Revista Baloncesto
Hace ya seis años que Sergi Llull fue seleccionado en el draft de la NBA. Fue Denver Nuggets quien decidió emplear su pick 34 para rellenar la casilla con el nombre del 23 del Real Madrid. Enseguida la franquicia de Colorado hizo cambio de cromos con los Houston Rockets, que han mantenido sus derechos durante todo este tiempo.
Lo que al principio eran tibios intentos sin demasiada convicción y, sobre todo, base económica, han ido desembocando por las noticias que nos llegan en un interés real y con fundamento.
El equipo texano se ha tomado muy en serio su construcción a medio plazo y ha enviado ojeadores de manera nada esporádica al Palacio de los Deportes con el ánimo de seguir las evoluciones del madridista. El GM de Houston Daryl Morey siempre ha visto en Llull un buen complemento de banquillo, enérgico y con habilidad para atravesar la cancha en velocidad, buscar un primer pase y refugiarse en una esquina o intentar una de sus atléticas entradas a canasta.
Según las informaciones los Rockets pondrían encima de la mesa una cifra entorno a los 17 millones de dólares en un contrato por tres temporadas, lo que permitiría a Sergi el pago de la cláusula de salida sin agobios. Llull siempre le ha cerrado la puerta a la NBA seguramente sometido por el asunto económico, que suele marcar una gravosa carga para el jugador. Todos recordamos las circunstancias en las que se fue Juan Carlos Navarro, lastrado por un sueldo muy bajo en Memphis que le impedía hacer frente a sus obligaciones contractuales con el Barça, a pesar de la negociación que facilitó su marcha. En este caso Llull parte de una generosa cifra que le otorga una plácida tranquilidad.
Otro asunto es el impacto de Sergi en la NBA. Estamos ante un jugador que ha sufrido una evolución forzada en los últimos años. Se había asentado como escolta anotador hasta la llegada al banquillo blanco de Pablo Laso, que quiso recuperar sus condiciones como base, explorando más alternativas y brindando a su equipo de un arma ofensiva en la conducción de juego, contraponiendo su perfil al de Sergio Rodríguez, con mayor visión de juego y con menor tentación natural al lanzamiento a canasta. Fue una decisión criticada, ya que se especulaba con una posible caída de influencia en el juego por parte de Llull, que limitaría sus puntos desde su nueva posición al tener que preocuparse de crear situaciones de juego para los demás.
El perfil de base en la NBA es diverso, y hay cabida para el playmaker egoísta "me-first scorer" que encontramos por ejemplo en Westbrook (aunque ahora vive imbuido en su eterno triple-doble para satisfacción personal), o aquél que asiste y no tira. En este último apartado viene a mi memoria Jamaal Tinsley, capaz de entregar en un solo partido 15 asistencias y no intentar ni un lanzamiento. Por condiciones naturales Llull aparecería más próximo al primero de los perfiles, pero su reconversión al estilo NBA le acercaría a un rango intermedio. No le iba a quedar otro remedio si quiere sobrevivir. Un anotador de rachas como él correría el riesgo de establecerse como Rudy Fernández, un especialista sólo escogido por su habilidad por pegarse a la raya del triple y embestir la canasta en las limitadas opciones de pase que reciba.
El propio Llull ha reconocido las conversaciones y no ha negado por primera vez su voluntad de irse. Es el primer paso para verle vestido como "rocket".