Me resistí mucho a crear una cuenta de Instagram para el blog: no conocía suficiente la red social, no se me da muy bien hacer fotos y no sabía muy bien que tenía que ver la fotografía con la crítica literaria. Al final me convencieron, pero, a diferencia de Twitter, donde formo realmente parte de una comunidad literaria, nunca he sentido que sea mi sitio. Miro las fotos (pero no los stories porque qué pereza) de la gente que sigo, pero pocas veces me detengo a leer el escrito que acompaña a la publicación. Publico fotos de mis lecturas, pero las acompaño con extractos de la reseña, no con textos exclusivos.
Cuando más se aleja una red social de la palabra escrita, menos me atrae, por eso ni me he acercado a Tik tok. YouTube es también una plataforma que me resulta bastante ajena porque con los vídeos me cuesta mucho mantener la atención. Los pocos que visualizo son de recetas de cocina e intento que no tengan voz. G siempre se burla de mi desconexión y me llama milenial, pero qué se le va a hacer.
Debido a esto, soy bastante ajena al fenómeno de los youtubers, instagramers y tiktokers y solo me suenan algunos nombres por polémicas que han trascendido a otros medios, como el apoyo de las editoriales a estas celebridades. No entiendo la fascinación de la gente por estas cuentas ni la cercanía que llegan a sentir algunas personas por famosos con los que nunca han interactuado directamente. No siento ningún interés por conocer la vida de unos completos desconocidos ni me interesa el salseo. Es cierto que he creado lazos con personas de la comunidad literaria con las que nunca he interactuado en persona, pero nuestra relación de amistad se ha forjado a partir del diálogo, no con un intercambio unilateral.
Tampoco me han interesado nunca los reality shows porque no soporto la falsedad, el artificio ni los mensajes subliminales. Lo que sí que me interesa es comprender a los fans de estos programas y de estas cuentas, entender qué les empuja a ver un vídeo tras otro de la vida ficticia (porque aunque nos quieren vender que es natural, todos los vídeos están guionizados), a tragarse temporadas y temporadas de los mismos programas, pero con distintos nombres, en los que los participantes logran que dudemos de si realmente el ser humano es inteligente.


Autor: Delphine de Vigan
Editorial: Anagrama
Título Original: Les enfants sont rois
Traducción: Pablo Martín Sánchez
Año de publicación original: 2021
Año de publicación en español: octubre 2022
ISBN: 9788433981264
Tapa: Blanda
Páginas: 344
Sinopsis:
Mélanie Claux y Clara Roussel. Dos mujeres conectadas a través de una niña. Mélanie ha participado en un reality show televisivo y es seguidora de sus sucesivas ediciones. Cuando se convierte en madre de un niño y una niña, Sammy y Kimmy, empieza a grabar su día a día y cuelga los vídeos en YouTube. Crecen en visitas y seguidores, llegan los patrocinadores, Mélanie crea su propio canal y el dinero fluye. Lo que al principio consistía sin más en grabar de tanto en tanto las andanzas cotidianas de sus hijos se profesionaliza, y tras la fachada de este canal familiar tierno y edulcorado hay rodajes interminables con los niños y retos absurdos para generar material. Todo es artificio, todo está en venta, todo es felicidad impostada, realidad ficticia.
Hasta que un día Kimmy, la hija de corta edad, desaparece. Alguien la ha secuestrado y empieza a enviar extrañas peticiones. Es entonces cuando el destino de Mélanie se cruza con el de Clara, policía solitaria sin apenas vida personal y que vive por y para el trabajo. Ella se hará cargo del caso.
La novela arranca en el presente y se extiende hasta el futuro cercano. Arranca con estas dos mujeres y se extiende a la existencia posterior de esos dos niños explotados. De Vigan ha escrito una narración perturbadora que es al mismo tiempo un thriller inquietante, un relato con pinceladas de ciencia ficción sobre algo muy real y un documento demoledor sobre la alienación contemporánea, la explotación de la intimidad, la falsa felicidad proyectada en las pantallas y la manipulación de las emociones.
Por qué este título...
«Con voz parsimoniosa, como una muñeca activada a distancia cuyas pilas empezasen a fallar, Kimmy aseguraba que le parecía genial contentar a los "happy fans" y "ver la felicidad en sus ojos". Con algo más de convicción, Sammy afirmaba que aquello era su sueño y que quería dedicarse a ello.Radiante, Mélanie añadía: "Son sus palabras, ¿acaso se puede añadir algo más?"Y luego, sonriendo de oreja a oreja, concluía: "¿Qué quiere usted? Son los reyes de la casa"»Opinión:Impresión: Ensayo encubiertoMe gusta explorar otras realidades, otras perspectivas mediante la literatura. En este libro conoceremos a Mélanie Claux, una ama de casa aficionada a los reality shows que ha alcanzado la fama con un canal de YouTube donde cuelga vídeos del día a día de sus hijos pequeños. Su contraparte es Clara Roussel, una policía desconectada del mundo digital que investiga la desaparición de la hija pequeña de Mélanie. A raíz de la investigación que está llevando a cabo, Clara se adentra en este mundo de exposición y sonrisas falsas, de seguidores y consumismo, con el objetivo de comprender el entorno de la niña y dar con su paradero.

