Los sueños, ¿sueños son?

Anoche soñé que el trabajo no ocupaba más de una quinta parte de las 24 horas de un día; que existía un gran equipo de inspectores desplegado por todo el país que controlaba que esta proporción se cumpliera a rajatabla; que la gente se dedicaba el resto de horas, además de a dormir, a crear, inventar, imaginar, engendrar, concebir, jugar, pensar, compartir, reflexionar, pintar, escribir, leer y todo aquel verbo que se les ocurra con un significado constructivo; que existían oficinas de creatividad, donde las personas registraban sus ‘bombillas encendidas’ y que a cambio recibían una dosis amplia de energía para seguir creando; que había opciones para que todos pudieran contribuir a esta causa; que no existía el dinero, sino fotocopias de billetes en los que sólo podía leerse “vale lo que vale”.

Anoche soñé que podías dormirte por la calle si te entraba sueño, tan sólo dando un pequeño salto y quedando suspendido en el aire y apoyado sobre grandes y mullidos almohadones durante un rato; que en cada esquina había una fuente en las que podías disponer de agua; que comías en función de lo que realmente necesitaba tu cuerpo; que cada día era vital oler quince flores, saborear tres chocolates, ver una puesta de sol o un amanecer, disfrutar metiendo los dedos en gelatina y escuchar sólo buenas noticias.

Y anoche soñé que soñaba con todo esto y que sólo tenía que creérmelo para que fuera verdad.