Mensaje de Elma Beatriz Rosado en la Vigilia Filiberto Ojeda Ríos
23 de septiembre de 2013
Hormigueros, Puerto Rico
(Foto Archivo, 2008)
Muy buenas noches.
Quiero dedicar estas palabras a un compañero, al compañero Luis Alfredo, a quien nunca olvidaré. Hombre valiente, compañero de lucha, con una mirada de amor para su pueblo. Un compañero que estuvo junto al compañero Filiberto en momentos muy rigurosos, muy difíciles, y jamás lo olvidaré.
Quiero comenzar leyendo unas palabras del presidente Nicolás Maduro Moros, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela:
“Yo estoy seguro que más temprano que tarde nosotros veremos reverdecer el pueblo de Roberto Clemente, del pueblo de Filiberto Ojeda, del pueblo que es capaz de parir un escritor como Eduardo Lalo, la fuerza de la dignidad, de la independencia, y escucharemos en nuestros oídos atentos el nacimiento de una República en Puerto Rico libre e independiente.” (Nicolás Maduro Moros)
Esta noche, 23 de septiembre de 2013, a ocho años del 2005, yo quiero denunciar una tortura; yo quiero denunciar una agonía; y quiero denunciar un asesinato. El asesinato de Filiberto Ojeda Ríos a manos del FBI. Del gobierno de Estados Unidos.
Yo acuso al gobierno de Estados Unidos de tortura y asesinato, de crímenes impunes que se cometen en nuestra Patria. De crímenes como el que hicieron contra Filiberto Ojeda Ríos. Contra un hombre puertorriqueño, líder revolucionario que en su corazón solamente tenía amor para su pueblo, para su Patria.
Yo conocí a Filiberto a través de su palabra. De su palabra comprometida y verdadera. Conocí de su compromiso con su pueblo, con la independencia. Conocí de su sacrificio y de los riesgos que estaba dispuesto a enfrentar por los suyos. Conocí de sus sueños…
¿Cuáles eran sus sueños? ¿Qué soñaba Filiberto?
Filiberto tenía los mismos sueños que su pueblo. Nuestros mismos sueños. Filiberto soñaba con la Patria puertorriqueña. Con una Patria bendita, común a todos, donde nos levantemos cada día con la alegría de vivir y trabajar y compartir en armonía. Donde todos seamos iguales y no exista discrimen por razón alguna. Donde veamos el progreso que redunde en bienestar de los muchos. De las miles de familias puertorriqueñas. Donde cada familia tenga un hogar, que tenga un techo. Donde cada familia pueda vivir con tranquilidad sin el temor de un atentado contra su seguridad. Donde cada individuo tenga un trabajo seguro y pueda desempeñarse de acuerdo a sus habilidades y proveerse de un sustento digno. Para él, para ella, para sus hijos. Donde cada uno de nosotros tengamos acceso a un sistema de salud que provea el cuidado necesario. Donde la salud no sea un negocio para lucrar a unos empresarios. Donde cada individuo tenga derecho a disfrutar de un sistema de retiro adecuado. Donde las pensiones de retiro sean consideradas sagradas para el bienestar de los adultos mayores. Donde cada niño y joven tenga una educación garantizada y pueda desarrollar su intelecto para el bien individual y colectivo. Donde las artes y las ciencias sean guías fundamentales para la conciencia y maneras de expresión para compartir nuestras inquietudes culturales como nación antillana, caribeña, latinoamericana y mundial. Esos son algunos de los sueños de Filiberto. Siempre pensando en sus hermanos, en su familia.
Filiberto también quería que los puertorriqueños pudiéramos hacer uso de nuestro derecho a ser reconocidos como puertorriqueños en cualquier parte del mundo. Soñaba con la soberanía, con la independencia, con la libertad. De esa manera, estaríamos en condiciones de hacer esos sueños una realidad. No habría que atravesar obstáculos externos para decidir lo que los puertorriqueños quieren para los puertorriqueños. Serían decisiones propias, sin la intervención de Estados Unidos. Con la plena confianza en las capacidades de los propios puertorriqueños. Como en cualquier país del mundo.
