Revista Sociedad

Los “sucesos de Reinosa”

Publicado el 15 enero 2014 por Oscar @olavid25
Guardias civiles en Reinosa.

La imagen, icono de aquella revuelta, muestra a los guardias civiles acorralados.

La televisión sorprende muy poco. Hace unos años, si se interrumpía la emisión y se anunciaba un especial informativo te temías lo peor porque la noticia pasaba por un coche-bomba, un tiro en la nuca o, menos frecuentemente, un golpe de Estado. Hoy, alguna cadena está en disposición de hacer lo mismo con el embarazo de Olvido Hormigos. Lástima que Belén Esteban adelantara la buena nueva en su cuenta de Twitter. A fin de cuentas Paz Padilla anunció el fin de los atentados de ETA. Ajeno entonces a estas reflexiones, una mañana, mientras paseaba por Santiago de Compostela, mi amigo Bernardo llamó mi atención para que escuchara la televisión autonómica, lo que me sorprendió, porque ni él ni yo hablamos entonces gallego.

La noticia lo era de verdad. Reinosa había sido escenario de un hecho inusual. Después de que la Guardia Civil entrara a las oficinas de la Naval a rescatar a unos directivos retenidos, se había armado la marimorena en la ciudad. Todo tenía su origen en un conflicto laboral, frecuentes entonces como ahora. Era un paso más de aquella reconversión industrial que dejó a medio país en el paro y a Reinosa abocada durante años a una depresión económica, y algo más, de la que parece recuperarse ahora.

La información daba cuenta, no obstante, de un grave problema de orden público, porque los trabajadores de la Naval habían respondido a la acción del grupo de intervención de la Guardia Civil liándose a porrazos con sus compañeros en la calle, desarmando a algunos de ellos y poniendo en peligro hasta la vida de los agentes a golpe de adoquín. Era 1987 y lo que ahora recuerdo en estas líneas se dio en llamar los “sucesos de Reinosa”. Bernardo había nacido allí y era maestro. Nos acompañaba en un viaje de estudios por Galicia. A mí me unían a la capital de Campoo fuertes lazos familiares. Unos años después, tendría el honor de ejercer de jefe de prensa de su ayuntamiento.

La gravedad de los hechos (Gonzalo Ruiz, vecino de Matamorosa falleció el 6 de abril, tras recibir un golpe y resultar intoxicado por un bote de humo) quedó patente en las declaraciones de un guardia civil a El País:  ”No nos mataron porque no quisieron. Una nube de piedras cayó sobre nosotros durante minutos que no tenían fin [...] Al fin, algunos de los obreros dijeron a los que apedreaban desde arriba que ya estaba bien, que había que acabar. Así que salimos a la avenida de Navarra, pero allí otros muchachos que no habían participado en la refriega nos derribaron al suelo para desarmarnos. De repente, uno de ellos, con un trozo de losa en la mano, me golpeó varias veces en la cabeza. Tuvieron que darme siete puntos ayer. Yo fui uno de los guardias que perdió el cetme, pero ¿cómo evitarlo ante la locura de aquellos hombres que me acorralaban?”

Me he acordado de todo esto pensando en el barrio burgalés de Gamonal. Entonces, la autoridad no habló de grupos violentos, de atentados, ni de kale borroka importada. Eran otros tiempos, menos mediáticos. La Guardia Civil se impuso en los días siguientes y restauró el orden público a golpe de tanqueta y legalidad. La Naval perdió más de dos terceras partes de su empleo, los trabajadores se fueron a casa con golosas prejubilaciones y los jóvenes tuvieron que emigrar.

En una conferencia del EMK, el Movimiento Comunista de Euskadi, en Bilbao, un fervoroso seguidor de la revuelta preguntó: “¿Qué otros hechos se han producido en Reinosa para dar lugar a una protesta popular de esta contundencia?”. “Desde la Guerra Civil, yo no recuerdo nada”, confesó uno de los detenidos de aquel entonces. Yo sigo dando vueltas a lo de Gamonal. ¿Se lanzan los vecinos a la calle por el precio de una plaza de parking o porque están hartos de que les tomen el pelo? Y no tengo respuesta.


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