Siempre había creído que Los Secretos era una banda de dos o tres canciones, vamos, las que yo conocía. Me equivoqué. Que era una banda que sólo tenía dos ritmos (el lento y el lentísimo) y me equivoqué. Que eran más tristones que el pobrecito de Marco buscando a su madre y que me aburrirían hasta niveles insospechados... Sobra decir que por tercera vez me volví a equivocar.
Sobre el escenario repasaron sus clásicos de toda la vida con las composiciones más o menos nuevas de 'En Este Mundo Raro' (DRO-2011), su último disco hasta la fecha. Tenían cuerda para rato. Energía. No hubo bajonazos de tensión. Esa es mi impresión hoy día. Recuerdo que en más de una ocasión me sorprendí asintiendo. Les estaba valorando, examinando, juzgando pero... ¡No me lo podía creer! ¡Los Secretos estaban saliendo claramente vencedores de aquél careo!
Hubo un momento que fue determinante. Un solo de guitarra. El solo de "Desapareces" (creo), que hizo que agachara la cabeza, aplaudiera y me apuntara mentalmente que no hay que dar nada por sentado, que los prejuicios sobran, que no hay que cerrarse en banda y que ese disco tenía que sonar en mi habitación más pronto que tarde.
Y siempre cumplo con mi palabra.