Revista Cine
Concluida la etapa de Sean Connery, los productores se vieron inmersos en una nueva fase de interminables cástings para encontrar a un nuevo actor que fuera perdurable. United Artists llegó a tantear al mismísimo Clint Eastwood, recién salido del gran éxito que supuso Harry el Sucio (1971). Eastwood reconoció estar halagado con la propuesta pero declinó afirmando que un actor norteamericano nunca debería interpretar a James Bond.
Broccoli y Saltzman, por su parte, ya tenían una larga lista de candidatos formada por Julian Glover, Jeremy Brett (uno de los mejores Sherlock Holmes), Simon Oates, John Ronane, y William Gaunt. Pero en los cástings ninguno de ellos acababa de convencer y finalmente decidieron ofrecerle el papel a Roger Moore, un intérprete inglés de curtida fama en la televisión gracias a series como Maverick, El Santo, y Los Persuasores. El hándicap de Moore se centraba en que era más veterano que el actor al que reemplazaba (tenía tres años más que Connery). Iba a empezar su periplo en la franquicia con 45 años y eso propició que se tuviera a un actor en la recámara por si Moore decidía dejar la saga. Ese hombre era Michael Billington, un intérprete que pasará a la historia como el "Bond que nunca fue...."
Hasta 1979, Billington mantuvo la esperanza de asumir el personaje. De hecho, se mantuvo cerca de la producción llegando a interpretar a Sergei Barsov, el novio de Anya Amasova (Barbara Bach), que muere al inicio de La Espía que me Amó (1977). Pero Roger Moore se reveló como el actor que más tiempo ha estado vinculado a la franquicia y el que más películas protagonizó. A pesar de su edad, y tras cumplir su primer contrato por tres películas, siguió renovando su compromiso con Eon Productions y envejeció demasiado con el personaje. En su último film, Panorama para Matar (1985), contaba ya con 57 años y estaba muy limitado para resultar creíble en persecuciones, saltos, peleas, y otras situaciones de peligro.
Su legado fue muy amplio y algunas de sus películas son míticas dentro de la saga. Aunque también representó lo peor de la franquicia y protagonizó algunos de los momentos más ridículos nunca vistos. Si Ian Fleming hubiera estado vivo, se hubiera puesto las manos a la cabeza en más de una ocasión y no le faltaría razón.
Roger Moore es el Bond con el que crecimos muchos de nosotros y eso le otorga el cariño especial de toda una generación pero, siendo objetivos, hay que criticar las situaciones risibles (por utilizar un calificativo amable) que se vieron en Vive y Deja Morir (1973), El Hombre de la Pistola de Oro (1974), La Espía que me Amó (1977), y especialmente Moonraker (1979), a la que califico como el peor film de toda la saga.
Afortunadamente, la década de los 80 trajo nuevos vientos y los guionistas parecieron cambiar su enfoque. Así fue como los tres últimos títulos de Moore fueron sus mejores trabajos: Solo para sus Ojos (1981), Octopussy (1983), y Panorama para matar (1985).
La elección de Roger Moore implicaba cambios ineludibles en la caracterización del personaje. El incipiente talento cómico del intérprete londinense quiso ser aprovechado por los guionistas que, película tras película, definieron a un Bond más cómico, burlón, y casi auto-paródico. Lejos quedó la contundencia, la dureza, y la brutalidad extrema que caracterizó a 007 desde sus inicios literarios. Los años 70 exigían un Bond adaptado a la cultura pop, a la banalidad estética, y a la intrascendencia moral. Nos encontramos, pues, con un profundo lapso de 12 años en los que James Bond se convirtió en un símbolo más de una idea estética irrecuperable y ridícula.
007 siguió conquistando a mujeres, librando combates, y asesinando por encargo pero todo ello estaba enlatado dentro de un producto colorista y circense que, aprovechando la guerra fría y los clásicos villanos megalómanos, desarrolló una historia tras otra olvidando por el camino la verdadera esencia del mejor agente del Servicio Secreto Británico.
Pero el éxito comercial acompañaba esta deficitaria propuesta y así fue como Broccoli aún quería que Moore continuara más allá de 1985. Por suerte, el intérprete no renovó el contrato aduciendo el tema de la edad como factor determinante. No cabe duda de que "Cubby" Broccoli fue un gran productor, que edificó los cimientos de la saga cinematográfica de 007 a base de voluntad y sacrificio, pero siempre le faltó algo más de visión a medio plazo.
En 2005, las películas de Pierce Brosnan habían recaudado las cifras más impresionantes jamás vistas en la franquicia pero eso no enturbió la visión de la hija de Broccoli, Barbara, y su marido, Michael G. Wilson. Ellos detectaron que, a pesar de las grandes cifras, buena parte del público sentía cansancio por una propuesta que siempre aportaba lo mismo. Y decidieron hacer un cambio radical antes de ver caer los rendimientos. Tomaron una decisión arriesgada estando en la cumbre pero convencidos de que era lo mejor. Así fue como decidieron prescindir de Brosnan y apostar por un nuevo actor que rejuveneciera la saga y con el cual pudieran regresar a los orígenes literarios del personaje en lo que fue la apasionante Casino Royale (2006).
Viendo como "Cubby" administró la saga durante su mandato, se me hace difícil creer que llegara a tomar una decisión parecida. Pero, obviamente, esto pertenece al terreno de la hipótesis.