Revista Cultura y Ocio

Los samurái

Por Joaquintoledo

Asimismo el paradigma de estos señores feudales japoneses ha servido para inspirar numerosas obras que forma parte de la cultura popular alrededor del mundo, desde películas hasta historietas, o mangas, como ellos lo llaman. Hoy en día existen en Japón, personas que se hacen llamar samuráis, pero, desde luego, no se dedican a las mismas ocupaciones de antaño. Algunos prefieren estudiar la cultura de su país, a realizar los ritos, representaciones de la vida anterior para los turistas, participan en algunas ceremonias de conmoración, plantan flores, son maestros de artes marciales, entre otras actividades que han hecho que su nombre no sea borrado de la historia.

Costumbres y vida cotidiana del samurái clásico

El samurái vivía en una casa de lujo, que en la actualidad reproducirla tal cual fue en el pasado, es bastante caro. Le preocupaban dos cosas principalmente, una cómoda ubicación de sus mejores y más fieles guerreros cerca a su habitación principal, y por otro tener un jardín adecuado donde él mismo diseñaba la posición y forma. Siempre iban acompañados de un estanque de agua, y es algo que se ve hoy en día en algunas casas tradicionales niponas. La ceremonia del té por igual, se sigue representando hasta la actualidad y requiere de cierta práctica para ser llevada a cabo con exactitud. Respecto al sentido de la religión, no hay algo definitivo. Los samuráis llegaron a ser sintoístas, budistas o hasta cristianos dependiendo de la época.

Pero, ¿desde cuándo empezaba alguien a ser considerado samurái? Pues bien. Al ser una aristocracia guerrera, estos señores feudales eran un círculo guerrero, cuyo puesto era en la mayoría de los casos, hereditario. Los recién nacidos llevaban una pequeña espada en el cinturón. Cuando tenía cinco se le cortaba el caballo, dos años más tarde se le daba sus pantalones, a la par que recibía una educación única y exquisita, tanto en artes marciales como en cultura general. Los primeros maestros eran siempre los padres o un pariente cercano, hasta que eran entregados a un ronin (samuráis sin señor a quien servir) y después a una escuela. Así se mantenía hasta que cumplía 15 años, cuando se consideraba, había llegado ya a la adultez. Se le cortaba el pelo como adulto y recibía su primera espada y la armadura. También es cierto que existían samuráis con más dinero que otros, por tanto algunos podían enviar a sus hijos a estudiar a un monasterio. Por lo general estos jóvenes salían adoctrinados con literatura épica de sus ancestros.

Las mujeres, si bien no tenían las mismas prerrogativas que un varón de cuna samurái, por lo general no eran tan discriminadas. En efecto, muchas de ellas, eran entrenadas y educadas del mismo modo, tanto en lo académico como en las artes marciales. Sin embargo hay que reconocer que no era común verlas marchar al campo de batalla, si bien la existencia de mujeres samurái es algo innegable. Su mayor objetivo en vida era asegurar la continuidad de la dinastía y recaía sobre ellas la responsabilidad de llevar a cabo el cuidado del patrimonio de la familia mientras su marido estaba en la guerra, pues se encargaban de cuidar del patrimonio de su cónyuge. La comida de los samuráis por lo general era la de cualquier japonés y no llegaba a la extravagancia: arroz, pescado, verduras y saque. La vestimenta, por su parte, estaba compuesta del kimono, un vestido de manga larga y que variaba en colores debido al sexo y la riqueza de cada quien. Los samuráis llevaban sobre él un hakama o falda, mientras que el kataginu era una especia de chaqueta. En sus ratos libres podían nadar, practicar la ceremonia del té, jugar el juego conocido como el “go” similar al ajedrez, ir al teatro, dedicarse a la poesía, tocar algún instrumento musical, entre otras ocupaciones.

 

También gustaban de enviar a sus famosos ninjas, espías expertos en sabotaje y asesinatos sin dejar huella, para averiguar que clase de plan tenían sus enemigos. Por lo general sus actos se llevaban a cabo días antes de un combate decisivo, así que en el Japón de la antigüedad cualquier cosa podía llegar a suceder ¿Y qué pasaba con la estructura jerárquica? Pues bien, delante de los ejércitos siempre iba el general principal y sus oficiales. El señor feudal, bien perfumado y arreglado con una extraordinaria armadura, observaba desde un lugar seguro, hasta que decidía entrar en batalla, si así lo deseaba. Este fue un pequeño repaso por el mundo de los samuráis y cómo han logrado hacerse un espacio en la cultura universal.


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