Algunas ideas sueltas para un tema inconcluso. Tomadas de amigos, la prensa y la vida:
“Los lugares se llevan, los lugares están en uno.”
(Jorge Luis Borges)
Algunos partieron en busca de sus sueños; muchos levantaron anclas tras el amor alejado por océanos y continentes; no pocos porque les esperaban seres queridos, entrañables, tanto como para dejar hogar y país detrás; otros, por cosas del destino, simples decisiones que se toman en momentos determinados de la vida, eligieron residir en parajes diferentes a los que le vieron nacer.
En la Isla, durante décadas no era bien visto el ser emigrado, situación cambiante en la actualidad, cuando se define la decisión más por factores económicos y familiares, especialmente en los jóvenes. Aún se puede recordar cómo fueron ofendidos públicamente aquí mismo en Sagua la Grande a quienes decidían marchar del país y hasta eran víctimas de actos de repudio donde llegaban hasta lanzarles huevos a usanza de la etapa medieval. Tener un familiar en el extranjero era una deshonra para quienes marchaban junto al proceso revolucionario.
Para todos, aquellos que emigraron por reunificación familiar, carta de invitación, cuestiones de trabajo, compromisos matrimoniales, búsqueda de mejoras económicas... la postura asumida constituye una de las más controvertidas de su existencia.
A todos estos tropiezos que debía enfrentar el emigrante se le debe sumar el choque con lo nuevo, una nueva cultura, una nueva forma de vida y en la mayoría de los casos hasta un nuevo idioma. La mejor forma de describir esto último es compararlo con volver a nacer.
Se tienes que aprender nuevamente a hablar, escribir, leer..., alfabetizarte completamente. Empiezas con ojos de adulto a mirar como niño. Todo es novedoso, enorme, e incluso, un poco temerario.Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes.
(Isabel Allende)
Aun cuando algunos perciban la emigración como la puerta de salida a problemas de la sociedad cubana contemporánea, no es la solución perfecta que muchos intentan ver; en la Isla hay personas que no los consideran cubanos y en sus países actuales de residencia, no pasan de ser "simples inmigrantes", la capa social "más baja".
Para muchos sagüeros vivir fuera de esta ciudad es como "un desafío para el espíritu", "una gran nostalgia", "una paz intranquila", "un reto". Incluso, aunque en menor medida, para quienes marchan de Sagua hacia otras regiones de Cuba.
Muchos desde lejos confiesan pensar en Sagua la Grande siempre o frecuentemente, y con asiduidad buscan informaciones sobre lo que aquí sucede, o sobre amigos y familiares, desde correos electrónicos, llamadas telefónicas, medios de prensas locales, nacionales e internacionales, y redes sociales.
Aunque se ha estigmatizado a las personas emigrantes de la Isla, como "desertores", lo cierto es que muchos de ellos sienten este país tan suyo como los de adentro. La gran mayoría palpita por Sagua y por Cuba, desde los que llevan dos años hasta 15 fuera de la nación, los que vienen una o dos veces por temporada, e incluso, quienes no han regresado nunca desde que salieron la primera vez.
"Sagua la Grande es la tierra de mis sueños inconclusos", afirman con una satisfacción indescifrable en la mirada.
Todos concuerdan en que vivir fuera del país no les hace menos hijos de la Isla.
Ser sagüero y cubano no admite fronteras físicas ni psicológicas. Amar a esta tierra, tenerla como Patria, no necesita de un espacio geográfico. El hogar, la nación se lleva con uno, aun cuando no se esté en ella. Prueba de esto, son los miles de sagüeros que interactúan con Sagua Viva en las redes sociales. Esta es su patria chica y a ella se deben incondicionalmente.
Son cubanos cuando les enseñan a sus hijos a hablar español, cuando les muestran las tradiciones de su país, cuando realizan ese eterno periplo de regreso de vez en vez. Son sagüeros, y mucho, cuando sienten de cerca la tierra y desean el encuentro.
La emigración no es un viaje de partida, cuando la veamos como de ida y vuelta, como refería el intelectual cubano Eusebio Leal, podremos reconciliar relaciones por décadas tensas y en beneficio de la propia nación. Vamos en contra de esencias martianas, cuando segregamos por la elección de residir fuera de la Isla. "Patria es humanidad", diría el Apóstol.
No se puede limitar la identidad porque se han escogido caminos diferentes y se ama a esta tierra desde variadas maneras... y desde todos los rincones del mundo.
Se debe destacar también, sin que los deseos de unidad cieguen el entendimiento, que existen sectores liberales, flexibles, dignos de respeto, junto a ultra reaccionarios que con reclamaciones extremistas hacen que se juzgue a justos por pecadores. Una minoría salió por inconformidad con la revolución. La inmensa mayoría partió tentada por la esperanza de mejorar su nivel de vida en Estados Unidos, fascinados por el atractivo de las oportunidades económicas y las facilidades que otorga el gobierno de ese país a los cubanos. La llamada “ley de ajuste cubano” permite a los inmigrantes acogerse a los beneficios de la seguridad social y a la tarjeta verde, autorización para desarrollar un trabajo legal, en el lapso de sólo un año de residencia. Esa minoría, consolidada incluso en las esferas de poder norteamericanas entorpecen muchas veces la fluidez de esa comunicación que en esta nueva era buscan los sagüeros de un lado y del otro del canal. Sus sueños van ahora más allá de la geografía, porque muchos descubrieron su verdadera escencia.