La fantasía libera la imaginación y sus únicos límites son los de la mente humana. Por esa razón, como vimos, los troles podían manifestarse de formas dispares, sin un punto en común que permitiera definir con precisión qué los caracterizaba. Aunque más reconocibles, los elfos sufren del mismo problema. Desde gráciles arqueros a trabajadores hombrecillos, las orejas puntiagudas son el único rasgo coincidente. Dado que hoy por hoy no tenemos un concepto claro de ellos, retrotraigámonos a sus inicios para conocer cómo fueron.
Seres de otro mundo
En el Grímnismál, un texto de la Edda poética y uno de los testigos de la mitología nórdica, los elfos vivían en Álfheimr, en donde el dios Vanir Freyr recibió una morada. Por esto se ha sugerido que los dioses Vanir, un grupo de dioses que se enfrentó a los dioses Æsir, pudieran ser elfos, aunque no es una idea totalmente aceptada. De ser sinónimos Vanir y álfar, dioses como Kvasir, Njörðr, su esposa-hermana y sus dos hijos Freyr y Freyja, asociados a la fertilidad, serían elfos. Además, según las pruebas dispersas que tenemos, tanto los elfos como los Vanir dominarían el seiðr (magia). Por otra parte, debido a la frecuente aliteración "aesir y elfos" ( Æsir ok Álfar), estos dos grupos también parecen íntimamente relacionados.
En los relatos hay pocos elfos cuyos nombres se conozcan. Uno de ellos es Völundr, el herrero y protagonista de Völundarkviða. Völundr parece estar relacionado con el romano Vulcano. En el Heimskringla de la Saga de los Ynglingos, hay varios elfos: Yngvi (cognomen de Freyr) con un hermano llamado Álfr, Thror ("crecer, prosperar") y Virvir (corrupción de Virfill, relacionado con el latín verpa, "pene"). Los tres están relacionados con Freyr, ya que este era representado con un gran falo.
Aunque la Edda prosaica habla de distintos tipos de elfos y presentan varios nombres(1), como solo aparecen en esta y en obras basadas en ella, se estima que se refieren a los enanos ( dvergar) y a los demonios y ángeles cristianos. Al igual que ellos, también viven en reinos superiores (Álfheimr o Ljosalfheim) e inferiores (Svartálfaheimr ) al nuestro (Midgard). Los enanos vivirían en un punto intermedio equivalente al purgatorio.
Los enanos, cuyo fisico se desconoce, podían estar relacionados con los elfos, al menos en la Edda prosaica. Especialmente porque cuando Odín manda a Skírnir, siervo de Freyr, a Svartálfaheimr, tierra de los elfos negros, para que forjen la cadena irrompible Gleipnir para someter al lobo Fenrir, quienes cumplen la tarea son enanos ( dvergar). Lo mismo ocurre de nuevo en el Skáldskaparmál, donde Odín manda a Loki a Svartálfaheimr para reparar la muerte del hijo del rey enano Hreidmar.
Sea como fuere, los indicios señalan que los elfos tenían una importancia equiparable a los dioses, posiblemente como espíritus protectores de los ancestros.
Un reflejo indirecto
A través del uso del término podemos saber qué asociaban con el término elfo. En el islandés, álfar se solía emparejar con las dos palabras que se referían a los dioses: Æsir y Vanir. Los anglosajones acuñaron los femeninos ælfen o elfen para referirse a las ninfas. Nombres como Ælfred, Ælfric, Ælfbeorht y Ælfnoth señalaban la sabiduría, poder, brillo y valor, respectivamente, de los elfos. En la Biblia, Judit y Sara, la esposa de Abraham, fueron descritas como ælfscyne ("radiante como un elfo"), no solo implicando una belleza seductora pero peligrosa.
También había "enfermedad de elfo" como ælf-adl y ælf-sogoða, en el que la segunda mostraba fiebre. Contra la magia de elfo ( ælfsiden) se recomendaba usar un ungüento "contra la raza elfa y los caminantes nocturnos y para la gente con quin ha tenido sexo el diablo". Los elfos serían acusados de las consecuencias de parálisis nocturnas, como más adelante lo serían los súcubos e íncubos. La locura o la epilepsia, asociada desde la antigüedad con los muertos, fueron consideradas enfermedades relacionadas con los elfos y enanos. En el norte de Europa, el nombre de los elfos se incluía en las palabras para urticaria (Noruego: elveblest; islandes: álfarbrúnni), cólico (danés: alvskot), rosácea (alemán: Elffeuer), lumbago (antiguamente en algunas regiones alemanas: Alpschuß) y el tétano provocado por el estrés prolongado del transporte en las ovejas (Alemán: Elbe).
En el islandés moderno son llamados el pueblo oculto ( huldufólk), concretamente huldumaðr (hombre oculto) o huldukona (mujer oculta). Es decir, les llaman igual que a los troles. En Dinamarca, donde los troles son pequeños, estos y los elfos son llamados elle. Allí se cree que viven en pequeños montículos. Al final, son términos paragüas que no distinguen de criaturas ni de sus intenciones.
