por elcronista.com
Las dificultades que enfrenta un empresario, en cualquier parte del planeta, durante toda la historia, son innumerables y siempre aparecen nuevos desafíos. Más aún, si se trata de uno que comanda una compañía pyme, familiar o no. Y se potencia si se trata del continente mágico, América latina, que presenta esa rara conjunción de realidad con fantasía al mismo tiempo.
El principio de la escasez acompañará, eternamente, la actividad económica y en el ADN del directivo estará el saber enfrentar las restricciones, acrecentadas en nuestra querida región por modelos mentales y asimetrías institucionales que le imprimen un plus de adrenalina a la tarea en cuestión.
Pero de todos, podemos hacer un esfuerzo para encontrar un eje que sintetice aquella piedra con la que, una y otra vez, tropiezan todos y todas: el sacrificio del largo en función del corto plazo, que, en el día a día, de la empresa tiene que ver con no invertir en la organización en aspectos ‘blandos’ como en su propia gente y en el amplio campo de la comunicación. Repasemos un breve listado de lo que, sobre la base de nuestra experiencia profesional, el directivo pyme incurre con más frecuencia de lo deseable:
1 Excesiva utilización de tiempo físico y mental en la zona de preocupación. Así las energías se diluyen en las quejas sobre variables del entorno (que justamente son las incontrolables), en lugar de ampliar la zona de contexto (las que efectivamente pueden ser influenciadas con sus decisiones y acciones).
2 No compartir en forma sistemática su visión y sus anhelos al resto de la organización. Esas son las historias con que aspira a generar su éxito, transformándola en visión compartida y no en una idea fija propia.
3 No confiar más en las nuevas tecnologías aplicadas a la gestión de recursos humanos, que colaborarían para minimizar desde errores de selección hasta armar creativos esquemas de remuneración variable para disminuir faltas de compromiso del personal y rotaciones que lo afecten.
4 No invertir lo suficiente en su propia formación o en espacios individuales o colectivos que le permitan el entorno de reflexión que precisa para no dejarse llevar por el vértigo decisorio. También la aversión por iniciar más espacios organizacionales para la capacitación y el desarrollo de sus gerentes y supervisores.
5 No tomar a los propios empleados como clientes internos y a parte de su fuerza comercial directa o indirectamente como tales. El cliente puede elegir: hoy está y mañana no. Sólo en algunas industrias de alta rotación voluntaria y con grandes nichos de excelencia profesional esto ya es una obligación para la mera supervivencia de la empresa.
6 No invertir lo suficiente en comunicación y marketing, tomando como gasto lo que es lo único que permanece como construcción: su marca o lo de sus productos estrella. No son máquinas ni obras de infraestructura, pero destinar recursos financieros y, sobre todo, la atención y el tiempo del directivo es clave para poner en valor al activo con mayor respuesta con que cuenta la compañía.
7 Pensar que los esfuerzos dedicados a la planificación y a la construcción de información e indicadores son lujos que no puede darse en épocas de austeridad. Es que la ansiedad y el cortoplacismo juegan en contra también para conseguir resultados en lapsos también breves o en sustentar senderos de perfomance exitosos, en definitiva, el único triunfo de la organización: crecer más y mejor para bienestar de los que la conforman y sus públicos de interés.
Fuente http://www.cronista.com/pyme/Los-siete-dilemas-tipicos-del-empresario-pyme-20130117-0014.html
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