La autora ha hecho un estudio bastante completo sobre los entresijos de los canales familiares y poco a poco nos irá desgranando tanto su funcionamiento como las consecuencias psicológicas que conlleva este modo de vida en los más pequeños. Dicho así, parece que estamos ante un ensayo, pero la realidad es que todo esto está sazonado con una trama policial en la que se investiga la desaparición de Kimmy, la hija de Mélanie.


Me ha parecido muy interesante descubrir esta explotación infantil que está tan normalizada, donde los niños muy pequeños son expuestos las 24 horas por sus padres, aquellos que deberían protegerlos, y cuya fama no les permite tener una infancia normal. Además, la legislación sobre este tema aún está en pañales y los niños están muy desprotegidos. Podríamos señalar al puñado de canales que han logrado verdadera visibilidad, pero lo verdaderamente preocupante son esos centenares de canales menores, con menos seguidores e ingresos, pero la misma explotación infantil.

La intención de la autora es buena, pero se le va de las manos. Me parece bien que la autora dé visibilidad a esta problemática, pero la crítica es demasiado incisiva. Es cierto que estos canales acarrean todo tipo de problemas psicológicos en los niños youtubers, que generan falsas expectativas sobre la vida a los consumidores y que, subconscientemente, te incentivan para consumir determinados productos. Pero no todo es blanco o negro y seguro que hay niños que disfrutan con ello y que no son explotados por sus padres. La autora demoniza estos canales y solo nos ofrece su cara más negativa. Me parece bien que se posicione en el debate, pero creo que debería haber dedicado cierto espacio a mostrarnos argumentos a favor de esta práctica.
Es verdad que tenemos a Mélanie, coordinadora del canal, como punto de vista, pero se nos muestra como un personaje patético, una víctima más de la sociedad de los likes. Está obsesionada con los seguidores y eso la ciega hasta el punto de que no ve el sufrimiento de sus hijos, pese a que es obvio para el lector. Desde el primer momento te dan a entender que la actitud de Mélanie no es correcta y que lo que hace es solo para su propio beneficio.
No solo falta ahondar en puntos de vista contrarios, sino que también ha faltado profundidad en muchos aspectos: no se explica claramente cuál es la legislación vigente; no vemos el esfuerzo técnico, comercial e interpretativo de mantener estos canales; no hay interacción entre la madre y sus hijos donde expresen cómo se sienten, etc. Ha sido interesante para conocer el fenómeno, pero me he quedado con muchas ganas de más. En la obra, solo se sientan las bases de esta problemática, y aun así, se habla tanto de ello, que la trama se deja muy de lado.


A eso hay que sumarle la artificiosidad. Hay muchos diálogos artificiales en los que Clara le cuenta a otras personas cómo funcionan los canales familiares, así como monólogos internos en los que ella reflexiona su peligrosidad. Todas estas reflexiones son interesantes, pero el artificio se nota y dejas de creerte al personaje porque solo escuchas la voz de la autora. Entiendo que la autora decidió escribir una novela en lugar de un ensayo porque permite conectar más con el público general, pero no ha sabido equilibrar ambos formatos y la crítica se come todo lo demás. No se salvan ni los personajes, que quedan completamente desdibujados.

