras la derrota, buscando una salida beneficiosa y acorde a sus intereses personales. Los sindicatos los único que exigían era paralizarlo todo y negociar sin prisas y sin ninguna condición previa salvo mantener el carácter público de la empresa.
En ese transcurrir de los acontecimientos, los medios locales se han enzarzado en un ejercicio de ventrílocuo desde el púlpito de los titulares, sesgando informaciones y aportando datos a medias con tal de mantener el embrujo necesario de la opinión pública para que los objetivos previstos se vean cumplidamente satisfechos. Las cruzadas son así, se han de librar incluso con el cadáver del combatiente en el velorio.
Mientras, en Tussam, un gerente desautorizado y mudo, con la que está cayendo, que no aparece por las instalaciones tras el comportamiento indigno mantenido, según han denunciado los sindicatos, durante los días que se ha producido la huelga y unas expectativas de negociación dura pero con un entorno más favorable y esperanzador.
De la demagogia con que Zoido ha tratado todo el asunto, habiéndosele ofrecido la posibilidad de haber firmado un documento público en el que se recogiese de manera oficial lo que tanto se prodiga en decir mediante sus declaraciones a los medios, mejor hablaremos otro día.