Pueden ser completamente físicos, como los residuos de la obtención de aluminio del oeste de Hungría, o menos tangibles, como el cambio climático, la progresiva inutilización de las tierras para el cultivo tradicional por culpa de los transgénicos, la deuda externa, el paro y sus consecuencias, y tantos otros. Pero los primeros y los segundos tienes un par de cosas en común.
-Que sus responsables seguirán produciéndolos mientras les sea rentable, o sea, hasta el infinito y más allá. Que nunca tendrán suficientes beneficios y estarán dispuestos a sacrificar a toda la Humanidad por obtener uno más.
-Que estos mismos responsables serán por siempre completamente impunes.
-Que esa misma impunidad les hará descuidar el cuidado en la contención de estos residuos. Ni siquiera minimizarán en lo más mínimo, valga la redundancia, las consecuencias de sus actos. Las paredes de los depósitos que teóricamente han de impedir la marea destructiva siempre serán muy delgadas, y los elementos atmosféricos podrán hacer mella en ellas sin que se las repare. Además, así se ahorra.
-Que esta marea destructiva, cuando llegue, que llegará, ya ha llegado, y lo que falta, nunca les afectará. Ellos seguirán a salvo en sus torres de marfil compradas con la vida de billones y billones de trabajador@s. Y nosotr@s se lo permitiremos, les permitiremos que permanezcan en sus paraísos terrenales y fiscales mientras a su alrededor se desencadena el erial.
Mi único consuelo es que, cuando llegue ese momento, tal vez no les guste.