En la zona republicana la prensa anarquista se queja de la persecución gubernamental...
"Por pésimo camino"
¡Ayer, un militante de la UGT! Roldán Cortada.
¡Hoy, un militante de la CNT! Antonio Martín.
¿Se ha de continuar por este camino, camaradas?
¿De verdad se quiere ganar la guerra?
¿De verdad se quiere ganar la Revolución?
Pues no lo parece.
Lo único que parece es que se quiera perder la guerra. Y la Revolución. Y que el proletariado español caiga todo él acribillado por las balas fascistas.
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'Solidaridad Obrera'. Barcelona, 19 de abril de 1937.
¿Por qué molesta tanto la Prensa condeferal?
Es inexplicable lo que ocurre con la Prensa confederal y anarquista. Se la persigue, constante y denostadamente, como en los buenos tiempos de la Monarquía. Increíble, pero cierto. Actualmente tenemos dos diarios suspendidos, sin que sepamos los verdaderos motivos de la suspensión. Son éstos 'CNT del Norte', de Bilbao, y 'Nosotros', de Valencia. ¿Qué se pretende con estas suspensiones?
La conducta seguida por estos dos órganos libertarios es estrictamente revolucionaria y antifascista. No podía ser de otro modo. Siendo así entonces, ¿por qué molesta tanto la Prensa condeferal?
Puestos a sospechar, vamos a creer que precisamente por lo que molesta es por revolucionaria, lo que valia la pena de que se nos dijese con claridad, para saber a qué atenernos con respecto a los persecutores de periódicos anarcosindicalistas.
Lo que sí sabemos es que dentro del plan de persecución de que la Confederación está siendo objeto, entra esto de suspender nuestros diarios caprichosamente, por irreprimible impulso de odio a aquello que al verdadero revolucionario le debiera inspirar mayor respeto.
Pero conste que todo ha de tener un fin, y esto de que se quiera extinguir a nuestra Prensa, también. O se deja libertad plena a nuestros periódicos para propagar y desenvolver nuestras ideas, o sera cosa de no pedir tanto y exigir más.
Ya es mucho jugar con las cosas serias.
...E insiste en considerar la revolución social como parte integrante de la guerra.
"Al paso de las campañas contrarrevolucionarias. -Oponerse a la socialización de la industria es forjar el fracaso de la economía revolucionaria"
Uno de los parapetos contrarrevolucionarios, desde el que lucha para destruir las conquistas obreras esos residuos del sistema burgués, que prefieren ser la izquierda de un imperialismo capitalista, a la derecha reposada y serena de una España de trabajadores, es el razonamiento que se opone a la socialización de las industrias.
Este razonamiento, tan desprovisto de razón, atribuye cándidamente a este intento de socialización todos los males que florecen en la retaguardia. Ni hay deficiencia, ni anormalidad, ni contratiempo, que no se incluya en el saldo, en contra de esa idea que, en fin de cuentas, no es otra que la suprema aspiración de la clase trabajadora que el fascismo trata de aniquilar con la valiosa colaboración de nuestros elementos afines. Se ha llegado a hablar en un mitin comunista de un desbarajuste económico de Cataluña poducido única y exclusivamente por los ensayos prematuros de socialización, y estas palabras, pronunciadas por uno de los miembros destacados del partido que tutelaba el mitin, son la mejor obra contrarrevolucionaria y, por ende, filial del enemigo que acecha.
Son muchos los argumentos que se emplean para atacar la idea de socialización; uno de ellos -el más ameno- es aquel por el que se afirma que socializar la industria es, sencillamente, apoderarse de ella y explotarla, lo que trae como consecuencia el que haya industrias florecientes cuyos obreros viven una situación de privilegio, o industrias poco afortunadas, en las cuales los trabajadores reciben menos beneficios y, en cambio, tienen que rendir esfuerzos superiores a los de otras actividades.
Noblemente reconocemos que existen tales anomalías. Hay, en efecto, diferencias actualmente entre los obreros de las industrias prósperas y los de aquellas otras que arrastran un vivir penoso. Los trabajadores de las industrias de guerra, por ejemplo, se ven precisados, por la situación en la que las circunstancias les colocan, a trabajar muchas más horas de las marcadas por la jornada legal y a percibir jornales que están ligados íntimamente al sacrificio de toda la España proletaria ante la amenaza de la reacción. Tales anomalías -que no negamos- se atribuyen al intento de socialización. Nosotros aseguramos firmemente que es todo lo contrario: tales anomalías son el resultado lógico de que esta socialización no exista.
La socialización que nosotros propugnamos vendría precisamente a resolver esos problemas de los que hoy se hace bandera para combatirla. Con una Cataluña industrial socializada, todo tendría una ligazón orgánica, la industria, la agricultura y todas las organizaciones sindicales, de acuerdo con el consejero de Economía, entrarían en un cauce de normalidad y las jornadas de trabajo se harían más homogeneas, o, lo que es lo mismo, que caerían por su base esas diferencias de situación entre obreros de unas y otras actividades.
Una de las cosas que más contribuirían a borrar esas desigualdades sería la aplicación del salario familiar. Los trabajadores se iniciarían en un régimen de justicia en cuanto a percepción de sueldos, ya que definitivamente desaparecería esa reminiscencia de los tiempos bárbaros del feudalismo que se refleja hoy en los últimos intermedios entre el productor y el consumidor; todas las industrias aunarían sus esfuerzos en pro de la victoria sobre las hordas del fascio; el comercio, socializado y controlado por las organizaciones sindicales, acabaría con los abusos de que hoy se hace víctima al pueblo y los campesinos, los verdaderos héroes de la Revolución, que inclinan su frente sobre el surco para arrancarle lo que ha de ser la vitalidad de los que luchan por la causa, se verían, al fin, libres de cuervos explotadores y de elementos incontrolados que se apoderan del fruto de sus afanes.
La socialización es -sépanlo sus detractores- la verdadera, la auténtica organización de la economía. Que hay que organizar ésta es indudable, pero no con arreglo a moldes viejos que son, precisamente, los que estamos destruyendo, sino de acuerdo con nuevas normas, que harán de nuestro pueblo la enseña de combate del proletariado mundial.
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"Solidaridad Obrera". Barcelona, viernes 30 de abril de 1937, pág. 12
Continuará
Saludos