Revista Sexo
Tres no tienen por qué ser multitud. Y menos en la cama. Allí hay sitio para tantos como uno considere oportuno, aunque sólo los más «progres» alardeen de ello. A estos les sonará más la denominada doble penetración, y también a los asiduos al porno, pues es una práctica habitual en este tipo de cine. Se trata de una penetración simultánea por la vagina y por el ano que, según los ginecólogos, conlleva riesgos.
Y si el sexo es matemático, más aún en esta modalidad. Siempre son dos más uno y el orden de factores (en este caso, de géneros) no altera el producto. Tanto ellos y ella, como ellas y él. O ambos y un juguete.
Pese a que muchas creen que la penetración anal es demasiado atrevida, «puede producir placer. Al igual que para el hombre, el ano es un área erógena. Durante el orgasmo, la pelvis se constriñe y la región anal está dentro de la pelvis», dice la ginecóloga y sexóloga Silvina Valente, miembro del comité de jóvenes de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología. Por lo que, siempre y cuando se haga desde el consentimiento de todos los involucrados en el acto, «no tiene por qué ser una mala práctica».
-Consecuencias
Los problemas suelen darse, bien por la fuerza de la penetración o por el tamaño del miembro. Valente aclara que «en sí, con dos penes, puede resultar molesto para la chica y llegar a provocar traumatismos y desgarros, porque las posturas que deben realizar para introducir los dos miembros son complejas. Si no se hace bien, puede doler. Además, la vagina, está preparada para el alumbramiento y se dilata, pero el ano, no». En ocasiones, estos desgarros son muy pequeños y quien los sufre puede no percatarse, por lo que hay que tener especial cuidado. «La consecuencia es que la paciente no es recibida en urgencias», destaca Óscar Martínez, jefe del Servicio de Ginecología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
Los expertos aconsejan que para que este coito en estereo no sea traumático, «ella debe controlar su periné y relajarlo. Si tiene miedo o está tensa, se puede lesionar el tabique que une el recto con la vagina, porque es muy fino».
Además de los desgarros, existe un peligro nada desdeñable: las infecciones. Un estudio presentado en la Conferencia Internacional de Microbicidas de Pittsburgh (Estados Unidos) desvela que el riesgo de adquirir el VIH a través del sexo anal sin protección es 20 veces mayor que el vaginal.
El trabajo involucró a 900 hombres y mujeres y también concluyó que las infecciones de transmisión sexual eran tres veces mayores si se empleaba el lubricante en estos coitos.
-Segunda opción
Los sexólogos subrayan que hay personas que se ciñen a la modalidad de una pareja más un dildo. En el mercado existen numerosos con formas y tamaños que se adaptan a cada región. Así, mientras la pareja introduce el pene por donde hayan consensuado, la otra región es «ocupada» por el juguete. También está la opción del arnés. Un objeto similar a un cinturón que incluye dos dildos. La mujer se lo coloca y puede penetrar a su pareja con uno de ellos, mientras ella misma es penetrada por el otro consolador al tiempo.
Vistas las diferentes versiones y los problemas que pueden surgir, no se debe frivolizar con este tipo de prácticas, hoy día más habituales de lo que se cree. Especialmente si al principio no se atreven a realizarlas de forma simultánea y comienzan alternándolas. «Tras el acto anal no se puede llevar a cabo uno vaginal, ya que hay que cambiar el preservativo y lavar bien la zona. Es mejor hacerlo al final, pues el tiempo es oro para ellas. «Atravesamos tres fases –reseña Valente–: la de excitación (cuando se lubrica), a la que sigue la meseta (el orgasmo es inminente) y finalmente, el clímax. Lo mejor es reservarla para la meseta y no cortar así el momento», concluye la ginecóloga.
**Publicado en "La Razón"
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