Trabajamos para hacer esos sueños realidad. Me consta que todos los que están aquí presentes trabajamos para hacer esos sueños realidad. Son nuestros mismos sueños, los sueños de Filiberto. Porque Filiberto compartía los mismos sueños que su pueblo. Trascendió barreras y obstáculos para comunicarse siempre con su pueblo y compartir sus ideas y sus esperanzas. Tenía la firme convicción y la absoluta confianza en el pueblo. Sabía que una vez el pueblo fuera dueño de los poderes que le correspondían, jamás habría de relegarlos o delegarlos. ¡El pueblo no cedería las victorias conquistadas!
Sus palabras hacían eco en los corazones y en las esperanzas de quienes lo escuchaban. El compañero Carlos Rivera Lugo describía a Filiberto como
… un líder revolucionario que trascendía las barreras organizativas para erigirse en la más preclara, honesta, humilde y sabia voz con la que contaba el independentismo en ese momento. Precisamente por ello, tal vez, se aprestaba a convertirse en esa voz y presencia tan necesaria para aunar las voluntades dispersas de ese independentismo en pos de la realización, por fin, de su único destino: hacer la independencia.
Y añade Carlos:
Estoy convencido de que los analistas de la inteligencia yanqui tienen que haber concluido lo mismo y por eso tuvieron que montar, con toda prisa y atropello, un operativo que no podía, para ellos, tener otro fin que su eliminación física.
Y es que el Filiberto político comunicándose abiertamente con su pueblo resultaba ser una peor amenaza que el Filiberto militar y clandestino. Sólo había que escuchar la entrevista-testamento trasmitida radialmente en agosto pasado [dice Carlos, cuando esto lo escribe en el año 2005] para percibir en Filiberto un deseo casi incontenible por salir de los límites estrechos de la clandestinidad hacia la plena intemperie para ampliar los frentes de batalla y hacer la guerra por ese otro medio que es la política, la verdadera, la revolucionaria.[1]
A Filiberto lo asesinó el FBI. El gobierno de los Estados Unidos. Lo torturó, dejándolo desangrar. Ellos lo mataron. Sin compasión. Sin permitir la ayuda médica. Sin importarles en lo más mínimo la vida de un puertorriqueño. Fueron ellos.
Si ellos no estuvieran aquí… Pensemos en ello. Pensemos en cómo serían nuestras vidas si ellos no estuvieran aquí. ¿Qué sería de nosotros sin ellos? Una vida controlada por nosotros mismos. Una vida en la cual las decisiones son nuestras, no de un gobierno extranjero que controla nuestros cielos, nuestros aires, nuestras tierras, en fin, toda nuestra vida como nación. Un gobierno que se ensaña contra los puertorriqueños que difieren de su manera de pensar. Esa es la clase de democracia que proclaman. La de la hipocresía.
¿A qué puertorriqueño le gusta o le hace sentir orgulloso que Estados Unidos decida quién sobrevuela a Puerto Rico? Filiberto diría: ¿Quiere usted que Estados Unidos decida quién puede sobrevolar el espacio aéreo puertorriqueño o quiere usted que seamos los puertorriqueños quienes decidamos el asunto?
Filiberto preguntaría también: ¿Queremos que Estados Unidos decida qué estaciones de radio y televisión pueden funcionar en Puerto Rico, o queremos que seamos los puertorriqueños quienes decidamos eso?
Si los federales no estuviesen aquí… Si Puerto Rico no fuera un estado colonial, los puertorriqueños podríamos labrar nuestro propio destino. Podríamos convivir en relaciones muy estrechas con nuestros hermanos caribeños y latinoamericanos. Ellos nos esperan. Nos esperan en la CELAC, en la Comisión de Estados Latinoamericanos y del Caribe. El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, lo ha dicho en varias ocasiones. Se ha reafirmado en dar la bienvenida a Puerto Rico a la CELAC. Otros líderes latinoamericanos también lo han expresado. Esperan a Puerto Rico en Nuestra América. Nos esperaba el Presidente Hugo Chávez Frías también, la siempre solidaria Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, toda Nuestra América nos espera.