Mélanie, en cambio, se explora con más profundidad. Con el objetivo expreso de comprender la mentalidad de una persona capaz de abrir un canal familiar, exploraremos la psicología de Mélanie, una mujer como cualquier otra, pero que tuvo la oportunidad de alcanzar la fama y no la desaprovechó. Nuestra sociedad moderna ha abandonado la esclavitud de la etiqueta para caer en manos de otro amo: el reconocimiento social. Si no te conocen, no eres nadie. Si no tienes validación externa, no vales nada. Lo que empuja a los creadores de este contenido es la promesa de la fama y el dinero, pero también la posibilidad de poder vivir una ficción en la que tu mundo es perfecto. En el caso de los espectadores, no solo sienten que conocen a esas personas como si fueran de su propia familia, sino que esos vídeos alimentan sus esperanzas de tener una vida de ensueño que en realidad no es más que una ficción.

A diferencia de lo que viene siento la tónica general, la relación de Mélanie es positiva. Lleva muchos años casado con un hombre que la apoya y que incluso dejó atrás su prometedora carrera para embarcarse en el negocio audiovisual de Mélanie y se encarga de toda la parte técnica y de edición de los vídeos. Son un matrimonio que tiene sus más y sus menos, unidos más por su proyecto de vida que por verdadera pasión. Por desgracia, el padre aparece en muy contadas ocasiones, pese a que debería tener la misma importancia que Mélanie y no conocemos ni su perspectiva ni sus sentimientos, porque tiene pocos diálogos.
Por desgracia, lo mismo pasa con los hijos de Mélanie, Sammy y Kimmy, las víctimas sobre las que gira toda la novela. Ambos quedan muy desdibujados porque aparecen en muy pocas escenas y casi no intervienen. Me parece que su testimonio es clave para comprender cómo se sienten los niños que protagonizan estos canales, pero, al igual que en la vida real, en la novela no tienen ni voz ni voto. Me ha gustado que al final haya un salto temporal y veamos qué repercusiones ha tenido este modo de vida en su desarrollo, pero eso no es suficiente para que los comprendamos.
La resolución del caso es un poco decepcionante porque es bastante clemente, teniendo en cuenta todo lo que podría haber pasado, y porque la policía tiene una participación nula en el desenlace. Eso sí, la última parte, donde echamos un vistazo al futuro, me ha parecido que ofrecía un buen cierre.
Creo que no he vendido muy bien la novela y que os vais a sorprender ante mi puntuación. Como novela de misterio, la obra deja mucho que desear, porque la investigación es poco eficiente y no hay ni sospechosos ni pistas. Eso sí, el misterio resulta entretenido y hace que toda la información que aporta la novela sobre los canales familiares sea mucho más digerible. El problema es que se deja de lado la parte más emocional y personajes que deberían ser relevantes, como el padre o los niños, aparecen muy poco. Además, la crítica se come la obra, hasta el punto de que muchos diálogos o monólogos son exposición para el lector. Me ha gustado como ensayo introductorio porque sienta muy bien las bases de la crítica a la exposición de menores por Internet, así como hace un buen retrato de la psicología tanto de los padres como del público que consume estos contenidos. La novela está bien escrita, con un lenguaje asequible y sirve para advertir de los peligros de una práctica que es desconocida por muchos. Eso sí, me hubiera gustado mucha más profundidad, para que la crítica llegara a aquellos que consumen y producen estos vídeos, así como una perspectiva menos parcial, porque la autora solo destaca los aspectos más negativos de estos canales, sin dejar que seamos nosotros quienes los juzguemos.
Cosas que he aprendido:
- Qué son los canales familiares, su popularidad y la poca protección legal que tienen los niños expuestos por sus padres en la red.
- Comprender mejor qué impulsa a las personas a producir y consumir este contenido.
- Los canales familiares son una evolución de los reality shows.
Aquí podéis ver mis avances en Goodreads:
















PUNTUACIÓN...4/5!




Primeras Líneas...

