Revista Comunicación
Hace pocos días un gran amigo mío escribía un post en su Facebook en el que hablaba que soñar era legítimo y que es lo que estaban deseando muchos españoles. Soñaban con un cambio, por perder la vergüenza de decir que vivimos en España y recuperar la dignidad perdida. Por resumir. Lo escribió en relación a la manifestación que tuvo lugar el pasado 31 de enero 2015, en Madrid, auspiciada por la formación política, Podemos.
Ciertamente, soñar, es muy legítimo. Todos debemos hacerlo y es necesario para mantenernos en el camino hacia la consecución de los objetivos que nos hayamos planteado en nuestra vida.
¿Soñar sin sentido? Eso me temo que lo único que lleva es a la frustración. Habla de la necesidad de un cambio en el modelo de gestión que se tiene en nuestro sistema, ¿pero a qué? ¿hacia dónde?
El partido que convocó la "marcha por el cambio", solamente llenó el espacio y las cabezas de los asistentes de bonitas palabras, pero hasta el momento no dice (quizá por qué no lo saben o no lo quieren reconocer) cómo llegar a ese cambio.
Lo que han dicho hasta el momento, es lo que la gente quiere oír. Su presentación de "ideario económico" no decía más que acciones que de llevarse a cabo, nos llevarían a una quiebra como país de forma irremediable. Aumentar el ya gran coloso Estado no es la solución.
Por lo demás, han tenido un viaje desde unas posiciones extremistas a una posición central indefinida, según el día y según el portavoz/círculo que hable, que de seguir así no me puedo imaginar a qué ámbito ideológico les puede llevar con tal de alcanzar su único fin: el poder.
En pocas fechas tendrán que ir desgranando un programa y la gente, que espero sea coherente y lo lea y analice, tendrá que decir y votar en consecuencia. Votar no es un juego en el que se mete un papel en la urna. Es una gran responsabilidad y luego hay que asumir lo votado.
Por último, yo estoy muy orgulloso de vivir en España y lo digo siempre que puedo y en todos los sitios a los que voy. Vivimos en un gran país que será capaz de reconocer un proyecto que le ilusione de nuevo y que les haga caminar todos juntos en la misma dirección. La dirección de recuperar una senda de crecimiento y estabilidad, que es lo que asegura el futuro de cualquier país.