La mar de cosas que podríamos imaginar… La mar de intercambios de los que podríamos disfrutar… Basta imaginar que estuviéramos en la CELAC. Las relaciones bilaterales que tendríamos con los demás países latinoamericanos. Los intercambios. Imaginemos que Puerto Rico forma parte de PetroCaribe… Podría acogerse a condiciones más provechosas con respecto al petróleo, lo cual redundaría en beneficio de todo el pueblo. Imaginemos que Puerto Rico forma parte de los estados que transmiten la señal de Telesur… Puerto Rico podría informarse sobre las realidades de América Latina y el mundo, de manera directa, sin la intervención amañada de las compañías mediáticas existentes. Y Telesur viene a ser como un calco de lo que nuestro Eugenio María de Hostos propuso con el ferrocarril transandino, que en su época sería lo que conectaría a todas las comunidades latinoamericanas y llevaría el progreso y llevaría el intercambio solidario entre todos los países. Y fue nuestro Eugenio María de Hostos quien concibió esa visión. Y para mí Telesur viene a ser el ferrocarril de Hostos hoy en día.
En Nuestra América es patente la solidaridad latinoamericana con el pueblo puertorriqueño y con la necesidad vital que tenemos de ejercer nuestro derecho a la libre determinación. Es un derecho reconocido internacionalmente por las Naciones Unidas como un derecho de todos los pueblos del mundo. Es un derecho que ha sido violado consecuentemente, impunemente por el gobierno de Estados Unidos.
Filiberto decía que “el status se tiene que resolver, pero de la única forma que se puede resolver el status es que el pueblo se tome conciencia de su realidad” y que se lance a la calle, “exigiendo sus derechos, exigiendo el derecho a la libertad, a la independencia, reclamando lo que por ley internacional nos corresponde, que es la autodeterminación y la independencia”.
La visión de Filiberto es clara: “Las puertas están abiertas y el futuro, tanto económico como político y social, estaría asegurado si logramos liberarnos de este yugo criminal que ha impedido durante tantos años, que podamos regir nuestro destino en unión a nuestros hermanos latinoamericanos”.
Volvamos a imaginar los sueños de Filiberto. Imaginemos que los federales ya no están. Imaginemos la unidad del pueblo puertorriqueño. Trabajemos entonces por esos sueños.
¿Queremos que Estados Unidos mantenga encarcelado a Oscar López Rivera, a Norberto González Claudio, a los hermanos cubanos, Antonio, Fernando, Gerardo y Ramón?
Enviamos un mensaje a René, ya en libertad, en su libre Cuba.
Necesitamos trabajar por la excarcelación de todos ellos. Hoy, que esta actividad es dedicada a Oscar, que Lares es dedicado a Oscar, nos imaginamos la siguiente estampa. A Oscar, Clarisa y Karina en su carrito Volkswagen, yendo en una peregrinación, siguiendo la ruta de emigración de las mariposas Monarca y llegando al mar para oler y saborear su sal y espuma. En libertad. Tal y como lo sueña Oscar.
¡Libertad para Oscar!
¡Libertad para Norberto!
¡Libertad para los Cinco!
En esta cinta amarilla está el símbolo de retorno de los Nuestros. Una cinta amarilla que pide por la excarcelación de los cinco hermanos cubanos y que pedimos por la excarcelación de Oscar y de Norberto.
Filiberto vive, presente en cada uno de nosotros…
Quiero leer las palabras del Diputado venezolano Freddy Bernal Rosales, Alcalde de Caracas en 2006. Dice el Diputado Bernal:
Las palabras de Filiberto jamás serán silenciadas, ni con su asesinato ni con la cárcel a los que comparten sus ideas. Son semillero que habrá de germinar en la formación de una nueva conciencia continental de claro compromiso bolivariano.
…
En Caracas pudimos sentir la solidaridad de Latinoamérica con poner fin al abyecto coloniaje que nos sofoca y a la oprobiosa insistencia de asesinar y perseguir con impunidad a los que luchan por la libertad.
Recordemos siempre al compañero y comandante que nos legó su ejemplo para vivir En Libertad. Recordemos siempre su llamado a la unidad. Recordemos su despedida en el mensaje que envió a Lares el 23 de septiembre de 2005:
¡Qué viva Puerto Rico Libre!
¡Qué viva la unidad independentista!
¡Qué viva la unidad latinoamericana!
¡Hasta la victoria siempre!
Y un mensaje al FBI, en las palabras de Mikie Rivera:
“Que se preocupen ahora que no tienen cómo matarlo.”
Muchas gracias.
[1] Carlos Rivera Lugo, “La vigencia de la propuesta política de Filiberto Ojeda Ríos”, en Filiberto Ojeda Ríos, su propuesta, su visión (San Juan: Ediciones Callejón, 2006.
Foto de Elma B. Rosado, de archivo (agosto de 2008)