Expansión
En alemán, los términos alp y elbe no aparecerán con frecuencia en los textos hasta el siglo XIII, pero entonces se usaba como sinónimo de zwerc ("enano"), mar ("pesadilla"), lemur y drude (espíritu similar al mar que podía ser un elfo, hag o kobold). Por esta razón, el pentagrama usado para alejar a este último era llamado Drudenfuss, Drudenfuß o Alpfuss ("pie de drude/elfo"). Este es el símbolo que deja atrapado a Mefistófeles en Fausto de Goethe. La relación entre los elfos y las pesadillas se basan en su asociación con los muertos. Aunque el mar se vio como la personificación de sus hechizos maléficos, originalmente era un muerto malvado.
En Inglaterra, ælf, elf e ylfe (pl.) se usaron hasta el siglo XI, momento en el que comenzó a utilizarse indistintamente para otras criaturas. En Francia no aparece este término hasta el siglo XVI, pero es usado para referirse a las hadas. No tendría el significado actual hasta el siglo XIX. El español adquiere la palabra del inglés y en el diccionario de Ramón Joaquín Domínguez (1853) ya aparece como "el nombre que la mitología de la edad media ha dado a una serie de seres sobrenaturales, divinidades subalternas de las cuales unas de naturaleza generosa y protectora, eran bellas; y otras de carácter maléfico y vengativo, eran por el contrario deformes y negras como la noche".
En los países escandinavos, los términos para elfo y enano acabaron convirtiéndose en sinónimos. Sin embargo, mientras hay nombres medievales basados en la palabra para elfo, no sucede lo mismo con los enanos.
Con la iglesia hemos topado
Varias entradas de temas similares llegan al punto común donde la iglesia utilizó la práctica habitual de demonizar lo pagano. Esta no es una excepción. Sin embargo, en la tradición popular europea, eran ángeles que se negaron a posicionarse en la guerra entre Satán y Dios, por lo que, al ser expulsados del cielo y no entrar en el infierno, se quedaron en la Tierra. También se decía que eran hijos de Adán y Lilith, que los ocultó, que tenían aparencia humana o eran de pequeño tamaño, pies extraños, peludos, de espalda musgosa o pies vacunos. En Beowulf, los elfos son la progenie de Caín, junto con jötnar (gigantes) y otras criaturas, que desafiaron a Dios.
Culto antiguo
Es irónico que unos seres que perdieron su identidad vuelvan a sus orígenes gracias a la Navidad. Jól (Yule, una fiesta del solsticio de invierno) también era denominado álfablót ("sacrificio a los elfos"). Esta fertilidad combinaba la memoria a los muertos con ritos de fertilidad. En él se implicaba a Byggvir, un sirviente de Freyr y personificación de la cebada, que conocía los secretos de la buena cerveza que sería usada en el sacrificio de la festividad.
Asociación con los muertos
Como los draugr y otros seres nórdicos, los elfos se asociaron con la tierra y los muertos. Parecían ser ancestros que mediaban localmente entre los humanos y los dioses. Dado que los nórdicos no creían que las personas murieran totalmente, era lógico que una persona buena y justa continuara su existencia vigilando a los vivos.
El rey enano de los elfos
Oberón, rey de las hadas en las historias medievales y conocido por su participación en El sueño de una noche de verano de William Shakespeare, se basaba en Alberich ("rey de los elfos"). El problema radica en que suelen aparecer como un enano, no un elfo. Sin embargo, en Les Prouesses et faitz du noble Huon de Bordeaux (s. XIII-XIV) se muestra bello, brillante y con magia de cualidades divinas, además de un humor lábil que hace que Huon tema infringir mínimamente su trato. Teniendo en cuenta que son características más propias de un elfo, viendo como en la Alemania de esta época se usaba sin distinción elfo y enano y que en Francia no se conocía la palabra elfo, es probable que Oberón no fuera enano, sino elfo. Por otra parte, quiero recalcar que esto no implica que, por puro descarte, debamos imaginárnoslo inmediatamente como un personaje de estatura humana. El aspecto que entonces les daban a los elfos era independiente a nuestra concepción actual.
Orejas puntiagudas
Aunque parece el único punto en común de todos los elfos, la asociación de las orejas puntiagudas con los elfos parece apuntar a la literatura victoriana del siglo XIX. Aunque se señala a J. R. R. Tolkien como quien popularizó este cliché, en su época era tan habitual que nunca especificó la forma de sus orejas en sus libros. Por esta razón, algunos seguidores defienden que los elfos de Tolkien tenían orejas redondas, aunque en una carta de 1938 para sus editores americanos señala que los hobbits tenían "caras joviales, y orejas solo ligeramente puntiagudas y 'élficas'", implicando que sus elfos tenían orejas más puntiagudas. En las etimologías de las primeras ediciones de El camino perdido y otros escritos (1987), en la etimología de LAS, elemento en lasse que significa "hoja", hay una nota que dice "las orejas quendianas eran más puntiagudas y con más forma de hoja que [los humanos]". No obstante, también señala que el término lasse solo se usaba para algunas hojas y que LAS tambien era el lexema de "oír, oreja". Aunque parece una ambigüedad intencionada, que su ilustradora Pauline Baynes no tuviese problemas para usar las orejas puntiagudas indica la posibilidad de que las considerase así o simplemente le fuera indiferente.
Notas
- Svartálfar o myrkálfar (elfos negros o sombríos), dökkálfar (elfos oscuros) y ljósálfar (elfos de luz)
Fuentes
- Simpson, J. (2011). On the ambiguity of elves. Folklore, 122(01), 76-83.
- Lecouteux, C. (2018). The Hidden History of Elves and Dwarfs: Avatars of Invisible Realms. Simon and Schuster.