Todas las palabras nacieron un día concreto, aunque aun no existieran los calendarios. Robot, la palabra checa más difundida en el mundo, se pronunció públicamente por primera vez el 25 de enero de 1921. Fue el día del estreno de ‘R.U.R: Robots Universales de Rossum’ en el Teatro Nacional de Praga. Aunque la obra es de Karel Čapek, la palabra fue creada por su hermano Josef. Defensor inconsciente del menos es más, Josef le quitó una “a” a ‘robota’, trabajo en checo, y creó así al perfecto empleado del futuro, infatigable, sumiso, fiel.
Para ocultar a sus robots de carne y hueso, Amazon nos ha enseñado un robot de mentira, más falso aún que los actores disfrazados de autómatas que subieron al escenario en la obra de Čapek. Y el truco de magia ha funcionado. Los informativos de todo el mundo han convertido la publicidad verdadera en una noticia falsa. Basta reflexionar cinco minutos para ver que el octocóptero mensajero no es sólo inviable en el presente sino también en el futuro más inmediato. Pero como distracción el vídeo del ‘dron’ cartero ha sido perfecto.
El debate sobre su utilidad ha ocultado las investigaciones sobre las terribles condiciones de trabajo en el vientre de la librería virtual. “Somos máquinas, somos robots. Nosotros conectamos el escáner, pero perfectamente ese aparato podía estar conectado a nosotros“, dice Adam Littler, el periodista de la BBC que cual heredero de Günter Wallraff – que en los ochenta del siglo pasado se disfrazó de turco para comprobar cómo eran explotados en Alemania -, trabajó en el almacén de Amazon en Swansea, Gales. El vídeo lo podéis ver aquí.
Escáner en mano, Littler debía seleccionar los libros, películas, consoladores o colonia que vende este inmenso bazar. Un objeto cada 33 segundos, en jornadas que podían durar más de 10 horas y en las que llegó a caminar casi 15 kilómetros, empujando su carretilla cargada de cajas amarillas de plástico. Si se equivocaba, un pitido delataba su error. El ritmo es tan estresante que tras ver las imágenes un médico declaró sin reparos que podría provocar enfermedades mentales y físicas. No hay, claro, representantes sindicales y los trabajadores temporales se usan y tiran como pañuelos de papel.
El reportaje de la BBC es la penúltima denuncia televisiva. En febrero, la televisión pública alemana acusó directamente a Amazon de esclavista. ‘¡Entregado! ’ está protagonizado por Silvina, una empleada española. Subcontratada por Amazon, denunció que cobraba un 12% menos de lo acordado, que estaba continuamente vigilada, incluso durante la comida, y que dormía en una cabaña con cinco desconocidos. “Es como una máquina – dice Silvina – y nosotros somos como piezas que la componen”. De nuevo, la imagen del robot de carne y hueso.
Amazon elude pagar impuestos allí donde opera, pero ha desembarcado en España con una alfombra roja tendida por nuestros gobernantes. Sin reparos, nuestro ministro de Cultura ha condecorado a Jeff Bezos poniéndole una medalla a su padrastro, mientras las librerías reales desaparecen de nuestras calles. Las mismas librerías en las que cultas damas apuntan en sus móviles las últimas novedades que pedirán con un click al gigante devorador, felices porque han visto en los informativos cómo en unos años un robot llevará su deseo directamente a su jardín, contentas de ignorar el drama diario de los robots de carne y hueso que trabajan en el frío vientre del monstruo.